CHUBUT (ADNSUR) - Los pueblos del interior profundo de Chubut también saben de la pandemia que enfrenta el mundo y aunque con pocos habitantes y recursos tratan de pelearla lo mejor posible. Y mal no lo hacen: hasta ahora no tienen siquiera un sospechoso de contagio. Es una de las tres provincias del país que gozan por ahora de ese privilegio.

Pero nada es fácil. Y la solidaridad está por encima de cualquier interés individual: quienes trabajan en el campo tratan de viajar lo menos posibles en sus vehículos. Reservan el combustible para las ambulancias y los patrulleros. Es que quizá, el primer respirador artificial que encuentren está a cientos de kilómetros. Y por caminos de ripio, no siempre en buen estado.

“La gente me transmitía el miedo. Teníamos que hacer algo. No podíamos quedarnos mirando pasar a todo el mundo. Por eso nos pusimos duros. Si acá se contagia un solo habitante, nos morimos todos”, exagera Oscar Sánchez, presidente de la comuna rural de Aldea Beleiro, ubicada muy cerca de la frontera con Chile, en Chubut.

Sánchez no dejó parar a comer a los pasajeros de un micro que circulaban del país vecino rumbo a Comodoro Rivadavia. Ocurrió hace unos días. “Les pedí disculpas, pero no tenía alternativa”, cuenta Sánchez a Clarín y agrega: “Aquí debemos controlar los pasos fronterizos y eso no es fácil. En algunos lugares, la frontera es un alambrado”.

Sergio Núñez, presidente de la comuna rural de Carrenleufú (en plena frontera, a 11 kilómetros de Palena, en Chile), comenta que detectaron en la zona a un turista holandés.

“Enseguida activamos el protocolo con la Policía y lo pusimos en cuarentena en el salón de la biblioteca del pueblo. No tenemos otro lugar. Pero de ahí no salió”, recalca. 

También dieron con dos personas de nacionalidad chilena con frondosos antecedentes delictivos y los hicieron trasladar a la comisaría de Trevelin, un pueblo cercano a Esquel.

En Chubut hay 20 comunas rurales, la mayoría de ellas ubicadas en la frontera con Chile, frente a la cordillera. Tienen en total 9.000 habitantes. El 30 por ciento de la población tiene 65 años o más. Es que los jóvenes buscan otros horizontes y dejan los pueblos.

Los nombres pueden sonar algo extraños: Aldea Apeleg, Gan Gan, Buen Pasto, Paso del Sapo, Colan Conhue, Lago Blanco, Cerro Centinela, Cushmanen, entre otros. Pero todos tienen una historia y un por qué.

Aldea Apeleg tiene apenas 150 habitantes repartidos en 45 casas. Pero no dejan de luchar contra la pandemia. Están a 30 kilómetros de la frontera con Chile. Pusieron un retén en el ingreso a la aldea. Hay policías y enfermeros. Se turnan para que quienes pasan por el lugar la tengan clara. Muestran carteles que dicen “No salgas, quedate en casa”.

No interesa que sean pocos. Tampoco que sean pocos los que pasan por el lugar. “No importa cuántos somos, tenemos que cuidarnos. Y lo hacemos de la mejor manera”, le dice a este diario Marcos Pruessing, presidente de la comuna rural.

Santiago Huisca es quien conduce Gan Gan. Esa localidad está ubicada en la meseta de Chubut. Tiene 1.300 habitantes. Está acostumbrada a las desgracias. En 2011 soportó la erupción del volcán chileno Peyehue.

La ceniza, que durante meses cayó sobre la región, mató a miles de animales que no soportaban su peso y caían cuando intentaban buscar agua y alimento. Morían de sed y hambre. Pero el pueblo se levantó. Y ahora enfrenta la pandemia del coronavirus​.

“Tenemos varios ingresos. Incluso gente que viene de Trelew y Madryn. Parece feo como lo planteo pero debemos cuidarnos entre todos. Tenemos dos médicos, una bioquímica (que a su vez es directora del hospital), seis enfermeros y una odontóloga. Y en Chacay Oeste, un enfermero. Allí residen unas cuarenta familias. También les brindamos apoyo”, enumera Huisca.

El funcionario apunta que que “si esto sigue, van a faltar algunos alimentos porque a los proveedores se les hace difícil llegar. Pero el acatamiento a las recomendaciones aquí es total. Por eso nos dura el combustible para la ambulancia y la Policía. Les hace falta para recorrer el pueblo y las largas distancias que tenemos a los casos de estancias”.

La Provincia hace lo posible por llegar a estos lugares alejados. Luis Aguilera, subsecretario de Asuntos Municipales, es un hombre del interior. “Estamos en contacto permanente con los pueblos del interior. Y llegamos para tratar de cubrir sus necesidades. No es fácil. Con esta situación es un trabajo de 24 horas al día. Y tratamos de estar, por más chico que sea el pueblo”, asegura.

Perdidos en la inmensidad de cientos de kilómetros de tierra árida y caminos de ripio. Con el clima que ya está haciendo sentir su rigor del otoño, los habitantes de los pequeños pueblos también le pelean a esta pandemia que castiga al mundo entero. No importa cuántos sean ni dónde se encuentren. Tienen bien en claro lo que está pasando y cómo deben enfrentarlo.

Sin series, películas, plataformas ni Internet. La vida de ellos es una pelea que empieza todos los días. Arriando animales, cortando árboles para juntar leña. Y ahora, poniendo algo más que el corazón para que este mal que es de todos pase sin dejarles ninguna huella.

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