Del petróleo al queso: la increíble historia de una mujer que revitalizó un oasis en Vaca Muerta
Glenda Hansson, una emprendedora neuquina, revolucionó el campo con quesos de autor que son un furor en la región. Su tambo "La Soñada" es un ejemplo de innovación en plena zona hidrocarburífera.
En un lugar de Rincón de los Sauces, rodeada de la actividad petrolera de Vaca Muerta, Glenda Hansson transformó su vida y la de su familia al crear La Soñada, un tambo artesanal que produce quesos de autor que hoy son muy populares en Neuquén y provincias vecinas.
"En Vaca Muerta hay vacas vivas y en producción", afirma Glenda, quien se mudó hace seis años desde Cutral Co al campo de su marido, Javier Mesplatere. Al principio, la idea de trabajar en el campo le resultaba ajena, pero su historia dio un giro cuando Aurora, una vaca que compraron, la llevó a descubrir su verdadera pasión: la producción lechera.
Un queso único en la región
Lo que comenzó con una vaca y mucho esfuerzo para aprender a ordeñarla, pronto se convirtió en un emprendimiento familiar. La Soñada ahora produce una variedad de productos lácteos, entre ellos quesos de autor que destacan por su originalidad, como el queso con almendras maceradas en licor Tía María, que se ha vuelto un éxito rotundo.
“Nuestro objetivo era diferenciarnos y hacer algo único en la región, y lo logramos con un queso de almendras. Es un producto que nadie más produce en Neuquén y se está imponiendo en toda la provincia”, cuenta Glenda, quien además tiene en su repertorio productos como el queso ahumado de cebolla con orégano y otros sabores innovadores.
El tambo familiar y la constante innovación
El tambo no solo es el centro de producción de quesos, sino también de yogures y dulce de leche. Con un rodeo creciente y una producción diaria de 150 litros de leche, la familia Hansson se encarga de todo, desde la ordeñada hasta la fabricación de los productos.
Javier la acompaña en las labores y sus hijas, Uma y Angelina, también forman parte del trabajo en el campo, ayudando con la guachera y las 450 gallinas ponedoras que completan el ciclo productivo de La Soñada.
“Todo esto es un trabajo sacrificado que no tiene mucha valoración, pero a mí me da felicidad. Encontré mi lugar en el mundo, y mi pasión está aquí, entre las vacas y los quesos”, reflexiona Glenda, quien nunca imaginó que un cambio de rumbo la llevaría a convertir un terreno en un oasis de sabor en medio de la industria petrolera.