Sin dudas el juguete fue furor en nuestra infancia; todos tuvimos o vimos uno alguna vez. Pero, siendo sincero, no recuerdo a nadie que lo haya resuelto. Había chicos y chicas que llegaban a la escuela con el cubo armado, eso sí, pero el engaño no se mantenía en pie ni dos minutos. Primero porque no podían explicar cómo lo habían logrado: “Estuve toda la noche. Le di y le di, me puse hasta que lo armé” decían, incapaces de explicar un método o secuencia lógica que los hubiera llevado al éxito. Su argumento era que “le habían puesto mucho huevo” y se hacían los ofendidos porque, obviamente, nadie les creía.

Segundo y fundamental: después de sopesar el cubo y mirarlo con atención  se percibían en él algunos detalles, ciertas desprolijidades. Había perdido su pureza, su perfección inicial. Parecía todo machucado y el engaño quedaba revelado, expuesto a plena luz del día: “Andaaa gil, si le sacaste los stickers…” y nos terminábamos riendo.

Ahora es muy diferente. Para sacarse las ganas, lo primero es descargar en el teléfono una buena aplicación. Yo bajé Cube Solver y en minutos estaba listo, perfecto y armónico en la palma de mi mano. El mecanismo es sencillo: informás a la App cómo está cada cara y, después de unos segundos de procesamiento, te indica en cuántos movimientos podés resolverlo. Los hacés y ya está, mirá qué fácil.

Cubo de Rubik, el juguete más vendido del mundo.

No festejes, no deja de ser trampa. Tiene la utilidad de mostrarte que el armado es muy factible, que cualquier posición del cubo precisa, en promedio, apenas veinte pasos para que la magia esté hecha. Estamos, sin embargo, igual que al principio: el cubo esta armado pero nosotros no hemos entendido nada.

Aprovechemos que el creador, Erno Rubik, todavía no cumplió ochenta y goza de buena salud.  Aprendamos un poco.

DETRÁS DE LA CORTINA DE HIERRO

Basta ver cualquier libro o artículo sobre los años 80 para encontrarlo, en primer plano o como telón de fondo: Stallone y la saga de Rocky, el Pacman, Madonna, la Commodore 64, ET y Volver al futuro… Y el cubo ahí, en su enorme complejidad y su aparente sencillez, ícono de una década de  expansión global del capitalismo. Su génesis, sin embargo, es muy distinta.

Su creador nació en Budapest, Hungría, casi al final de la segunda guerra mundial. No era una época fácil, así que para ser niño había que ingeniárselas. “Me gustaba crear cosas desde cero, creo que ese tipo de juguetes son lo mejor que se puede tener. El mundo que nos rodea está lleno de objetos que se pueden usar como juguetes; puedes transformarlos, construir algo, definir las reglas”.

El primer Cubo Rubik.

En la escuela secundaria se inclinó por el arte, pero eligió arquitectura como carrera universitaria. Una vez recibido le ocurrió lo que a muchos jóvenes: quería seguir aprendiendo y no se sentía listo para enfrentar el mundo real. Giros en apariencia azarosos pero que van construyendo una secuencia lógica, Erno volvió al primer amor y eligió Artes Aplicadas para hacer su posgrado. Se recibió y se quedó como docente por veinte años.

 “Me la pasaba pensando en distintas formas de impartir clases y enseñar, porque mi materia principal era comprender el espacio y compartir ese conocimiento e interés con los jóvenes. Me puse a hacer experimentos y maquetas a partir de mis ideas. Así llegamos al Cubo”.

Juguete y obra de arte, siempre unido y a la vez compuesto por 54 piezas móviles que establecen 43 quintillones de posiciones diferentes, el cubo estaba listo. Erno fue el primero en enfrentarlo; era su creación pero resolverlo le llevó un largo mes, lapso en el que muchas veces pensó que era imposible. 

“Después de eso quise ver la reacción de mis amigos, porque lo realmente fascinante es eso, poder compartirlo. Estaba seguro de que les iba a gustar; en el fondo soy un hombre muy corriente, y lo que me gusta a mí también puede gustarle a mucha gente”.

 Así fue. En 1979 se dio a conocer en la feria del juguete de Núremberg. Ya era un pequeño fenómeno en Hungría, pero la explosión ocurrió entonces. Muchas corporaciones no le adjudicaron posibilidades, convencidas de que a las personas de Occidente no iba a gustarle algo tan difícil.

 Unos cuatrocientos millones de cubos vendidos parecen demostrar que estaban equivocados.

CÓMO ENVEJECER

Hay reglas no escritas que siempre se verifican: al boom le sigue el silencio, al éxito desmesurado le sobreviene el olvido. Debe ser cierto, también, que hay algunas excepciones: el cubo está siempre ahí, cada nueva generación se apropia de él a su manera y lo vive como una novedad.

Algo debe tener en la simpleza del diseño y la complejidad del desafío. Algo de frontera, de puente entre nuestra vieja realidad de objetos y el nuevo mundo digital.

“Creo que es fundamental ser abierto y ser curioso. Si pierdes la curiosidad es una tragedia; la curiosidad por lo que sucederá mañana es lo que necesitas para llegar a mañana, así que es muy importante”. Algo de eso que nos dice Rubik debe ser imprescindible para que las piezas encajen en su lugar.

 En el cubo y en la vida misma.

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