Leila, la primera petrolera convencional de Baker: “rechacé un puesto de secretaria porque quería subir al campo”
Leila Lirio tiene 23 años, fue entrenadora de rugby y soñó con ser profesora de Educación Física. Sin embargo, hace un año y medio decidió comenzar a buscar trabajo en el petróleo y así se convirtió en la primera operaria convencional que Baker tiene en Cerro Dragón. Historia de una joven que marca camino, quien desechó un puesto de secretaria para subir al campo por una sencilla razón: “Vivir el día a día en el yacimiento”, explicó a ADNSUR.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) – Son las 9 de la mañana del jueves y para Leila Lirio (23) ya pasaron casi cuatro horas desde que se levantó para ir a trabajar. Son las 9 y aún le quedan 10 horas para llegar a su casa, luego de una ardua jornada de trabajo. Pero a ella no le importa. Está contenta, satisfecha y feliz: pudo ingresar en la industria petrolera, siendo la primera operaria convencional que la compaña Baker Hughes tiene en el yacimiento Cerro Dragón, el más grande de Argentina.
“Estoy feliz. Hace más de un año estaba tirado curriculum. Por un lado me esperaba el llamado y por otro no, porque siempre te llaman y no pasa nada, pero me llamaron de Baker y hace un menos de un mes comencé a trabajar”, contó a ADNSUR, antes de develar que desestimó un puesto de secretaria para trabajar en el campo, por una sencilla razón. “Dije ´quiero trabajar en el petróleo´. Se me había dado la posibilidad de trabajar como secretaria pero quería que me envíen al campo, quería vivir la experiencia. Mi papá laburó en el yacimiento. Entonces dije ´quiero ver también qué hacen ellos´”.
DE LA EDUCACIÓN FÍSICA AL MAMELUCO
Leila tenía en claro cuál era su objetivo, así como también lo supo el día que decidió dejar de estudiar el profesorado de Educación Física para buscar una independencia económica. Es que la joven que estudió en las escuelas 105 y 745, soñaba con dedicarse a la enseñanza del deporte a los niños.
“Me encanta trabajar con nenes. Yo hacía rugby, daba clases de rugby infantil en Portugués. Había empezado seguir la carrera y el día de mañana quería trabajar de eso, pero por cuestiones económicas me independicé, me junté con mi novio y se me dio por tirar currículums. Tuve una entrevista en Weatherford, pero era algo técnico y muy complicado y no me volvieron a llamar y después salió lo de Baker”, resumió sobre su ingresó a la industria del oro negro.
El último 3 de febrero Leila tuvo su primera jornada de trabajo en el yacimiento, un día que nunca olvidará. “Estaba muy nerviosa pero aprendí muchísimo. Mucho no me dejaban tocar porque acá se trabaja con mucho voltaje. Los primeros días era mirar, aprender y después me dieron el alta para empezar. Trato de prestar mucha atención porque es algo complicado estar acá y siempre hay que tener mucho cuidado”, contó.
Leila asegura que antes de comenzar a trabajar no sabía nada de herramientas, pero en el campo ya tuvo que aprender a usar el taladro, el sacabocados, y otras máquinas que demanda su trabajo en el “Taller de tableros”.
Con una libreta en mano, además, ella anota todos los detalles: qué terminal se usa para cada cable, qué cable es el correcto y otros aspectos a tener en cuenta, algo que no se imaginaba hace un tiempo atrás.
UN CAMBIO ROTUNDO
Previo a trabajar, esta joven petrolera tenía una amplía vida social entre el club, el trabajo, sus amistades y su familia. Sin embargo, el ingreso a la industria cambió todo. Ahora se levanta a las 5:30, se baña, acomoda el bolso, guarda la vianda y espera la llegada de la camioneta de turno.
“El chofer avisa por WhatsApp por dónde anda y cerca de las 6:20 me buscan. Después buscamos otros compañeros y subimos a Cerro Dragón. Llegamos, abrimos el taller, empezamos a acomodar las cosas y tenemos que esperar a que nos lleguen los email con las tareas que tenemos que realizar. Hay días en que hay mucho trabajo y no es fácil porque los cables no son livianitos; son pesados. Entonces tenés que estar bien descansada. Por eso llego a las 7 a mi casa, dependiendo el recorrido que haga la camioneta; voy, compro, vuelvo, es la hora de la comida, preparo las cosas para el otro día y a descansar”, resume sobre su nueva rutina.
Por estos días ya no hay tiempo para juntadas con amigos y el rugby, su pasión, también quedó de lado momentáneamente, pese a que sus compañeras ya iniciaron la pretemporada. Es que, como dice, por estos días sólo está tratando de adaptar su cuerpo a la rutina del trabajo.
Sin embargo, más allá de las horas, la satisfacción es enorme, principalmente por todo lo que causó su ingreso al petróleo en su familia. “Mis viejos dicen que están orgullosos de mí porque no cualquiera viene a hacer el laburo. Me puso contenta cuando me dijeron eso. Y mi novio, que está estudiando Mantenimiento Industrial, me apoya, porque es algo que nos sirve a los dos para progresar y empezar a pensar a futuro, construir una casa y muchas cosas más”.
En el trabajo la sensación también es buena para la joven. Leila se siente cuidada y protegida por sus compañeros. “Ellos me felicitaron, me tratan bien todo el tiempo, me preguntan si me siento cómoda; es excelente el trato que tienen hacia mí. Primero se cuidaban al hablar pero yo le dije que ‘hablen como sea, somos todos iguales, muéstrense como son; a mí no me va a molestar’. No es algo que se tienen que cambiar”.
Leila está contenta y sabe que éste recién es el comienzo, pero no sólo para ella sino también para otras mujeres que quieran ingresar al mundo petrolero. “La verdad es que estoy feliz, porque lo que hizo la revolución de la mujer es algo único. Es todo muy lindo”, resumió.