De Comodoro al Colón: Virginia Guevara, la cantante lírica que llegó a la cuna de las grandes voces argentinas
Era chiquita cuando Virginia Guevara comenzó a cantar las canciones que escuchaba en las películas de Disney que veía. Por ese entonces, no sabía que el canto lírico se iba a convertir en su vida y la iba a llevar al Instituto Colón, cuna de las grandes voces de Argentina. Este domingo, te contamos la historia de esta joven que sueña en grande y quiere traspasar las fronteras con su voz.
Cuando era chica, Virginia Guevara salia al patio de su casa y le cantaba a los animales. Era apenas una niña y quería imitar a las dos princesas que veía en sus películas favoritas de Disney: Blancanieves y Aurora. Casi 20 años después, ella recuerda aquellos días con alegría, a fin de cuentas terminaron marcando su camino.
Virginia tiene 23 años, es nacida y criada en Comodoro Rivadavia, y hoy es una gran cantante lírica que sigue perfeccionando su voz, nada más y nada menos que en el Instituto Colón, cuna de grandes voces argentinas. Esta última semana visitamos su casa en Ciudadela y juntos recorrimos parte de su historia.
CANTAR A LA VIDA
Según cuenta Virginia, ella canta desde que tiene uso de razón. Primero las canciones de sus heroínas de Disney, y un poco más adelante canciones de Gina María Hidalgo y María Callas.
“A partir de los 3 años y medio empecé a cantar, a copiar sonidos, porque teníamos una videocasetera y me gustaba mucho copiar a Blancanieves y Aurora, principalmente en las escenas que cantaban con animales. Así empecé, pero cuando tenía unos 8 o 9 años en la casa de mi abuela Lidia escuché un disco de pasta de Gina María Hidalgo, y empecé a escuchar, copiar sonidos, y darle como esa forma”.
Virginia asegura que Hidalgo fue como una luz para ella; pasaba horas enteras cantando “Concierto para una sola voz”, canción que le gustaba a su mamá. Eso marcó un antes y un después. De las canciones de Disney había pasado a algo más serio. Sin embargo, aún faltaba mucho tiempo para sellar su amor absoluto con el género que acompaña su vida, lo que sucedió cuando tenía 12 años, y le regalaron un cd María Callas, la cantante de ópera más importante del siglo XX. Ahí entró del todo al mundo de la opera.
Con su pasión declarada, al poco tiempo Virginia comenzó a asistir al Coro Municipal de Niños, donde estuvo dos años. En esa época también participó de los Juegos Evita, donde cantó “O mio babbino caro” de la ópera Gianni Schicchi de Giacomo Puccini.
En ese certamen obtuvo el tercer lugar en forma compartido, y el jurado le recomendó que vaya “a otro concurso más avanzado porque tenía demasiada técnica para estar ahí”.
Fue entre bambalinas de ese certamen, que conoció a Sandra Van Raap quien la invitó al Coro Amistad Sur, donde terminó de volcarse de lleno al canto lírico, algo que recuerda con nostalgia y agradecimiento.
“Fue una época muy linda, porque ahí empecé a cantar en el Teatro Español. La primera vez que canté con ellos tenía 15 años y nos presentamos en el auditorio del Centro Cultural. Después empezamos a cantar cada vez más, pero lo más lindo era cantar en el Teatro Español”, dice Virginia a la distancia.
La joven admite que ellos fueron el motor para que se quedará en este camino, quienes la impulsaron a seguir, combinando el canto con la vida escolar, y cantando por supuesto en todos los actos que había. Sin embargo, hasta ese momento cantar era un hobby para ella. Virginia quería estudiar veterinaria y no veía en la música un futuro.
Para cambiar el rumbo fue fundamental la mirada de Marta Lafontei, quien se jubiló en el Teatro Colón como corista, y la incentivó a que se vaya a Buenos Aires y pruebe ingresar al instituto.
Con el apoyo de su madre, y sabiendo que si le iba mal podía estudiar veterinaria, Virginia fue a Buenos Aires con su sueño a cuestas, aunque le costaba creer que podía tener chances, admite varios años después.
“No me sentía especial, que era alguien que merecía ir al teatro Colón. Si soñé desde muy chica cantar ahí, pero era algo súper lejano. Recién estaba terminando el secundario y lo veía algo complicado”.
DE COMODORO AL COLÓN
Virginia finalmente viajó junto a su madre a Buenos Aires. Luego de 24 horas llegó a Capital. Sin embargo, no fue todo color de rosas. A un alojamiento feo, se sumó que en el Colón conoció a Demian Apicella, un gran pianista que le cuestionó porque se presentaba sino sabía leer partituras. Nerviosa, asustada, la joven la pasó mal, pero su papá, un suboficial cordobés, retirado de la Fuerza Aérea , la relajó con chistes, y al otro día, ella se levantó renovada.
Virginia recuerda fue la anteúltima de la prueba. Durante varias horas vio como entraban y salían otros postulantes. La mayoría ingresaban con una gran sonrisa y salían como si le hubiesen sacado el alma.
Cuando le tocó a ella estaba nerviosa, no sabía con que se iba a encontrar. Tal como le dijeron se paró a una distancia prudencial del piano y cantó “Casta Diva Norma”.
Lejos de pasarla mal, como se imaginaba, para ella fue una fiesta, tanto que los maestros la acompañaron hasta en el coro de la canción.
Luego de 10 minutos, Virginia terminó su prueba frente a 22 jurados, y cuando salió Rozita Zozulia, la decana de lírico, le preguntó a ella si tenía la posibilidad de instalarse en Buenos Aires. Es que el Instituto tenían la intención de becarla para que se preparará y vuelva a rendir el próximo año. Condiciones tenía pero le faltaba técnica, uno de los requisitos indispensables del Colón.
SOÑAR MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS
Luego de un año de preparación Virginia tuvo el promedio de ingreso más alto en cuanto a técnica vocal y repertorio, y fue una de las 14 personas que ingresó entre 450 postulantes en 2017.
En la actualidad, la joven se encuentra en tercer año de la carrera y ha aprendido de grandes maestros como Enrique Ricci, Anibal Ditarelli, Eduviges Picone y Mónica Philibert.
A Virginia también la han convocado para participar en diferentes trabajos, como Ópera Armida, un proyecto que realizó el Instituto del Teatro Colón junto a la embajada francesa en Argentina y la Escuela de Música Barroca de Versalles, trayendo réplicas de instrumentos de la época.
Pero eso no es todo. También obtuvo una mención de Honor en el concurso Alejandro Cordero, y realizó su primer concierto en el Templo Libertad, una experiencia mágica, según describe.
Hoy por la pandemia, la joven continúa estudiando en forma virtual. Por esa razón a finales del año pasado volvió a Comodoro Rivadavia, donde ha realizado conciertos en distintos espacios de la ciudad, haciendo música popular, con el objetivo de que la gente la conozca y se acerque al canto lírico.
Sabe que todavía le queda todo un año para terminar sus estudios. Sin embargo, ya tiene definido lo que quiere. “Mi idea es irme del país porque me di cuenta que lo que yo hago en Argentina no es muy valorado y afuera es todo lo contrario. Acá hemos buscando ayuda cultural de muchas maneras, pero nadie nos dio una mano. Si yo llegue donde llegue con lo poco que tengo voy a seguir con ese poco que tengo, y voy a irme con la conciencia de saber que lo hice, y lo hice bien. El problema es que hay muchos iguales que vos, pero lo importante para mi es enriquecerme, siempre buscar más, porque el canto lírico para mi es en parte liberador, es un salvavidas, y lo que me va a conducir a tener mi propia casa, que siempre soñé. Es mi forma de vida”, sentenció esta joven que se animó a soñar y convirtió su fantasía de niña en una realidad.