El escritor Osvaldo Bayer, en el prólogo de la segunda edición regional de “Memorias de un Carrero Patagónico”, asegura que el libro “debería leerse en todos los colegios del país, porque quien no conoce la Patagonia no conoce la Argentina".

Bayer, autor de “Los vengadores de la Patagonia trágica” y una referencia de la historia sindical de la región, tuvo un rol fundamental en la trascendencia de los escritos de Asencio Abeijón; no solo llevó sus apuntes a una editorial para que los publiquen, sino también lo recomendó como bibliografía al inglés Brut Chatwin, quien luego, con materiales e investigación ajena, y pocas citas en reconocimiento del otro, escribió un libro llamado “En la Patagonia”; el cual se vendió en Estados Unidos, España, Francia, Italia, Alemania y otros países. 

Así lo cuenta el propio Bayer en “Así empezó mi mi vida libre”, libro de Espacio Hudson que recopila textos de Abeijón y suma escritos de Bayer, además de una entrevista que le hicieron en 1989 y que permaneció inédita por más de una década.

Este viernes se cumplen 50 años de la primera edición de “Apuntes de un Carrero Patagónico”, y que mejor que recordarlo con la historia de su creador, un hombre que abrió camino a la literatura Patagónica, dejando una huella que aún hoy, a 30 años de su muerte, sigue siendo una referencia; como dice Bayer, una lectura obligada para quien conocer la Patagonia.

El libro fue editado el 29 de junio de 1971 por la imprenta gráfica de Armando Andrade, y presentado el 9 de julio del mismo año.

DE APUNTES A LÁPIZ A PIEZA DE LITERATURA

El libro fue editado por Armando Andrade, el hombre que hizo de la gráfica su oficio durante más de 50 años en Comodoro, y publicó decenas de libros de autores de la región. El primero de ellos fue “Apuntes de un Carrero Patagónico”, el cual publicó a pedido de Don Asencio.

Hace poco, Andrade, en una entrevista con ADNSUR, contó que ambos se conocían por trabajar en el diario “El Patagónico”, y un día Asencio, impulsado por sus compañeros, le pidió un presupuesto para publicarlo, pero le advirtió que no tenía plata, y le dijo que lo publique y se cobre de ahí. Andrade aceptó el desafío y juntos, sin saberlo, dieron inicio a una serie de obras que perdurarán para siempre. 

El libro se terminó de editar en junio de 1971, pero se presentó el 9 de julio de ese año, en las instalaciones que el Club Gimnasia y Esgrima tenía en San Martín 371. Fue auspiciado por la Municipalidad, que en ese entonces envió las invitaciones para el gran evento.

Por ese entonces nadie sabía que ese libro luego iba a tener una edición nacional, bajo el nombre de “Memorias de un Carrero Patagónico”; y muchos años más tarde, ya en la década del 90, otra edición regional de la mano de Espacio Hudson, del periodista Cristian Aliaga. ¿Pero quién era este hombre que fue esquilador, carrero, chofer, petrolero, diputado provincial pero también una pluma brillante con solo cuarto grado realizado?

Foto: Archivo Majo Abeijón.

DE TANDIL A LA PATAGONIA

Abeijón nació en Tandil, pero a los 2 años vino con sus padres a la inhóspita Comodoro Rivadavia. Como contó en algunos de sus textos, con más “coraje” que otra cosa vinieron al pueblo que recién había fundado Francisco Pietrobelli. 

Se instalaron en la zona que hoy se conoce como puesto La Mata. Allí creció y con candil y velas comenzó sus aventuras que lo llevarían más tarde a la literatura. Era un lector empedernido, al igual que su padre, su madre y su hermana, pero sobre todo era un escucha atento a la vivencia de los pobladores de entonces, muchos de ellos extranjeros y también algunos criollos que como él habían venido de otros lares.

Tenía 17 años cuando Asencio pisó un aula por primera vez. La distancia entre el campo y la escuela hacía imposible viajar todos los días 17 kilómetros para estudiar. Con “los salesianos”, como los llama, hizo hasta tercer grado completo y en cuarto dejó porque le tocó realizar el Servicio Militar Obligatorio.

Tras su paso por la milicia Asencio trabajó criando ovejas en un campo cercano al pueblo. Pero cuando la crisis llegó y la lana no bastaba para mantener a la familia, entró a YPF,  (Yacimientos Petrolíferos Fiscales).

La operadora estatal había lanzado una escuela de aprendices para tratar de argentinizar el personal. Es que como describe Abeijón, en esa entrevista de 1989 que le realizó Aliaga, “no había casi argentinos” en el yacimiento.

“En el campamento que tocó éramos apenas seis sobre un total de cuarenta. Muchos rusos, checos, yugoslavos, muy trabajadores aunque analfabetos”.

En YPF Abeijón trabajó hasta 1927, cuando Mosconi, el administrador del yacimiento Comodoro Rivadavia, lo despidió por la actividad sindical y política que pregonaba en dos diarios de la época. 

Casi al final de su vida, Abeijón aseguró que a fin de cuentas, el general que hoy el da nombre a un barrio, le hizo un favor; quizás si continuaba en el petróleo nunca hubiera ejercido el periodismo, ni publicado sus apuntes.

En la misma entrevista, Abeijón cuenta que trabajó en la petrolera de Diadema, como peón, pero luego dejó. Quería trabajar por su cuenta como carrero, recorriendo la Patagonia, viviendo la vida libre. Para hacerlo acarreaba de todo; desde lana, hasta mercadería, cueros, animales.

En su vida, el escritor hizo de todo, y quizás fue eso lo que le permitió conocer el mundo de otra manera. Es que Asencio también trabajó en la esquila, y como chofer de larga distancia, en una empresa que comenzaba a realizar los primeros viajes a Chile. 

Fue recién en 1968 que su vida cambió para siempre. Roque González, uno de los fundadores del diario El Patagónico, lo convocó para trabajar en la redacción. Por ese entonces, don Abeijón era apuntador de descarga en el puerto. 

Lo cierto es que de alguna forma siempre había ejercido el periodismo. De joven, colaboraba con periodistas del diario El Chubut de Comodoro Rivadavia mientras recorría la Patagonia en camión o en colectivo. Y ya más grande también colaboraba en forma externa con artículos que plasmaba a lápiz y que luego guardaba con cierta timidez, ya que siempre sintió inseguridad de escribir por solo haber hecho hasta cuarto grado.

Fue en esa redacción donde conoció a Armando Andrade, quien creó el logo del diario, y a través de su trabajo también conoció a Bayer. 

Según cuenta el guionista de la Patagonia Rebelde, supo del escritor comodorense por una crítica sagaz que hizo a una de sus primeras investigaciones sobre Patagonia. Él había enviado el texto a la redacción de El Patagónico para que se difundiera a modo de promoción, y lejos de alabarlo, Abeijón lo cuestionó sobre la existencia de “Facón Grande”. Roberto Ezpeleta, el director del diario por ese entonces, no solo le envió esa crítica, sino también una edición del primer libro de don Asencio. A Bayer, que en ese entonces dirigía el suplemento Cultural de Clarín, le gustó tanto que decidió llevarlo a una editorial y dedicarle la tapa del suplemento, donde sentenció: “Este libro debería leerse en todos los colegios secundarios del país. Para que nuestros hijos comiencen a conocer nuestra tierra. Porque quién no conoce la Patagonia, no conoce la Argentina”. Era 1973 y Asencio comenzaba a traspasar las fronteras.

Abeijón en la redacción de El Patagónico.

EN PRIMERA PERSONA

La docente Viviana Polli, hoy retirada de la actividad universitaria, conoció de cerca a Abeijón. Cuando lo vio por primera vez el escritor comenzaba a traspasar los límites de la región. Ella, en tanto, daba sus primeros pasos en el periodismo tras haber terminado la carrera de Comunicación en La Plata y haber estudiado profesorado en Letras.

Viviana recuerda esos días como si fuesen hoy. “Asencio iba todos los días al diario, era una presencia que se hacía notar. Escribía en su casa y traía el material. Venía a trabajar mucho con Ezpeleta. Me acuerdo que un día, con una tremenda humildad, me pidió que lo ayudara a corregir sus trabajos porque tenía hasta cuarto grado. Felicidad Hernández que era profesora de Letras se había ido de la zona, y me pidió: ‘¿usted me podría corregir?’. Me pareció terriblemente humilde, la humildad del grande digo yo”. 

Polli asegura que la llegada de Abeijón despertaba a la redacción. Tenía grandes debates con David Aracena, y se sentaba a hablar con todos. “Aracena hacía las editoriales del diario en ese momento y era un poeta muy extraño porque había sido comisario en distintos lugares de la Patagonia", recuerda la docente. "Conocía mucho el movimiento de los paisanos. Entonces hablaban mucho de eso y yo estaba metida en el medio, era muy lindo enterarse. Pero él hablaba con todos, y después ya se iba caminando, por más que hiciera viento o nieve . Nos ofrecíamos a llevarlo, pero él decía: “no, yo sé cómo transitar estos caminos”.

Don Asencion junto a Viviana Poli.

Polli en ese entonces dividía su jornada laboral entre el diario de la calle Sarmiento y el Colegio Perito Moreno. Un día decidió llevar un cuento de don Asencio a los alumnos, y le gustó tanto que decidió invitarlo. Para él fue una experiencia inigualable, asegura la docente. “Él no lo podía creer. Recuerdo que cuando iba subiendo las escaleras me dijo ‘nunca soñé hacer esto’. Llegó, lo presenté, y cuando se estaba por ir una alumna que nunca hablaba, pide la palabra y le agradece de una manera que todavía me emociona recordar. Fue algo espontáneo, eso despertaba él. Fue un momento increíble”, asegura Polli, quien en 1999 , cuando ya era docente en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, presentó un proyecto de investigación sobre la narrativa del Siglo XX, y por supuesto incluyó a Abeijón.

El día que se inauguró la Biblioteca Municipal de Rada Tilly. La institución lleva el nombre de Asencio Abeijón, en homenaje a su figura. Foto: Archivo Majo Abeijón.

Como dice Polli, Asencio fue “un hombre muy firme en sus convicciones” y a pesar que Mosconi lo despidió por hacer política, nunca dejó de lado esa parte de su vida. No solo fue Constituyente nacional sino también diputado provincial en 1958 y 1963.

¿Pero qué fue lo que hizo que este escritor trascendiera las fronteras de la región con su literatura'.

Polli lo explica de una manera sencilla. “Él trasciende de una manera especial. Hay que reconocerle el mérito a Andrade que publicaba sus libros bajo su propio riesgo y después su encuentro con Osvaldo Bayer, que lo legitimó de alguna manera. Nadie es profeta en su tierra, tuvo que venir Bayer para decir que era bueno. Él abrió esa literatura del campo, pero vivida desde adentro, con una mirada de la Patagonia que a veces ni los propios patagónicos tenemos. Supo escuchar su silencio y eso es muy importante, porque no solamente es lo que dicen y lo que hacen, sino los silencios que tiene la Patagonia y que la gente muchas veces no ve”, sentencia la docente, en este 50° aniversario de “Apuntes de un Carrero Patagónico”, un libro que refleja lo que vivieron quienes hicieron grande este rincón inhóspito del país.

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