Ariel Malvino era un estudiante de abogacía de 23 años. Se encontraba de vacaciones con sus amigos en Brasil cuando tres rugbiers correntinos lo asesinaron en una feroz golpiza. Luego de 17 años, el caso no llegó a juicio y ninguno de los acusados estuvo detenido.

Eduardo Braun Billinghurst, Horacio Pozo y Carlos Andrés Gallino Yanzi fueron los jóvenes señalados por testigos como los responsables del brutal crimen. Los tres eran amigos y tenían otro común denominador: todos venían de familias de clase media alta, con cargos políticos o estrecha relación con funcionarios de la provincia de Corrientes. Ese fue el motivo por el que las crónicas de la época empezaron a llamarlos “hijos del poder”.

Las dos veces que declararon ante la justicia, los imputados se mantuvieron firmes en su inocencia. Aseguraron no conocer a Malvino ni haberlo golpeado. Después de años de avances y retrocesos al ritmo de la burocracia y con obstáculos, en algunos casos, inentendibles, el último intento de la defensa por esquivar la elevación a juicio oral de la causa fue durante la pandemia. Todos los planteos fueron rechazados, pero el proceso todavía no tiene fecha.

“El crimen fue cometido por motivos fútiles –o innobles–: un simple comentario despreciativo hecho por la víctima en relación a la conducta de los denunciados” que se estaban peleando con otro grupo de chicos. Así resumió el caso en 2017 la jueza Elaine de Souza Freitas, cuando ya habían pasado 11 años del homicidio.

Es que de acuerdo a la reconstrucción que hicieron los investigadores, el 19 de enero de 2006 en la calle general de la playa de Ferrugem, alrededor de las 5 de la mañana, Gallino Yanzi, Pozo y Braun Billinghurst participaban de una pelea con otro grupo de jóvenes y Malvino, que observaba la escena de cerca pero sin tener nada que ver en el conflicto, “hizo en voz alta un comentario despectivo sobre la actitud de los denunciados destacando la estupidez de las personas involucradas en la pelea”.

Los tres imputados por el crimen de Ariel.

La mala fortuna quiso que esas palabras, dichas al pasar, llegaran a oídos de los acusados y les llevó solo un instante cambiar el blanco de su furia. Según consta en el expediente, Gallino Yanzi y Pozo le reprocharon a Malvino su comentario y se abalanzaron sobre él sin esperar respuesta.

La víctima pudo eludir los primeros golpes pero, siempre en base a la imputación, Pozo “consiguió arrojarle en forma certera un puñetazo en el maxilar” y Malvino se desvaneció. Para ese momento, Braun Billinghurst ya se había sumado al ataque y “con la inequívoca intención de matar, se apoderó de una piedra con un peso aproximado de 17,5 kilos que se encontraba en el lugar del hecho, e irguiéndola (sic) sobre su cabeza la arrojó violentamente contra la víctima”.

“El resultado letal pretendido no llegó a consumarse solamente por circunstancias ajenas a su voluntad”, afirmó en su momento el Ministerio Público. Al caer desmayado, Malvino dio con la cabeza contra el suelo y ese golpe fue, para los forenses que hicieron la autopsia, el que le provocó la muerte.

SIN CONDENAS

Gallino Yanzi y Pozo fueron imputados de “forma definitiva” por el delito doloso de lesiones corporales con resultado de muerte. A Braun Billinghurst, por su parte, lo acusaron de tentativa de homicidio agravado, ya que se le atribuye haberle arrojado una piedra a Malvino cuando éste estaba tirado en el piso tras haber sido derribado a golpes por los otros dos sospechosos.

Se tomaron declaraciones y se reunieron pruebas, pero las traducciones del portugués al castellano y viceversa hicieron que los tiempos procesales se estiraran durante tanto tiempo que se llegó a pensar que el asesinato de Ariel Malvino quedaría impune.

“Estamos viviendo hace muchos años una justicia desigual, con victimarios con derechos y víctimas desprotegidas. Sufrimos en carne propia el destrato, el ninguneo y hasta la humillación. Once años estuvimos ‘presos’ nosotros, pero ‘presos’ del dolor, de la indignación, por eso merecemos que ahora haya justicia”, dijo oportunamente el papá de la víctima a los medios.

QUE PASÓ CON LOS IMPUTADOS

Según un informe publicado por la agencia de noticias, Eduardo Braun Billinghurst está casado, tiene dos hijos y maneja una empresa junto a su hermano Lautaro (quien también estuvo de vacaciones en Ferrugem en 2006) dedicada a la venta de maquinaria pesada como representantes de una marca internacional. La madre de ambos, Nidia Billinghurst, se convirtió en los últimos años en jueza de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo de la provincia.

Gallino Yanzi ya no vive Corrientes, se mudó a Neuquén y con su pareja tiene una empresa turística en San Carlos de Bariloche, que ofrece excursiones y actividades como trekking, mountain bike y kayak. Pozo está casado y tiene dos hijos. Es veterinario pero trabaja en una empresa constructora propiedad de su familia. Su papá es diputado del oficialismo.

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