Siete hermanos, un sobrino, un bebé en camino y sin la contención de padres y en el proceso de reiniciar su vida. En ese contexto, para cualquier entorno, las carencias son muchas y las necesidades también, tanto en lo indispensable como en aquello que a veces se necesita por gusto.

Por supuesto ellos no son la excepción. Por eso, la pregunta surge y es directa: “¿Qué necesitan en su casa, quizás alguien lea la nota y quiera colaborar?”. 

En mi cabeza espero que la respuesta sea algo material para la casa, algo para los chicos o algo que supla una necesidad. Sin embargo, la respuesta de Lourdes es contundente: “un trabajo”.

La frase retumba en el pequeño cuarto de la casa que los hermanos Bargas tienen provisoriamente en Talleres Juniors, aquel club que los cobija hace más de un año, demostrando que el fútbol no es solo músculos y competencia. 

Con una sonrisa en el rostro tapada por el barbijo, la joven lo dice sin rodeos y sueña con aquel delantal blanco que la pondrá frente a un mostrador para llevar el sustento a su casa.

Es que según cuenta, Lourdes, quien pidió la tutela de todos sus hermanos con apenas 23 años y siendo la segunda en edad, hace unos meses comenzó a estudiar auxiliar de Farmacia para cumplir ese sueño. 

Todos los días, en forma virtual por la pandemia, realiza las tareas del curso que le costea un grupo de mujeres que ayuda a los hermanos desde el anonimato. Mientras tanto, ella va por todo y busca la oportunidad, incluso cuenta que ya dejó varios currículum en locales, pero aún su teléfono no sonó.

Seguramente su cv, dice que quiere incorporarse a la empresa, aprender, crecer, pero nada de su historia, y vaya que su actitud desde lo que pasó dice mucho de ella.  Es que luego del incendio de junio de 2019, que le arrebató a sus padres, un hermano, su hogar y la vida que conocían hasta entonces, Lourdes se hizo cargo de casi todo en su familia y con la ayuda de sus hermanos mayores intentó salir adelante. Así, gestionó ante la Municipalidad una ayuda para volver a tener un hogar, se encargó de realizar trámites de adultos cuando tuvo que hacerlo, y pidió la tutela de sus hermanos: una señal de compromiso, proactividad, responsabilidad y el deseo de progresar.

LA VIDA DESPUÉS DE LA TRAGEDIA 

Son las dos y media de la tarde, y los hermanos Bargas viven un día común de su nueva vida. Lourdes (23) y Yenifer (24), la más grande, están en su casa cuidando a su hermano más pequeño y al sobrino mimado de todos. El más chiquito de ellos está jugando con un teléfono. Mientras que el más grande acaricia un gato que va y viene.

Ellas reciben a un equipo ADNSUR y con la timidez que las caracteriza cuentan cómo están hoy, a dos años de la tragedia. “Estamos bien, nos recibieron muy bien en el club. Desde abril estamos todos juntos, con mi hermana que estaba viviendo con nuestra tía. Ella está bien, ahora está haciendo básquet”, explica Lourdes en relación a Tiara, la joven de 15 años que sufrió quemaduras en el incendio, heridas que la llevaron a estar internada en el hospital Garrahan de Buenos Aires. 

En el living donde hacemos la nota, un cuadro con la imagen de sus padres y de los chicos, recuerda aquellos tiempos en que estaban todos juntos. Allí está Yeni (24), Lourdes (23), pero también Fernando (21) y Kevin, quien tendría 18 años en este momento. 

Además de los cuatro hermanos mayores que nacieron en Buenos Aires, antes que en 2004 sus padres decidan probar suerte en Comodoro, también están los más chiquitos, quienes nacieron en esta ciudad: Tiara (15), Federico (13), Milagros (7) y Yerik (6). Además de Tiago (7), el hijo de Yenifer.

Falta poco para las 3 de la tarde, y es día de semana. Mientras las chicas cuidan a Tiago y Yerik, Fernando trabaja en una tienda de la calle 9 de julio, Tiara está en la Magisterio donde realiza la secundaria, Federico en la escuela 731, y Milagros en la 143 del barrio donde viven hace más de un año, y donde por primera vez se sintieron en su hogar tras la tragedia, confiesa Yenifer.

Es que luego de aquel incendio los chicos primero vivieron con una tía. Tres meses después se mudaron a un alquiler, costeado por el municipio, a la calle de abajo de donde vivían, y recién en julio del año pasado llegaron al club Talleres, gracias a la enfermera que atendió a Milagros en el Hospital Regional.  

Lucia, la trabajadora de salud, fue quien se contactó con Mariela y David y juntos gestionaron ese espacio en el club, donde además acondicionaron una pequeña casa que hoy los contiene. 

Fueron tiempos difíciles, donde los más grandes de los hermanos Bargas tuvieron que convertirse en adultos, y los pequeños crecer de golpe, sobrellevando una nueva vida donde hubo muchas manos solidarias, pero también vivos que se aprovecharon de su situación, uno de los motivos que los hizo dejar el barrio.  

A la distancia, Lourdes, admite que hubo gente “que se aprovechó”, y a modo de ejemplo, cuenta que  pedían donaciones para ellos y no las entregaban, además de otros que aprovecharon que eran chicos para quitarle lo poco que tenían, como sucedió con quien les alquilaba.  

Sin embargo, más allá de lo malo, saben que hubo mucha luz en medio de tanta oscuridad, y tal como dice Lourdes, se sienten bendecidos. “Mucha gente nos ayudó, no esperábamos que nos ayudaran tanto.  No vamos a negar que al principio fue bastante difícil, ahora estamos mejor. Por suerte tenemos a las personas del grupo solidario que son todas mujeres, que son como tías abuelas, y también las personas que estuvieron renovando la casa. Nos sentimos muy bendecidos”.

Por supuesto, lo sucedido dejó marcas en el alma. Lourdes asegura que lo más difícil fue llevar a sus hermanos al hospital”, principalmente al más chico que “se acordaba de todo lo que había pasado y lo contaba”.

Incluso hoy el pequeño cuando a veces nombran a los padres de los estudiantes en el jardín, recuerda a la clase que no tienen padres, y por supuesto surgen preguntas de sus compañeros. Así de cruda es la vida para este pequeño que recién estaba empezando a ir solo al baño y dejando la teta cuando perdió a su madre. 

Para los mayores no es tan diferente. Los chicos, casi adultos, vivieron todo con gran intensidad, principalmente aquellos primeros días, en que Yerik y Tiara estuvieron en terapia intensiva. 

Por estos días, los chicos esperan mudarse a Kilómetro 12, donde la Municipalidad les construyó una casa y un grupo de mujeres se las amplió. Este fin de semana, por primera vez fueron al terreno y vieron la vivienda, algo que los hace felices, ya que será el primer paso para su hogar definitivo. 

Yenifer admite que no es fácil dejar el lugar donde durante más de un año se sintieron en casa, e incluso cuenta que al principio no querían irse, porque la casa del club “fue el primer lugar que después del incendio que sentimos como nuestro hogar”.

Mientras tanto, ellas siguen soñando, y así como Lourdes, quiere trabajar en una farmacia, Yenifer sueña con convertirse en agente policial o soldado del Ejército.

En diciembre, la joven será madre por segunda vez, y quizás ya tenga su título en mano. Así, una vez que la maternidad se lo permita intentará ingresar a alguna fuerza de seguridad para buscar un progreso, tal como por estos días hace Fernando. Es que a fin de cuentas, como dicen, tratan de estar unidos lo que más pueden, sabiendo que juntos saldrán adelante. 

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