COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Antonio Martínez, actual habitante de Gastre, en la Meseta Central del Chubut, describió el aislamiento de la región y el creciente despoblamiento como consecuencia directa de la falta de infraestructura y de condiciones que garanticen la satisfacción de las necesidades básicas.

En este sentido, Martínez cuestionó a quienes afirman que la Meseta no debe ser “zona de sacrificio”: “¿De qué sacrificio hablan? Capaz que nunca estuvieron en una nevada, encajados en el medio de la ruta durante 3 días, mojados. Porque pasa eso. Yo las he pasado. Tenés que saber para dónde ir. Acá no es fácil andar. Son muy grandes las distancias. Acá la tierra sobra, pero no alcanza”.

En una entrevista concedida a LU20 Radio Chubut, Martínez graficó que la Meseta es diversa desde el punto de vista territorial y que, en general, la actividad ganadera que se ha desarrollado en los últimos años sufre una grave crisis por la misma falta de infraestructura que genera la emigración de los jóvenes.

Nacido en Las Plumas y criado en la zona de El Escorial, Departamento de Paso de Indios, donde vivió hasta los 18 años, Martínez se fue de la zona, estudió y hace dos años “elegí vivir en Gastre”, comentó. 

“En el 1994 o 95 me fui de la zona. De donde yo era no queda gente. Los campos están casi todos cerrados, en El Escorial y en El Mirasol. Está tendiendo a desaparecer la población y, por ende, las aldeas y los pueblos. Han cerrado los albergues y los internados. La gente se ha ido porque ha buscado otros horizontes”, describió.

“Son zonas muy aisladas”

Acerca de las razones de la emigración indicó: “Se van por falta de infraestructura, de comunicación. La persona que se va después no vuelve. Son zonas muy aisladas, y la gente que tiene la posibilidad se va. No es lo mismo vivir en una zona sin televisión, sin acceso a las redes que estar en la ciudad, donde al menos hay acceso. Igual con un problema de salud: en el medio del campo se complica mucho”.

“Acá no tenemos algo que mueva a la región. De la ganadería queda muy poca, la mayoría son minifundistas. Acá en la zona de Gastre los campos están poblados, pero por campo hay una persona, generalmente adulta, grande, que tiene unas 200 o 300 ovejas o chivas. Hay gente que todavía sobrevive con eso, aunque con asistencia del Estado, desde lo social o lo económico”, explicó.

Falta de incentivos

Enfatizó que “los que se han ido, la mayoría y lo digo por mi familia y mis hermanos, no ha vuelto. Y los que están, viven aislados, sin comunicación. No reniego de que la gente trabaje y viva en el campo, pero faltarían incentivos para vivir un poco mejor”.

Por ejemplo, dijo, “si tuviéramos una zona rural con Internet, rutas asfaltadas, un banco… Hay que hacer 300 kilómetros para ir a un banco; una clínica privada, un lugar para hacer una carrera terciaria. Así la gente quizás no se iría. O se iría con otra formación”.

Martínez insistió en que vivir en Gastre ha sido una elección personal. “Pero la gente que se queda acá porque no tiene otra salida debería tener la posibilidad de crecer. Si no trabajás en el Estado, vas a ser esquilador, y se terminaron las alternativas. No hay trabajo privado. Son muy pocos los campos que ocupan gente”, explicó.

Apenas pasado los 40 años, Martínez agregó: “Los jóvenes nos hemos ido. La gente que se quedó tiene 50 y pico para arriba, en su mayoría. Hay mucha gente mayor que no va a tener a alguien que lo siga en el campo generacionalmente. Va a faltar fuerza de trabajo. No va a venir gente de afuera, porque no hay nada que motorice el desarrollo local”.

Así, “como no hay renovación generacional, el campo empieza a decaer también. A medida que la persona está más grande y más sola, aislada, va a tener menos fuerza para hacer las cosas”.

Martínez indicó que con el objetivo de ayudar a los productores locales trabajó en dos programas nacionales financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y por el Fondo Italiano para el Desarrollo Agrario. “Era un paliativo para pequeños productores ovinos y caprineros. Acá en Gastre trabajamos con una cooperativa ganadera que hoy tiene 80 asociados. Han podido asociarse y vender. Hay otra cooperativa en Paso de Indios y otra en Cushamen. Se puede comercializar mucho mejor que cuando un productor está solo”, contó.

“No hay infraestructura”

En este sentido, acerca de la diversidad de la Meseta, Martínez graficó: “Estamos a 100 kilómetros y Paso del Sapo tiene un valle. Acá (Gastre) es una zona muy agreste, muy seca. No es lo mismo estar en la Meseta dos días que vivir acá. Hace 3 días teníamos vientos de 130 kilómetros por hora, con ceniza, con tierra, con 5 grados bajo cero, sin señal de teléfono, sin gas”.

“Esa es la explicación de por qué la gente se va. No hay infraestructura”, insistió. “En las rutas, si no tenés una 4x4, tenés que andar a caballo, con 15 o 20 grados bajo cero en invierno. ¿Qué vida útil podés tener en esas condiciones? Tenés 50 años y parece que tuvieras 80. Es bravo. Cuando nieva tenés varios centímetros de nieve, se te mueren los animales o no podés salir”, agregó.

En este contexto finalizó: “Mucha gente dice que la Meseta no es zona de sacrificio. ¿De qué sacrificio hablan? Capaz que nunca estuvieron en una nevada, encajados en el medio de la ruta durante 3 días, mojados. Porque pasa eso. Yo las he pasado. Tenés que saber para dónde ir. Acá no es fácil andar. Son muy grandes las distancias. Y otra cosa: acá la tierra sobra, pero no alcanza”.

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