COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) – El coronavirus es una amenaza en Argentina. En Comodoro los contagios han sido leves y solo se ha registrado un deceso desde que se inició la pandemia en marzo pasado. En Buenos Aires la lucha muestra la otra cara de la moneda, la más cruel, que se pelea en terapia intensiva y que muchas veces termina con el final menos esperado.

Hernán Barreda Correia es uno de los médicos que día a día combate el coronavirus en el Sanatorio Güemes, el centro asistencial con mayor cantidad de pacientes infectados desde aquellos primeros días de otoño.

Comodorense, amante de la náutica y nieto de un conocido hombre de la ciudad, este joven de 31 años le pone el pecho al Covid, desde hace 134 días.

Día a día Hernán llega al “Piso 17” donde se encuentran internados los pacientes leves y moderados. Además, tres veces por semana – martes, jueves y sábado - juega de titular en la sala de emergencia; el espacio donde se termina decidiendo la severidad del paciente y su destino: la sala general del piso 17; la terapia intermedia, donde Hernán está los fines de semana o la terapia intensiva, donde juega el partido más difícil.

Al otro lado del teléfono a Hernán se lo escuchá entusiasmado, con ganas. Hace tres años que está en el Güemes donde realiza la residencia en clínica médica. Sin embargo, admite que se viene un momento complicado en la lucha contra el coronavirus.

“Estamos probablemente en el momento más álgido de la pandemia. Agosto va a ser el mes más complejo, pero espero que a partir de ahí empiecen a disminuir el número de casos. Estamos viendo que los casos son más y más complejos porque solamente estamos recibiendo los casos moderados y complejos, los otros realizan tratamiento ambulatorio”, explicó a ADNSUR.

UN HIJO DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA

Hernán nació en Comodoro Rivadavia, tiene 31 años y se fue a estudiar medicina a la Universidad de La Plata hace 13 años luego de haber cursado sus estudios en la Escuela 83 y el Colegio Biología Marina, al cual le agradece la formación “en el área biológica” que le sirvió para afrontar sus estudios universitarios.

Amante de la navegación y el mar, “es un hijo” del Náutico Comandante Espora, donde además de practicar diferentes disciplinas fue profesor.      

En 2006 cuando terminó la secundaria decidió continuar sus estudios en La Plata, en Comodoro aún no estaba la carrera de Medicina que este año iba a dar sus primeros graduados, y hace tres inició la residencia en el Güemes, donde además hace emergencia, con el objetivo de avanzar en una jefatura en residencia en el corto plazo.

Hernán asegura que ser parte de los equipos médicos que luchan contra el coronavirus es “un desafío”, y explica la razón. “En lo personal siempre las situaciones de emergencia me gustaron. Navegué toda mi vida y creo que heredé un poco de mi actividad náutica la pasión por la adrenalina y la capacidad entrenada de tratar de estar con espaldas anchas ante posibles situaciones de catástrofe. Entonces, de manera personal lo tomo como un desafío y una oportunidad de aprendizaje. Por suerte pudimos conformar un buen equipo de trabajo. Tenemos mucha gente y muy bien dispuesta, y requirió transformar la incertidumbre inicial en medidas de trabajo concretas para que no se transforme todo esto en angustia sino en prepotencia de trabajo”, indicó.

“Prepotencia de laburo” es una frase que repite en más de una ocasión. Hernán es un apasionado por lo que hace y asegura que suma más de 300 horas de trabajo al mes, una locura que puede realizar gracias al apoyo de su compañera de vida, Florencia, otra comodorense con la que está hace 10 años.

El joven asegura que esa prepotencia de trabajo se la debe a su abuelo, Víctor Correia, el funebrero de la histórica cochería Jones, que cerró sus puertas en 2012 luego de 60 años de actividad ininterrumpida.

“Es un grande, le debo mucho de toda esta prepotencia de laburo, en prepararse frente a los momentos difíciles”, admite con orgullo.

Paradojas del destino. Su abuelo durante toda su vida, con respeto y profesionalismo, se encargó del último adiós de la vida, y Hernán está terminando su formación para sostener la vida, el valor más preciado por todos.

“No es casualidad”, admite el joven. “Por circunstancias de la vida me crié cerca de mi abuelo. Pasé mucho tiempo de mi infancia y adolescencia con él y en la cochería. Creo que me empapé mucho de su forma de trabajar y en la forma de dar información a la gente en momentos difíciles, sin ninguna duda”, reconoce.

Esta vez es a Hernán es a quien le toca estar en el frente batalla y lejos de rezongar por la cantidad de horas de trabajo y el sacrificio que conlleva este momento, asegura que esta en el lugar  correcto.

“Estoy en el lugar que tengo que estar y haciendo lo que hay que hacer. Estoy más que contento, no me arrepiento. Siempre dije que la medicina es estar, que cuando todos corren uno se queda en el lugar para ver que se necesita de asistencia”, sentencia este joven que quiere seguir aprendiendo, sin olvidarse del mar, su familia y la ciudad, con el deseo de devolverle algo de todo lo que le dio. 

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