BUENOS AIRES - Frente a la exponencial expansión del coronavirus en el mundo, y las medidas preventivas de emergencia que muchas naciones afectadas por la pandemia comenzaron a tomar para con su habitantes, en Argentina la primera de alcance masivo recayó sobre el calendario académico. Por disposición del gobierno nacional, desde el lunes 16 de marzo hasta el martes 31 inclusive, todos los establecimientos escolares de los niveles inicial, primario y secundario del país suspenden el dictado de clases presencial.

Esta directiva obliga a los chicos a estar en casa, y a los padres a exprimir su creatividad en pos de hacerles, y hacerse, más llevadera la reclusión domiciliaria. En esto las pantallas​ pueden ser grandes aliadas, pero también las peores enemigas a la hora de restringir su uso diario. ¿Cómo combatir su utilidad cuando son, al mismo tiempo, fuente de entretenimiento y plataforma educativa?

Las nuevas tecnologías han revolucionado el mundo del aprendizaje en los últimos años. Quienes están en contacto con niños habrán observado que los dispositivos electrónicos en muchos casos pasaron a ser sus libros. Pero su contacto con la tecnología no termina ahí: cuando llegan a casa, muchos de ellos juegan con tablets y computadoras, un gran abanico de oportunidades para que los chicos estén frente a una pantalla.

En ese sentido, es la propia Organización Mundial de la Salud​ (OMS) la que advierte a los padres y educadores que deben ser cautelosos con el tiempo de permanencia de los pequeños frente a una pantalla.

Según las nuevas recomendaciones de este organismo, los niños no deberían tener acceso a ningún tipo de monitor mínimo hasta los dos años, y el tiempo máximo frente a uno de ellos no debería superar la hora entre los tres y cuatro años. La realidad, sin embargo, es otra: los estudios realizados al respecto muestran que los menores de hasta seis años pasarían unas tres horas al día frente a las pantallas (sobre todo ante la televisión) el doble de tiempo que hace veinte años.

El problema va en aumento, y dada la crisis sanitaria que vivimos y que los ha confinado a sus casas, los expertos ya prevén que solo irá para peor. Es más, los datos de un nuevo estudio arrojan resultados alarmantes: con el cierre de los colegios, el tiempo de los menores frente a las pantallas aumentará hasta en un 50%

Así lo constató la plataforma de bienestar y seguridad digital para familias Qustodio, que analizó las visitas de los menores de edad a páginas web y el tiempo dedicado a las aplicaciones móviles en Italia, desde que comenzaron su periodo de cuarentena el pasado 5 de marzo. Los resultados fueron claros: el número de ingresos y su uso se disparó hasta en un 50% en los primeros cuatro días. Al cabo de una semana, aumentó hasta un 71%.

En Argentina la suspensión de clases comenzó a regir este lunes, por lo que todavía no existe información al respecto, aunque todo indica que la imposibilidad de salir de casa, sumado a los recursos virtuales que tanto colegios privados como la propia cartera de Educación nacional pone al servicio de los alumnos, no hará más que incrementar el uso de dispositivos electrónicos.

Entonces, ¿cómo frenar el tiempo que pasan los niños frente a las pantallas cuando deben estar encerrados en casa sin nada que hacer? Son muchos los padres que se ven obligados a trabajar en casa y a cuidar a sus hijos al mismo tiempo, por lo que limitar el tiempo que sus hijos pasan delante de estos aparatos, y controlar lo que ven es un tanto complicado. Para solucionarlo, los expertos proponen establecer una rutina de horarios similar a la que tienen durante la temporada escolar, e intentar que se entretengan con otras actividades por la casa.

Armando Bastida, enfermero pediátrico catalán, propone mantener la mente de los más pequeños lo más ocupada posible con actividades apropiadas a su edad. En una publicación que ya se ha vuelto viral en Instagram​, el sanitario recomienda a los padres, ante todo, tener paciencia. Entre sus consejos apunta jugar con ellos y dejar que jueguen solos, además de involucrarlos, en la medida de lo posible, en las tareas del hogar. Para ello, elaboró un sencillo cuadro en el que muestra algunas ideas de lo que pueden hacer. 

En él, entre las opciones aplicables a los pequeños de estas latitudes, se pueden citar: a niños de 2 y 3 años se les puede encomendar guardar sus juguetes, acomodar los libros, volcar la ropa sucia en su canasto, ayudar a poner la mesa o buscar pañales y toallitas de higiene. Para los pequeños entre 4 y 5 años se pueden enumerar "obligaciones" como alimentar a la mascota, estirar la cama, ordenar el cuarto, regar las plantas, levantar la mesa y guardar la vajilla.

Si se involucra a los chicos en las tareas domésticas, siempre acordes a su edad, los recursos contra el uso exagerado de pantallas son numerosos.

En el caso de la franja de 6 a 7 años ya es posible exigirles mayor responsabilidad con tareas como sacar la basura, trapear los pisos, armar una ensalada, limpiar el jardín de hojas y regarlo y doblar la ropa limpia. En el siguiente grupo, entre los 8 y los 9 ya son capaces de poner un lavarropas (y luego colgar esa ropa), limpiar los muebles, guardar un envío del súper, cocinar unos huevos o alguna galletita, sacar a pasear al perro o limpiar la mesa.

Los más grandecitos entre los 10 y los 11 pueden incluso limpiar el baño, aspirar alfombras, cortar el césped, preparar algún plato sencillo o resolver alguna costura sencilla. Los preadolescentes, en tanto, de 12 años en adelante están habilitados para cambiar lamparitas (corte de luz mediante), lavar el auto, pintar una pared, hacer alguna compra a pocas cuadras, limpiar vidrios, cocinar platos simples y cuidar a los hermanos menores. Por supuesto que siempre, todo, con la supervisión de los adultos.

El tiempo que los menores de edad pasan ante una pantalla preocupa a padres y médicos porque un uso excesivo se relaciona con problemas de visión, de atención, de lenguaje y, sobre todo a mayores edades, con menos horas de sueño y peor rendimiento escolar, entre otros efectos dañinos, que también llegan al estado emocional y al comportamiento.

Aunque la situación es extraordinaria y no ofrece escapatoria, lo que debe evitarse es que esta sobreexposición de los chicos frente a las pantallas se vuelva la regla y no la excepción. 

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