Argentina año verde: historias comodorenses de la libreta que fomentaba el ahorro con estampillas
Funcionó hasta 1996, cuando se privatizó la Caja Nacional de Ahorro y Seguro. Sin embargo, a lo largo de toda su historia marcó a varias generaciones, quienes convivieron con la libreta de ahorro que les permitía guardar unos pesos comprando estampitas; una especie de plazo fijo que utilizaban tanto grandes como chicos, incluso inculcando la práctica del ahorro en la escuela como un hábito de progreso. Este domingo, te contamos tres historias comodorenses de este pequeño cuadernillo que aún hoy muchos guardan en el cajón de los recuerdos.
“Cuando nací me abrieron una libreta”, dice Ernesto Vicente Sola. Con 92 años, el hombre que nació en Comodoro y desde 1965 vive en Luján, provincia de Buenos Aires, aún guarda la Libreta de Ahorro que alguna vez le hizo su padre y que le trae grandes recuerdos.
A partir de una consulta, la nostalgia del pasado y con el deseo de compartir su historia, Ernesto en los últimos días buscó su vieja libreta y la encontró. Así, a la distancia compartió ese documento que forma parte de su historia personal y de miles de personas que alguna vez en Argentina tuvieron una libreta de ahorro.
Para quienes no llegaron a conocerla, ya que desapareció en 1996, cuando el gobierno de Carlos Saúl Menem privatizó las principales empresas del Estado, se trataba de una especie de plazo fijo que podían utilizar tanto adultos como niños, y que en muchos casos se otorgaba en la escuela como una forma de fomentar la cultura del ahorro.
La libreta era emitida por la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, una entidad financiera nacional, creada el 5 de abril de 1915, durante el gobierno del presidente Victorino de la Plaza. Su objetivo era fomentar el hábito del ahorro con un método sencillo: quien quería ahorrar debía ir hasta la sucursal más cercana de la Caja, que en Comodoro funcionaba en calle Pellegrini, y depositar sus pequeños ahorros a cambio de estampillas que pegaba en la libreta. Cada figura tenía un valor, y a su lado se escribía el importe que la persona había depositado.
En el caso de Ernesto, quien nació en el barrio General Mosconi, donde vivió hasta sus 25 años, cuando se recibió de técnico y decidió estudiar ingeniería en La Plata, la libreta guardada es la renovación de la primera que alguna vez tuvo.
Es que como dice, aparentemente, su papá le sacó una libreta de ahorro apenas nació. “Cálculo que la tiene que haber abierto cuando nací porque tenía un saldo de 6 pesos, después hay intereses de capital y recién en enero de 1937 tengo dos estampillas de un peso cada una. Después tengo depósitos en noviembre y diciembre, 5 pesos, que en ese entonces era un montón de plata, porque mi papá en YPF ganaría unos 100”.
Ernesto cuenta que el 7 de junio de 1948 retiró 100 pesos de ese entonces, y que en 1951, retiró otros 270 y en la vieja Proveeduría de YPF compró dos cortes de género y se hizo dos trajes. Mientras lo cuenta, chequea los datos en la libreta y los corrobora como si el tiempo no hubiese pasado.
DE LA ESCUELA AL CORREO
Adalberto López (78), más conocido como “Pinky”, también tuvo su propia libreta de ahorro. En su caso no recuerda si se la hizo su padre o la escuela, pero si aquellas mañanas en que iba con sus compañeros al correo. “Me acuerdo que nos llevaban a todos juntos y comprábamos las estampillas que tenían un valor. Ahí las pegaban y las sellaban. Me acuerdo que tenía dos libretas, porque una estaba llena, pero era una emoción enorme ir y pegar las estampillas en el correo. Estaba bueno porque esa plata no se tocaba, quedaba ahí”.
Adalberto afirma que era una época distinta, donde la relación con los padres era diferente y la cultura de los chicos también. Y al ser consultado, admite que nunca sacó el dinero de la libreta de ahorro. “Nunca la encontré, esa es la verdad”, dice entre risas, recordando con emoción esa época en Comodoro, donde antes de irse a Córdoba con su familia, tuvo una sodería en Kilómetro 3.
UN PATRÓN Y UN CUMPLE DE 15
Pablo Cabezas vive en el barrio 30 de octubre, pero creció en Ameghino e Ituzaingó, y vivió en el Pietrobelli. Como Ernesto y Adalberto también tuvo la libreta de ahorro. En su caso entregada por su primer patrón, el dueño de Comestibles La Cumbre, en Ameghino y Saavedra, a dónde trabajó con solo 14 años,
“Me sacaron la libreta de ahorro mis patrones”, cuenta a ADNSUR. “Como era menor no se hacían los aportes jubilatorios, pero si a la caja de ahorro. O sea todos los meses, dependiendo de lo que yo cobraba tenía que ir y comprar estampillas. Después tenía que llevarle la libreta a mis patrones para que ellos verifiquen que había hecho el deposito”.
Pablo tuvo la libreta hasta los 19 años, porque a los 18, cuando uno alcanzaba la mayoría de edad, ya podía cobrar por su cuenta la plata depositada. Lo ahorrado en cinco años para él significó un importante monto de dinero que aprovechó de muy buena manera.
“En ese tiempo era muy buena plata. Me acuerdo que cuando la saqué le festejamos el cumpleaños de 15 a mi hermana y compramos algunos muebles. Era mucha plata, porque la plata valía en aquel tiempo, no como ahora que tenés cinco pesos y a los cinco minutos son cuatro, aparte te daban un porcentaje de interés”.
Pablo trabajó en La Cumbre hasta los 21 años, y luego continuó con su vida.
FOMENTAR EL AHORRO
Walter Rey, dirigente de la Asociación Bancaria de Comodoro Rivadavia, recuerda aquellos años de Libreta de Ahorro. “Era parte de la actividad bancaria que tenía la Caja Nacional de Ahorro y Seguro. En ese momento a través de la libreta de ahorro se impulsaba y se concientizaba desde chico la necesidad del ahorro de acuerdo a lo que uno pueda preservar. Pero en el 96, cuando Cavallo privatizó la Caja, automáticamente desapareció todo el servicio de ahorro; se creó la compañía y creó la caja banco, dejando sin efecto lo que era la libreta”.
Rey afirma que la sede central de la Caja funcionaba donde continúa la empresa privatizada, pero a su vez, en el correo había una agencia postal que servía para poder pegar las estampillas, tanto chicos, como adultos, porque como dice “cualquier trabajador podía tener una libreta de ahorro”, la base de la fortuna y el progreso, algo que muchos extrañan por estos días.