TIERRA DEL FUEGO - El freno judicial duró unos meses y calmó las aguas, de un lado y del otro del Canal de Beagle. Pero ese freno se cayó y la expansión de las salmoneras en Chile está a punto de convertirse en un hecho. La polémica por la industria del salmón -entre sus beneficios económicos y su daño ecológico- se agita de este lado de la Cordillera.

La resolución de la Corte de Apelaciones de la ciudad de Punta Arenas, Chile, dejó sin efecto este martes un recurso de protección para "no innovar" en su producción que había sido presentado por Greenpeace Pacífico Sur. La decisión de la Justicia chilena generó preocupación entre ambientalistas y científicos de Tierra del Fuego.

Son oceanógrafos y miembros de ONGs que consideran a la actividad como "peligrosa" para el ecosistema de toda la zona. El fallo, en caso de quedar firme, permitirá a la empresa Nova Austral S.A avanzar con el proyecto de cultivo de 2 millones de salmones en cuatro jaulas a instalarse en el Beagle.

La clave es que temen que el avance trasandino de esos capitales noruegos reavive el proyecto para la instalación de salmoneras del lado argentino. 

Se trata de un convenio de cooperación entre el Gobierno nacional y la Innovation Norway, la agencia de negocios del gobierno noruego, que se comprometió a aportar 95 mil dólares, recursos de movilidad y personal para estudiar la factibilidad de instalar salmoneras en siete u ocho puntos de la costa fueguina.

Ese estudio debía estar completo para marzo. Ante la falta de información oficial, ONGs de Tierra del Fuego hicieron solicitudes de información y no obtuvieron respuestas. Mientras, el Concejo Deliberante de esa provincia aprobó la prohibición de infraestructura -como centros de engorde- propicios para la salmoneras en el ejido urbano. Eso no implica la prohibición de jaulas en el agua, desde donde podrían llevarse los salmones para procesarlos en Chile. 

Por eso exigen al gobierno de Tierra del Fuego una ley para proteger al canal de esta industria.

El argumento en contra no tiene grietas entre biólogos argentinos y chilenos: “El salmón es una especie exótica que depreda la biodiversidad nativa de peces".

La fuga de peces de las jaulas, como ocurrió en la isla Huar chilena, donde unos 900 mil salmones se escaparon de un criadero de la empresa noruega Marine Harvest, es uno de los principales problemas porque compiten con las especies nativas y se alimentan de ellas. Pero no es el único. 

"Si tomamos el ejemplo de Chile, las fugas de salmones, el abuso de antibióticos, algas tóxicas y residuos industriales en el fondo marino son moneda corriente y serán algunas de las consecuencias que esta actividad tendrá en Tierra del Fuego. Por ejemplo, la industria chilena usa 500 veces más antibióticos que en Noruega, primer productor mundial de salmón", explicó Adrián Schiavini, biólogo e investigador principal del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) con sede en Ushuaia, dependiente del Conicet.

"El impacto de esta industria sobre el canal y las especies que allí habitan será devastador. Al igual que en Chile, en Ushuaia hay enormes intenciones para replicar el mismo modelo: jaulas contaminantes en el medio del canal, que afectarán su belleza y su riqueza", explicó a Clarín Mauricio Ceballos, coordinador de campañas de Greenpeace.

Eso se traduce en la producción continua de materia orgánica y de desechos nitrogenados y fósforo que actúan como fertilizantes. Esa materia cae al fondo del Canal de Beagle, que empieza a perder oxígeno cuando los sedimentos son procesados por las bacterias.

"Ya está avanzando la instalación de las primeras jaulas de salmón en Puerto Williams, a orillas del lado chileno del canal de Beagle. La empresa Nova Austral tiene concesiones, otorgadas de manera irregular por la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura de ese país, para avanzar con cuatro proyectos y 138 jaulas en el canal", agregó Ceballos.

No es futurología, alegan desde CADIC. "Van a usar la misma tecnología que se utilizó históricamente a lo largo de la Patagonia chilena, y por lo tanto los efectos ambientales serán los mismos que se produjeron allá."

Los fertilizantes pueden favorecer el crecimiento de algas que, adheridas a los moluscos, generan la "marea roja" -precisaron- que los tornan peligrosos para la ingesta humana.

Respecto al fallo del martes, Alex Muñoz Wilson, director para América Latina del programa Pristine Seas de National Geographic, aclara a Clarín que no está nada dicho. "No habla de la cuestión de fondo. Cuando haya una sentencia firme esperamos que quede claro que estas salmoneras tienen permisos ilegales en Chile. Depende del Gobierno chileno caducar esos permisos. Y es preocupante que no se tenga en cuenta en Argentina la cercanía de estas salmoneras, que va a tener consecuencias en sus aguas". Wilson habló con este diario justo antes de embarcar hacia Ushuaia, donde el jueves presentará el documental "Yaganes: a defender el Canal de Beagle de las salmoneras".

En el poster de este documenta hay un lobo marino. No es casual, es el tercer problema de esta industria. "Una jaula de red, colgada en el mar, llena de salmones, es como poner un tarro repleto de caramelos en la puerta de un colegio, para que los chicos se sirvan. Para los lobos, los salmones gratis se obtienen empujando y rompiendo las redes", indicaron desde CADIC.

Gustavo Lovrich, doctor en Biología e investigador principal de esa central, aseguró que "el principal problema de la instalación de salmoneras es la producción continua de materia orgánica y de desechos nitrogenados y fósforo que actúan como fertilizantes. Esa materia cae al fondo que empieza a perder oxígeno cuando los sedimentos son procesados por las bacterias".

En la cría de salmones en cautiverio se utilizan antibióticos para curar enfermedades que detienen el crecimiento de los peces. Eso también tiene consecuencias. "Esa sustancia permanece en el ambiente o en los salmones, generando problemas en la exportación de los animales a mercados exigentes", remarcó.

Según biólogos y oceanógrafos consultados por Clarín, aunque las jaulas se instalaran a unos varios kilómetros del límite marítimo entre Argentina y Chile en el Canal Beagle, "las consecuencias del problema ambiental llegarán a nuestro país en poco tiempo porque no existe ninguna barrera natural que lo frene".

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