Este sábado falleció en su hogar de París el actor francés Jean-Paul Belmondo. Tenía 88 años. Su abogado fue quien este lunes confirmó la noticia del deceso de uno de los intérpretes más consagrados del cine francés.

“Estaba muy cansado desde hacía algún tiempo. Se apagó tranquilamente”, precisó su abogado, Michel Godest. 

Apodado en el mundo del cine como “Bébel”, Belmondo participó en 80 películas y formó parte esencial de la Nouvelle Vague gracias a su trabajo con Jean- Luc Godard en Sin aliento, la ópera prima del director que se transformó en manifiesto del nuevo cine francés de los años sesenta y que hizo de su protagonista uno de los rostros más representativos no sólo de pantalla grande sino de Francia.

Si Catherine Denueve era su Marianne y Alain Delon el reflejo de la belleza perfecta sin tiempo, Belmondo, nacido en 1933, representaba a las calles de París, a sus rincones más marginales, interpretando a delincuentes y sus contrapartes policiales con igual aplomo y un guiño cómico como el comisario que encarnó en El marginal (1983).

Antes de que Sin aliento lo llevara a la cúspide de la popularidad, el actor había trabajado con otro de los grandes realizadores de su país, como Claude Chabrol, Francois Truffaut (La sirena del Mississippi), Alain Resnais (El caso Stavisky) y Jean Pierre Melville (Un cura; El soplón), muchas veces jugando al ladrón, el pícaro o el buscavidas que su aspecto sugería y su encanto natural sostenía.

Nacido en Neuilly-sur-Seine, un suburbio parisino, su infancia de todos modos transcurrió en la capital francesa adonde se mudó su familia por el trabajo de su padre, un escultor que daba clases en la Academia de Bellas Artes. Su crianza de clase media no encajaba con los papeles que le ofrecían cuando decidió dejar de lado el boxeo, su primera pasión, por la actuación. Sin embargo, después de pasar un tiempo como soldado en Algeria, Belmondo se inscribió en el conservatorio nacional de arte dramático del que se graduó en 1956. Casi de inmediato comenzó su carrera profesional primero en el teatro, con pequeños papeles cómicos y luego llegó al cine, el medio que lo convirtió en una estrella reconocida en todo el mundo. Y aunque su rostro de nariz rota y sonrisa franca y pícara además de su enorme carisma atraía a la industria de Hollywood, a Belmondo nunca le interesó esa posibilidad. Y, de hecho, años después de su época más exitosa hablaba abiertamente de su enojo con la industria del cine norteamericana por sus intentos de “asfixiar” a la producción francesa en las salas.

Durante los años sesenta realizó otros dos films con Godard (Una mujer es una mujer y Pierrot, el loco) y al mismo tiempo se convirtió en un imán para la taquilla con películas como El hombre de Rio incluso en los setenta se asoció con su amigo Delon en la superproducción de época Borsalino, para luego dedicarse a protagonizar películas de acción producidas por su propia compañía.

Su larga y exitosa carrera, que incluyó un premio César al mejor actor en 1989 por su trabajo en Itineraire d’un enfant gate, de Claude Lelouch, se vio interrumpida en 2001 cuando sufrió un ACV del que pudo recuperarse para aparecer ocho años después en el film Un Homme et son chien, que resultaría su último largometraje.

Con información de La Nación

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