María Angélica Díaz nació y se crió en Comodoro Rivadavia. A sus 17 años, había tenido un hijo, no tenía trabajo y se quedó con uno de los carritos que en su momento tenía el papá de su bebé. Así fue como se ubicó en el cine Coliseo y hoy, 44 años después, a tan sólo una cuadra, sigue llenando de "aroma a hogar" la esquina de calle San Martín y 25 de mayo.

Desde ADNSUR visitamos su lugar de trabajo y compartimos una tarde de su jornada. Nos contó que vivió toda su vida en el Pietrobelli, "el primer barrio de Comodoro", comentó orgullosa, entre risas. Y hasta el día de hoy, sigue viviendo allí, en la casa que era de sus padres.

María recordó con mucho amor a su padre, un trabajador ypefiano, cuya vida vio su fin en un accidente laboral. "Murió muy joven, a los 44 años. Volcó con una máquina y fue un accidente fatal. Mi mamá también era chica y nosotros éramos cinco hermanos", relató. Desde aquel momento, siempre ha trabajado. "No le tengo miedo", aseguró.

El tradicional puestito de garrapìñadas de San Martín y 25 de Mayo. Foto: ADNSUR

El puesto ya lo tenía. Ahora, tocaba el desafío de aprender a cocinar las famosas garrapiñadas. "Me enseñó un viejito que era de Buenos Aires, con él aprendí a trabajar, me dijo que 'haciendo un poquito y un poquito' se iba a vender más. No estar sentada al pepe. Me entusiasmé, porque estaba cansada de trabajar de empleada doméstica, estuve en Don Otto, en la terminal, también fui moza. Y cuando llegué al carrito, jamás lo dejé", señaló.

Durante los primeros tiempos de pandemia, fue el único lapso en el que María dejó de trabajar. "No trabajé por cuidarme. Después volví, y ya las ventas habían bajado, ya no es como es antes. Siempre tengo un público muy variado, gente grande, chicos, porque cocino las garrapiñadas a cada rato, entonces las ven fresquitas y las llevan mucho", sostuvo.

En general, destacó que tiene mayormente "público grande". Llevan las garrapiñadas para mirar tele, o los pochoclos". En su puestito además, se pueden conseguir los famosos "copos de nieve".

Siempre con una sonrisa amable, María atiende su puesto de lunes a sábado de 15 a 19:30 horas. "Ahora, como hace tanto frío, trato de irme a las 19, porque las ventas no son como antes, han bajado un montón", destacó.

"Acá en la calle pasa de todo, ves de todo, sos amigo del linyera, del que tiene plata, del clase media". 

"Trabajaré dos o tres años más, ya estoy un poco cansada igual. Hace mucho frío y ya no se puede, trato de cuidarme", manifestó la vendedora. 

💖 "Recuerdos guardados en el corazón"

El buen gesto que recuerda María proviene de los dueños de Albor. "Dora y el hermano vendían sábanas, fueron muy buenos conmigo", valoró. Hizo memoria y en una de sus miles de anécdotas, apareció el señor que era dueño del Coliseo, "don González". "Más de una vez, cuando estaba la nieve alta o hacía frío me traían café, esas cosas no te las olvidás nunca. También don Macretti, de la casa de fotografías, él siempre fue muy amable", resaltó. 

"Hay gente muy buena, en un momento se dan cuenta que somos todos iguales", concluyó María Angélica.  

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