COMODORO RIVADAVIA (Por Ana Tronfi / Editora responsable de ADNSUR) – Herman Hesse, escritor alemán y premio nobel de la Literatura en 1946, decía en uno de sus libros algo así como que uno odia del otro lo que en realidad rechaza de sí mismo. La frase textual está en su libro “Demian” y decía: "cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen algo que se encuentra en nosotros mismos. Lo que no está dentro de nosotros no nos inquieta".

Hesse, de tortuosa y lúcida vida, le pone palabra a las contradicciones y las tensiones individuales. Y, si podemos darle otro giro, a la necesidad de trascenderse a sí mismo –esto es al juego propio de espejos- para alentar el cambio de lo que buscamos transformar.

El país, la provincia o el futbol. Nos quejamos de todo.

Está claro que hay escalas en la responsabilidad del cambio. Al 99,9% de los ciudadanos no nos compete ordenar la economía ni planear las políticas sociales para sacar al país de una profunda y aletargada crisis. De arrastre y, por lo que se anticipa, de largo aliento.

Pero sí no compete una mirada crítica sobre nuestras elecciones, la capacidad de reacción a la adversidad y los modelos de liderazgo que alentamos en nuestro íntimo microclima y a la elegir a nuestro dirigentes.

Néstor Kirchner y Mario Das Neves, indiscutidos referentes de peso a nivel nacional y regional, tenían una relación tensa que se potenció en los últimos años que compartieron como presidente y gobernador, respectivamente. Estos dos líderes acostumbrados a construir poder de las puertas para adentro, a alinear a las tropas propias y ajenas en un juego de posverdades, se odiaban desde sus parecidos.

No es casual que ambos sean el eslabón final de las más escandalosas causas de corrupción que hoy sacuden al país y, en su versión más acabada, a Chubut, con un correlato en causas como El Embrujo, Revelación y los sobreprecios registrados la última emergencia climática que sufrió Comodoro Rivadavia.

Acá, en el país o en Rusia, la crisis es de liderazgos

Indigna, sí, saber que hay un entramado en el sistema agazapado y esperando la oportunidad para dar el zarpazo al negocio.

Pero probablemente lo que odiamos no sea más que una contracara de lo que en realidad nos expone como sociedad civil. Porque lo que está en juego, mas allá de la lluvia de causas judiciales, denuncias y escándalos, son los modelos de liderazgo a los que damos un guiño, con la esperanza de que la vida se solucione por arte de magia. Algo así como ganar un mundial porque lo tenemos a Messi.

La magia ocurre, sí. Pero cuando algo cambia. Y ayer, como era lógico, la realidad nos revolcó otra vez. Jorge Sampaoli, el mismo que pasado de alcohol maltrató a un policía después de una fiesta y que en cualquier país desarrollado hubiera volado por los aires por el rechazo social a su actitud, no pudo con la realidad. Regla básica: las personas hablamos a través de lo que hacemos, no de lo que decimos.

¿Cuál es, entonces, el modelo de liderazgo que estamos avalando? ¿Cuánto de nosotros mismos hay en aquello que miramos con resentimiento y bronca?

El fútbol, la política nacional y la provincial nos exponen al espejo.

La semana que pasó, una escalada de violencia volvió a poner luz sobre los contradecidos liderazgos que ocupan la agenda pública en Chubut. Por un lado, el que ejerce el gobernador Mariano Ariconi a través de sus ministros Marcial Paz y Federico Massoni jugando a los roles del bueno y el malo.

La contracara: un gremio docente que también apostó a subir los decibeles y nacionalizar el conflicto cuyas consecuencias padecen miles de chicos, sin clases desde el inicio de año. Con una clase pública en el Concejo Deliberante de Comodoro, los supervisores de las escuelas le pusieron palabra a la racionalidad: se propusieron encauzar el conflicto con diálogo.

Con los puentes rotos, está claro que la verdadera crisis es de liderazgo y de representatividad. En el caso del gobernador, cercado en los primeros meses por los coletazos del dasnevismo y con dificultades para cerrar filas en la política en la propia Legislatura y en la política provincial. En el de los gremios, fracturados por sus propias internas, crisis dirigencial y los rumores de supuestos infiltrados en la jaqueada provincia de Chubut.

Sería hora de crecer y de dejar de atribuirle a otro lo que no podemos cambiar en nosotros mismos ni como sociedad. La corrupción en pequeña escala, la ventaja, el aliento a la violencia. El debate pendiente son nuestras proyecciones. Ese mundo interno que tiende a teñir el mundo externo con sus propias características.

El día que nos demos cuenta de qué modelos alentamos seguramente podamos mirarnos con ganas de transformar algo. Lo que está en juego son los modelos de liderazgo.

De paso: estamos afuera del mundial. Se acabó la taquicardia. Por la positiva, me quedo con el irónico comentario que escuché ayer, al cierre de un partido de rugby del que participó uno de mis hijos. “Menos mal que se acabó Rusia. Si no el viernes próximo el dólar llegaba a los 39 mangos”. Al menos ya nadie podrá hacerse el distraído con el dólar –y su consecuente efecto dominó sobre la inflación- mordiéndole los talones a la economía argentina. Al menos hasta que nos decidamos a repensarnos como sociedad, a contribuir a formar otro perfil de referentes. Hasta que nos animemos a retomar los puentes dispuestos a cambiar algo.

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