“La idea es recibir la vida como viene, acompañar a las personas, no juzgar, y acompañar codo a codo para mostrar que hay familia y hay hogar. Yo digo que se los recibe con amor, pero el amor que se muestra en obras porque acá tenés gente que te escucha”. 

Eugenia Bobobio, es operadora y parte del equipo de coordinación de “Familia Grande Hogar de Cristo”, uno de los espacios de contención social de la ciudad, que forma parte de la Diócesis de Comodoro. En total son cinco en la provincia y dos de ellos funcionan en la localidad, recibiendo a gente en situación de calle, con escasos recursos y en algunos casos con problemas de adicciones.

Como dice Eugenia, una docente de nivel inicial jubilada, se trata de “recibir la vida como viene”, sin juzgar y con el solo afán de ayudar. Así, cada día el hogar, que funciona en Providencia 1371 del barrio Quirno Costa, abre sus puertas para recibir a 30 hombres. Allí almuerzan, completan sus estudios quienes quieren hacerlo y se capacitan en diferentes oficios, con la esperanza de que puedan tener una salida laboral. 

Por supuesto, también van mujeres. En total son 31, todas de diferentes edades que asisten a los talleres. Algunas son víctimas de violencia de género, otras de la soledad por ser de otro lugar, entre otros problemas que Eugenia y el equipo de trabajo están dispuestas a acompañar.

“Recibimos de todo. Pero los varones suelen ser los que están en situación de mayor pobreza”, dice a ADNSUR. “Ellos acá no solo tienen comida; acá se bañan, tiene toalla, jabón, pueden higienizarse y pueden estudiar o descansar. Es una casa, como una familia, y en época normales también tenemos talleres con la ayuda del Municipio”.

Según cuenta Eugenia, antes de la pandemia al hogar iban maestras de carpintería, peluquería, costura y cocina. Ellas se sumaban a los espacios de música y acompañamiento espiritual que tiene el lugar.

Es que como dice “la idea es pasar la tarde de forma amena” y ayudarlos. “Nosotros queremos ayudarlos. Lo que buscamos es que Jesús esté en lo cotidiano, en las cosas de todo los días. A muchos chicos que no tenían donde vivir pudimos conseguirle un lugar con el esfuerzo de muchas voluntades. Por supuesto, no son gratis, pero ahí vamos dando respuestas, pero también educación con maestras, porque muchos dijeron ‘yo quiero terminar el secundario’ y ahí están las chicas apoyándolos. No es fácil: tienen que tener acompañamiento, como todo, pero se puede. Y las madres vienen a los talleres”. 

Eugenia admite que “la dinámica de la mujer es otra porque muchas tienen que cuidar a sus hijos”, pero también tratan de ayudarlas en lo cotidiano, “acompañándolas con un módulo de alimentos una vez al mes o dándoles ropa o frazadas”, porque como dice “todo circula, nada tiene que quedar acá”. 

LA ESPERANZA EN LA COLECTA ANUAL

El año pasado con la Colecta Anual de Cáritas, más el apoyo de Pan American Energy, el Hogar pudo terminar el Salón de Usos Múltiples donde hoy quienes asisten almuerzan, realizan ejercicios y charlan entre ellos. Por esa razón, este año esperan que la colecta sea un éxito, y así el lugar pueda seguir creciendo.

A diferencia de otros años, esta vez la actividad solidaria que comienza este sábado, se extenderá por toda la semana, y será en forma virtual a través de donaciones bancarias. No se utilizarán sobres como suele realizarse. 

Quienes puedan ayudar podrán hacerlo vía transferencia y de esa forma, colaborar con este tipo de espacios, donde lo recaudado se invierte en obras, alimentos, mantenimiento y elementos para los talleres; con el único objetivo de que puedan tener una salida laboral, u algo más importante: mostrarles otra vida, en muchos casos sin consumo.

Pero por supuesto, Eugenia no está sola, sino que está acompañada por un equipo de voluntarios que dejan horas de sus días, acompañando y escuchando a quienes lo necesitan. Teresa es una de ellas.

En su caso, se acercó al lugar para participar de unos de los talleres. Sin embargo, se terminó quedando como voluntaria. “Vine por primera vez porque iban a dar un curso de repostería. Entonces vine para eso, pero me atendió la señora Eugenia y me dijo que era para gente joven. Le dije que no había problema, pero me dijo que me quede y acá estoy, no podemos arreglarlo todo, pero uno coopera”, dice con humildad.

Teresa es ama de casa, asegura que algo de cocina sabe, lo básico, pero también aporta desde su rol de madre y abuela. Quizás por eso, quienes asisten al hogar la llaman abuela como una forma de devolverle el cariño que ella le brinda en forma gratuita. Es que como dice Víctor Hugo, un hombre que vino de Formosa hace poco más de un año y se quedó varado por la pandemia, en el hogar tienen esperanza. 

“Para nosotros es otro capítulo de la vida. En el capítulo anterior habremos tenido nuestros aciertos, nuestros errores, pero ahora estamos tratando de hacer las cosas bien”.

Víctor sabe de lo que hablar. El año pasado al venir en pandemia no pudo encontrar trabajo, y una chance que tenía se cayó. Desde entonces se arregló como pudo y sobrevivió como pudo, en la calle. 

“Quede sobreviviendo, pasamos todo el invierno en la calle, sin techo, teniendo que pasar el viento y frío, pero después mi amigo conoció este lugar y nos quedamos. Ahora somos los ayudantes, y estamos en una situación más cómoda. Por ahí hacemos trabajos de jardinería, de limpieza, tenemos conocimiento de herrería. Pero como diría mi abuelo ‘al trabajo no hay que tenerle miedo. Quizás cuesta, pero la posibilidad existe y hay esperanza”, dice con entereza.  

Mientras los hombres hablan, Eugenia escucha. Tiene esperanza que la gente colabore con la Colecta Solidaria de Cáritas para seguir ayudando a quienes lo necesitan, así como lo hizo hace seis años cuando comenzó con una alcancía en una cadena de supermercados.

Al ser consultada por cuál es la razón por la que ayuda, no duda. “Es un círculo. Hago las cosas con mucha alegría. A mi me hace bien lo que hago. No quiere decir que lo hago para sentirme bien, pero no podría estar sin ayudar a los demás”, sentencia. 

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