“Yo soy de la vieja escuela”, dice Alicia Nuñez, y vaya que tiene razón. Cuando en 1982 entró al servicio de Neonatología del Hospital Regional, el área sólo contaba con incubadoras y un tubo de oxígeno, nada más. Hoy, la realidad es completamente distinta y a la aparatología que ofrece la modernidad, se suman los equipos interdisciplinarios que hacen que un recién nacido prematuro tenga más chance de vida que en el pasado.

Como dice Alicia ella es parte de la vieja guardia, y se siente orgullosa, sabiendo que en los próximos días se abocará a los beneficios de la jubilación con 40 años de servicio.

Para ella solo será un cambio en su historia, y el momento de abocarse a aquellos proyectos que alguna vez pospuso por las obligaciones que impuso su profesión, aquella que eligió cuando era solo una niña.

Es que a la distancia Alicia admite que siempre supo a que quería dedicar su vida. “Desde niña yo sentía que iba a ser enfermera. Tenía 8 años y me sentía identificada con la profesión y proyectada. A los 17 años entré a la Cruz Roja, que fue la primera escuela de Enfermería que hubo en Comodoro Rivadavia. Ahí di mis primeros pasos”, dice con orgullo.

Alicia en sus inicios en la Enfermería.

Tras haber estudiado un año en la Escuela de la Cruz Roja, en tiempos en que aún no estaba la carrera de Enfermería en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Alicia comenzó a trabajar en el Hospital Alvear. Allí hizo sus primeras armas en la profesión, pero su lugar en el mundo lo encontró cuando pasó al Hospital Regional. 

En el viejo elefante blanco, Alicia fue asignada al servicio de neonatología y nunca más lo dejó. Junto a María de Saborido, su jefa y referente, aprendió los secretos de un oficio que requiere empatía, amor y sobre todo pasión. Y aprendió todo, desde la recepción de recién nacidos hasta la atención de pacientes prematuros críticos con necesidades de cuidados intensivos.

A la distancia admite que el Regional fue su gran escuela, donde le enseñaron a amar lo que hacía, pero en 1990 se fue, cuando tuvo la oportunidad de ingresar al servicio de UTIN de la Asociación Española; un área que estaba a la vanguardia de la atención neonatal, lo que le permitió seguir aprendiendo. 

En ese sanatorio estuvo hasta 1996, cuando ingresó al Austral. Allí permaneció otros cinco años, hasta que en 2001 ingresó a Clínica del Valle, de donde nunca más se fue. 

Alicia se enorgullece del camino recorrido en estos 40 años de profesión, en que tuvo el privilegio de haber recibido en dos oportunidades a trigemelas, las últimas Uma, Briana y Luana, quienes estuvieron internadas en terapia intensiva por casi 40 días, sometidas a un estricto tratamiento, y cada año celebran el Día del Prematuro junto a ella.

Reconoce que son un caso especial para su camino. Quizás por esa razón, en los últimos días, en su perfil de WhatsApp llevó una foto de ellas, como recuerdo a ese tiempo que estuvieron que juntas.

Con 40 años encima de profesión, sabe que ha sido testigo de la evolución del servicio, tanto en su práctica como en su formación, y es algo que la enorgullece.

“Vi toda la evolución de la enfermería; desde una incubadora a un tubo de oxigeno, a un respirador de alta complejidad y todo lo que implica un servicio de neonatología. Estoy feliz, porque me llevó muchos maestros de cada institución, y mis pares también porque aprendí mucho de todas. Hoy hay una generación de la cual me siento muy orgullosa porque son muy proactivas, preparándose y haciendo subespecialidades, y eso antes no existía, pero los tiempos cambian y es positivo porque hoy se trabaja mucho más el binomio madre - bebé, entonces se sale a sala, se trabaja con la madre, se fomenta la lactancia y se acompaña mucho a los padres, lo que es muy importante y suma para una neonatología del futuro”.

Al momento de elegir lo más lindo de su carrera, no duda. “Lo más lindo que me deja es haber podido acompañar a cada recién nacido. Que un bebé tenga la oportunidad de vivir y estar para mi es una gran satisfacción. Por ejemplo, ver a un niño que cuide jugando en una plaza o yendo al colegio de la mano de su mamá. Hoy tengo prematuros que tienen 39 años, y he sido invitada a cumpleaños, casamientos y es toda una generación, porque son 40 años que implican mucha historia, muchas vivencias, muchas cosas lindas y algunas que no son tan lindas, pero siempre con la satisfacción de haber cumplido con la atención y todo lo que requería para brindarle a ese bebé”.

La charla va llegando a su fin en la puerta de la institución en la que trabajó los últimos 20 años. Es su día de franco y ella charla con la emoción de quien ama lo que hace. Recuerda gente, las instituciones por las que pasó y no deja de agradecer. Sabe que ahora comienza otra etapa, en la que podrá hacer todas aquellas actividades que por su profesión pospuso. Es que como dice ser enfermera no es para cualquiera, requiere “cariño, amor, vocación, tiempo y sobre todas las cosas muchas ganas de trabajar y poder ser útil a los demás”.

Así, de ahora en más será tiempo de running junto al grupo que integra hace un tiempo. Quizás volver al teatro, como hizo alguna vez con el grupo Dislocador y Centro Cultural, o por que no, abocarse más al arte, tal como ha hecho siempre, sabiendo que en 40 años dio todo de si por la profesión que quiso y eligió, aquella que la llevó a proteger la vida de quienes nacen luchando. Feliz Día a todas las enfermeras. 

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