MENDOZA - David English tiene 49 años. El 11 de septiembre de 2001, tras ser sorprendido por el impacto del vuelo 175 de United Airlines contra una de las Torres Gemelas, su vida cambió para siempre. Decidió migrar y se radicó en nuestro país, en la provincia de Mendoza. 

Ese día, David caminaba por las calles de Manhattan (Nueva York) cuando vio cómo un avión se estrellaba contra las torres gemelas. Esa mañana iba a firmar un contrato laboral que, según contó a Infobae, iba a cambiar su vida profesional. Sin embargo, no llegó a concretarlo. “En el instante en que se cayeron las torres, se cayeron todos mis planes”, expresa. 

David, quien creció en Nashville (capital del estado de Tennessee y cuna de la música country) se describe a sí mismo como “un soldado del sueño americano”.

A los 30, cuando se convirtió en testigo y sobreviviente del atentado terrorista suicida, trabajaba como consultor en una empresa de telecomunicaciones. Pese a su corta edad, había planificado todo para alcanzar lo que en Estados Unidos llaman el “American dream”, que "básicamente, consiste en tener tu propia casa, tu familia, plata ahorrada en el banco y un trabajo estable”, detalla. 

Tras el impacto del primer avión, David siguió el consejo que más de una vez le dieron sus padres:  “Cuando pase algo malo no te quedes mirando”. Así fue como esa mañana trágica escapó de la zona. “Corrí dos cuadras hasta una estación de subte, encontré un teléfono público y llamé a mi papá para avisarle que estaba bien. Apenas colgué, explotó el segundo avión”, recuerda David que, de milagro, se metió en subterráneo y logró llegar sano y salvo a su casa.

Los días posteriores al atentado fueron duros. “Yo vivía justo al otro lado del Río Hudson, en frente de la Zona Cero, así que conviví con todos los olores y el humo tóxico durante varios días”, relata David, muchos de cuyos vecinos trabajaban en las Torres Gemelas. Él se enteraría de que habían fallecido con el paso de las semanas.

“En Nueva York, todos los días te dejan el diario en las puerta de tu departamento. Normalmente, la gente lo recoge en la tarde o en la noche, cuando regresan del trabajo. En mi complejo había muchos departamentos que, durante varios días, acumulaban y acumulaban diarios en sus puertas. Ahí entendí que esas personas nunca iban a volver”, recuerda.

Todas esas experiencias, dice David, lo convencieron de mudarse “lo más lejos posible de la Zona Cero”. Aunque había viajado y vivido en muchos lugares del mundo, como Japón, Australia, y Europa, el norteamericano decidió instalarse en Argentina y desde entonces (hace ya casi veinte años) vive en la provincia de Mendoza.

“En 1998 estuve seis semanas en Argentina. A través de un programa de intercambio del Rotary Club, recorrí la Patagonia, Mendoza y Buenos Aires y me hospedé en las casas de familia. Fue una experiencia muy intensa y, de alguna manera, me enamoré. Me enamoré de Argentina y los argentinos”, asegura David que, para fines de 2001, decidió migrar nuestro país.

Aunque primero pensó en Buenos Aires o en Córdoba, se terminó inclinando por “la tierra del sol y del buen vino”. “Elegí Mendoza por una combinación de factores. Desde el clima y la montaña, pasando por las bodegas y la buena comida, hasta la calidez de su gente. Me parecía un lugar fantástico para empezar un negocio ya sea asesorando inversores o trabajando con turistas extranjeros. Lo vi como una gran oportunidad”, dice.

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Un “yanqui” en Mendoza

Una vez que se instaló en Mendoza, una de las primeras cosas que hizo fue anotarse para cursar un posgrado en Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Austral. “Ese fue uno de los beneficios de venir a Argentina en el 2001: los pocos dólares que yo había ahorrado durante mi vida, pude invertirlos acá. Eran tres por uno. Pagar un MBA me costó un décimo de lo que me hubiera salido en Estados Unidos. De alguna manera cambié una crisis por otra y fue como un renacimiento mío en todos los sentidos”, detalla.

-Al revés que hiciste vos, ahora son muchos los argentinos que quieren irse del país...

-Yo siempre digo que Argentina es un país muy rico y, para mí, uno de los mejores del mundo. Tal vez no económicamente, pero en el sentido de calidad humana y de las relaciones entre las personas sí. Por eso me quedo acá. Yo no gano millones de dólares ni vivo en un barrio privado. Mi casa está en un barrio común, la sexta sección de Mendoza.

-¿Por qué creés que otros ven la solución en el éxodo?

-Creo que es un error del ser humano. No solamente del argentino. Pensamos que el paraíso está en España, Canadá o en Alemania. Para mucha gente es cierto porque económicamente pueden tener una casa más grande, muebles finos o dos autos. Se olvidan que allá están lejos de sus familias y amigos, no se juntan a tomar mate, no hacen asado, no tienen la costumbre de sobremesa, ni la costumbre que tenemos acá en Mendoza de dormir la siesta. Por eso, a pesar de la crisis y de los problemas políticos y económicos que hay en Argentina, nunca pensé en irme.

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-¿A qué te costó acostumbrarte?

-A la informalidad. Como te dije antes, soy un soldado del sueño americano: formal, estructurado y súper puntual. Sigo siéndolo, pero en los negocios. En las relaciones me volví más relajado. Tuve que acostumbrarme a que si alguien te invita a un cumpleaños a las 21 horas, yo debería una hora más tarde (risas). Otra de las cosas que más me costó fue empezar a saludar a los hombres con un beso. Es una costumbre que, en muchos lugares del mundo, no existe. En Estados Unidos ni siquiera entre parientes, entonces eso fue difícil de aprender e implementar.

-¿Cómo viviste la cuarentena?

-A nivel laboral fue complicado. Parte de mi trabajo es en conjunto con universidades de Estados Unidos: hago intercambios con sus estudiantes que vienen a hacer pasantías a bodegas de Mendoza. Todo este año, y a lo mejor hasta mitad del año que viene, no creo que funcione. Así que cero ingresos por dieciocho meses. Afortunadamente, mi otro negocio, que es asesorar a inversores extranjeros, sigue funcionando.

-Hace un rato dijiste que para vos el 11-S había sido una especie de “renacimiento”. ¿Qué aprendiste?

-Aprendí a que hay que planificar menos y vivir el momento. Nos puede pasar un 11 de septiembre o puede llegar el virus COVID-19, como sucedió este 2020 y todas esas cosas que habíamos pensado para el futuro se evaporan en el aire. Mi vida es totalmente diferente a la que había imaginado a las ocho de la mañana del 11 de septiembre del 2001, pero es mucho mejor.

Parte de su trabajo lo realiza en conjunto con universidades de Estados Unidos. "Hago intercambios con sus estudiantes que vienen a hacer pasantías a bodegas de Mendoza", cuenta y dice que por la pandemia, este año, prácticamente no tuvo ingresos.

Volver al pasado

En su cuenta de Instagram (@soydavidenglish) David English tiene cerca de 1300 seguidores. En varias fotos se lo ve con su hijo Benjamín. A medida que empezó a crecer, “Benji” como lo llama él, comenzó a indagar acerca del 11-S. Gracias al niño y sus inquietudes, el año pasado, tomó coraje para regresar a la Zona Cero y contarle a su hijo lo que le había pasado ese día.

“Volver a Nueva York no fue una experiencia para nada agradable, pero sí fue una experiencia importante. Era algo que yo tenía pendiente, algo que tenía que hacer y me alegró mucho que mi hijo pudiera acompañarme”, dice David.

En 2019 David volvió por primera vez a la Zona Cero con su hijo Benjamín. "Fue muy fuerte encontrar los nombres y apellidos de amigos tallados alrededor de las piletas que han construido para homenajear a las víctimas”. Volvió en el marco de la filmación de un documental acerca de su historia de vida, que se va a estrenar en 2021 para el vigésimo aniversario del atentado contra las Torres Gemelas.

“Yo perdí amigos, compañeros de trabajo y vecinos, incluyendo a los cinco argentinos fallecidos en el atentado. Fue muy fuerte encontrar sus nombres y apellidos tallados alrededor de las piletas que han construido para homenajear a las víctimas”.

A esta altura, David dice sentirse un argentino más: "Siempre me recibieron con los brazos abiertos. En Australia, Inglaterra, en otros países, muchas veces me han dicho cosas feas solamente por tener un pasaporte de Estados Unidos, o sea, solamente por haber nacido en Estados Unidos. En Argentina eso no me pasó ni una sola vez en veinte años”, compara.

Fuente: Infobae/Por Florencia Illbele

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