Busca trabajo y dice que se lo niegan por sus tatuajes
Tiene 9 en distintas partes del cuerpo; el más visible, en la cara.
TRELEW - Alejandra Aguerre tiene 37 años y vive en Trelew. Es mamá de 4 hijos. Y el hobby de algún momento de su vida hoy se convirtió en una pesadilla. Se realizó 9 tatuajes en distintos lugares de su cuerpo: la espalda, la cintura, los tobillos, el pecho, las manos pero en especial, y el más evidente, en la cara, que se lo hizo luego de ver a Mike Tyson en un programa de Tinelli. Hoy, dice que la discriminan por su aspecto. Necesita en forma urgente un trabajo. Se especializa en cuidado de niños, abuelos y realiza tareas de planchado. Espera que alguien no la juzgue por los dibujos en su cuerpo y la contrate.
La mujer recibió en su casa a Jornada y relató su historia. Una historia que viralizó hace algunas horas por las redes sociales aun sabiendo los comentarios negativos que seguramente generaría. Pero para su sorpresa la mayoría fueron positivos, de apoyo, de gente que le envió la mejor energía y le deseaba éxitos en su búsqueda laboral: su único error fue tatuarse. Y ahora, más allá del arrepentimiento, mucho no puede hacer. Solamente apelar a no ser juzgada ni discriminada, como dice que lo hacen.
“Al tener los tatuajes a la vista, me impide que pueda trabajar. He ido a pedir trabajo en una Pesquera. Decía un cartel: se necesita gente. El encargado me miró de arriba abajo y me dijo “ya está completo”. Tanta gente que necesita trabajar y la verdad, que me juzguen por un tatuaje me duele”, sintetizó Alejandra.
La discriminación no es solo una sensación. La vive todo el tiempo. Contó que hace algunos años trabajó en otra pesquera que por problemas financieros cerró. Pero cambiaron los dueños y reabrió. A ella no la quisieron volver a emplear.
“Cuido abuelos y hago limpieza. El papá de mis hijos me pasa el salario pero no me alcanza, pago alquiler y servicios, es imposible. Hago planchado también”, explicó la mujer, enumerando las tareas para las que podría ser ocupada y que necesita imperiosamente. Dos hijos, los mayores viven con ella y los dos menores con el padre.
En total Alejandra tiene 9 tatuajes. “El de la cara me lo hice a los 30. El primero fue en la cintura, luego el tobillo. Uno te lleva a otro. Mi error fue el de la cara”, reitera una y otra vez, como maldiciendo una decisión que en algún momento podrá (a través de costosos tratamientos) revertir.
Para disimularlo la mujer intentó de todo. “Me lo remarcó el tatuador para que no quede tan negro, me puso otro color. Intenté sacármelo. Pero me dicen que es una zona donde están los nervios y me puede quedar la cara paralizada. Lo dejé. No lo puedo maquillar porque no se tapa, probé y no se puede”, describió.
Alejandra, de noble personalidad, amable y dueña de una amplia sonrisa, respondió todas las preguntas acerca del motivo por el cual pasa hoy por una dolorosa situación. Habló sobre el tatuaje en su rostro. “Lo vi a Tyson en el programa Showmatch y dije: me lo voy a hacer. No salía antes tan caro como hoy. Me lo hice”, expresó, haciendo una mueca de impotencia.
Su necesidad mayor, más allá de la opinión de la gente por su estética, es laboral. Hizo hincapié en la urgencia que atraviesa. “Alquilo en la casa de una amiga. Ella ahora necesita esta vivienda porque espera un trasplante de riñón. Tiene que modificarla y edificar. Mientras estaba en tratamiento pude quedarme aquí pero ahora me tengo que ir. Con $3 mil que percibo por mes por mis hijos no puedo mantenerme. Necesito un trabajo urgente. No pretendo que nadie me regale nada, ofrezco mi trabajo”.
Y reiteró: “Por una cuestión estética, no me lo dan. Mi hijo tiene 19 años pero para que le den trabajo es menor. Está a prueba en Gaiman. Se va en colectivo todos los días. Es un trastorno. Estamos los dos en esta situación”.
Mostrarse no le fue una tarea fácil. Cuando viralizó su situación exponiéndose ante la sociedad para obtener solamente una fuente laboral, soportó todo tipo de comentarios. Pero, a favor de ella, la mayoría fueron de aliento, positivos. “Hay gente que habla bien. Otros que hablan mal”, manifestó.
Admitió que los tatuajes, hoy en día, son “más tolerados” por la sociedad en general. Es decir, llaman menos la atención. Recordó un hecho en particular: “La primera vez que salí con el tatuaje, fui al supermercados y toda la gente me miraba como si fuera Susana Giménez. Hoy es como si nada. Igual, impacta mal a la gente. No he visto a nadie más que se haya tatuado así”, afirmó sonriendo.
Se refirió a los tatuajes que posee: “Tengo uno en cada mano, en el pecho, en el brazo, en la espalda, en la cintura, en el tobillo y en la cara. Si no tenía éste (el de la cara) los demás los tapaba. De última, los otros eran las manos, lo más visible. Pero la cara es lo peor. Yo voy a algún lado y me miran mal”, afirmó.
Más allá de la angustia que siente cada vez que percibe el rechazo ante su búsqueda laboral, Alejandra se pone en el lugar del otro y hasta lo entiende. “Yo me pongo en el lugar de otra persona, pero el otro no se pone en mi lugar. Ya sé que si necesitan una niñera y aparezco tatuada, no les gusta. Yo lo entiendo, pero el resto a mí, no”.
Su estética y un tatuaje hacen que muchas veces no la valoren como persona y como trabajadora. Alejandra tiene mucha experiencia en el cuidado de abuelos, de niños y realiza planchado en casas particulares. Además ha trabajado en fábricas. Solo busca, contando su historia, que alguien la contacte y le dé el derecho, como a cualquier ser humano, de trabajar, de ganarse la vida dignamente y hacer frente a las cuentas mensuales que posee siendo que, además, es mamá de 4 hijos.
Los intentos de la joven para retirar el tatuaje del rostro fueron y son infinitos. “Ya me hice de todo. He probado con todo. Y sigo probando. Pero mi salud corre riesgo. Para sacármelo hay un tratamiento con láser pero necesito plata. Y para eso, trabajar. Es así, todo tiene que ver con todo”, expresó.
Está a punto de quedarse sin vivienda, sabe que le va a costar reinsertarse en el mercado laboral pero aun así no baja los brazos. Para finalizar, hizo un llamado a la solidaridad. “Ojalá alguien me llame”, pidió. Aseguró haber tenido tres propuestas pero nada seguro aún: “Un chico me dijo de acompañar a su mamá pero ella no quiere. Otra señora, en Rawson, quería empleada con cama adentro, pero no puedo, tengo hijos. Otra chica quería que le cuide a su bebé pero aún no hay nada seguro. Quiero agradecer a los que me avalaron en la publicación, quienes ponen puntos para que no se pierda. No pensé en que tantos entendieran la situación”.
Fuente: Jornada