“Hacía cómo 60 años que no iba a la escuela y pasó todos los días al frente”, dice Domingo Mansilla. Son las cuatro de la tarde, y el hombre de 82 años mira la tele, mientras su compañera infaltable, la radio, descansa sobre la mesa de comedor. 

Allí, donde pasa sus tardes, él recibe a ADNSUR, dispuesto a contar qué lo motivó a acompañar una iniciativa solidaria a favor de la Escuela 119°, aquel establecimiento del barrio Pietrobelli donde hizo la Primaria. Para entenderlo es necesario ir al principio. 

DE CHILE A ARGENTINA

Domingo nació en Chile, y en el 44, cuando tenía 5 años, sus padres decidieron dejar Chiloé y venir a la pujante Comodoro Rivadavia. Su viejo ya había venido siguiendo los pasos de su tío. Por eso cuando emigraron vinieron a Bahía Solano, a vivir en la casa grande de su pariente.

Poco tiempo después de llegar, su padre consiguió trabajo en Comferpet, la actual Petroquímica, y se mudaron a Manantial Rosales, donde la compañía les dio una casa. Por eso, cuando tuvo que iniciar sus estudios primarios, Domingo terminó yendo a la Escuela 91 de Valle C.

Allí hizo hasta tercer grado. Es que cuando se acabó el trabajo en la histórica empresa de Comodoro, junto a su familia tuvieron que buscar nuevos rumbos. Su padre encontró trabajo en el puerto y se mudaron a la casa que construían en el barrio Pietrobelli, donde Domingo tiene su corazón, y donde se hizo eterno su vínculo con la Escuela 119

Una vez que terminó la primaria siguió sus estudios en el Colegio Deán Funes, donde se recibió en el 59. Enseguida junto a varios de sus compañeros consiguió trabajo y comenzó su aventura en la industria petrolera. Es que asegura que antes era distinto; no había tanta gente y tampoco tanto trabajador especializado. 

“En aquel tiempo no había gente. Vos estabas 10 minutos sin trabajo y enseguida conseguías algo, porque no había gente y menos especializada. Así que los sueldos los ponía el empleado, no la empresa”, cuenta sobre sus inicios. 

Domingo en sus tiempos de juventud.

Domingo cuenta que con su primer sueldo se compró una moto, y nunca más dejó las dos ruedas. Incluso hoy en su comedor tiene una que utiliza cuando tiene ganas de despuntar el vicio.

En lo laboral una de las primeras experiencias que tuvo fue en San Juan, donde tuvieron que trabajar en 70 pozos durante un año. Recuerda el viaje en caravana, el calor de la zona y algunos trabajos que hicieron para particulares.

En total, este mecánico de pozos petroleros pasó por siete empresas en su carrera, la última fue Copgo como supervisor, y en 2000 se jubiló, tenía 60 años. Por entonces ya única hija, Cristina, ya era grande. 

Domingo en su último día de trabajo.

LAS GANAS DE AYUDAR

Cuenta Domingo que esta no es la primera que colabora con un establecimiento educativo. Mientras Cristina estudiaba también lo hizo con la Enet N° 2, cuando daba sus primeros pasos. ¿Pero qué es lo que motiva a este hombre a colaborar?. Él responde.

“Siempre me gustó colaborar en los lugares donde no hay colaboración. Cuando empezó la ENET nos llamaron para conformar la cooperadora. En la reunión dijeron que necesitaban tal y tal cosa, y conseguí 44 morsas para los estudiantes. Me acuerdo que el director pensaba que no las iba a conseguir, pero al otro día lleve la mitad”.

Este año, como todos los días, Domingo iba al barrio Pietrobelli a realizar las compras, hasta que un día que pasó frente a la Escuela 119 se dio cuenta que era el momento de hacer eso que quería hace mucho.

“Yo siempre le decía a mi hija que le debo algo a la escuela, así que dije ‘tengo que ir, le tengo que donar una bandera por el Día de la Bandera’. Unos días antes fui a la escuela, me presenté con la directora y me pregunto qué lo trae por acá. Le dije que fui ex alumno de esta escuela y quería hacer una donación. Me dijo que el acto lo iban a hacer el lunes, pero tenía un problema porque los árboles crecieron tanto que estaban más altos que el mástil. La cosa que el sábado estaba listo, y yo conseguí la bandera, rulemanes, soga, y todo donado”.

En el acto del Día de la Bandera fueron pocos los invitados, por la pandemia, y entre ellos estaba Domingo. “Era el único abuelo dice entre risas”, al recordar este momento que se sumará a su catálogo de vida. “La directora habló y dijo que después de tantos años vino este ex alumno que se acordó de la escuela. Pero yo no me acordé de la escuela ahora, yo pasaba todos los días y sabía que tenía que hacer esto”, dice con orgullo.

Un invitado de lujo en el último acto del Dia de la Bandera.

Tras esa ceremonia, Domingo le preguntó a la directora, Patricia Ojeda en que podía ayudar. Ella le comentó que iban a comenzar una campaña para pintar la escuela, y él, lejos de esquivarle al pedido, se hizo cargo y comenzó a juntar cosas. 

“La directora me comentaba que quería pintar, pero nadie colaboraba, y es un poco así porque el que tiene un negocio grande te dice que están cansado de dar colaboraciones, pero los negocios chicos no, algunos te dan 14 mil pesos en cosas, en otros 6 mil. La verdad es que juntamos bastante cosas”.

Domingo asegura que ya tienen rodillos, pinceles, lijas, pintura, materiales para arreglar el revoque, pero falta pintura, “quizás 30 baldes de 20 litros”, pero de algo está seguro este abuelo de 82 años que decidió ayudar a la escuela donde pasó sus días de niños. “La vamos a luchar hasta conseguirlo", dice con orgullo y sin achicarse, demostrando que para ayudar no hay edad.

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