COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) – De estar tirada en una cama a correr 160 kilómetros en 58 horas, durmiendo solo 3. Ocho años pasaron desde que a Carina Muñoz le detectaron un cáncer de mama que la sometió a cirugías, quimioterapia y rayos, la prueba más dura de su vida, y ella lejos de quedarse pensando en el cáncer decidió romper barreras y demostrar que el “cuerpo todo lo puede”, tal como le respondió su entrenador cuando ella le dijo que quería correr ultramaratón.

La protagonista de esta historia es Carina Muñoz, una empleada administrativa de la Secretaría de Desarrollo Humano de la Municipalidad, una mujer que a simple vista no parece ser la súper atleta que dice su historial: 50 kilómetros en la carrera Amanecer Comechingones, 50 más en Fiambala, otros 80 en la North Face y 160 en La Misión de Villa La Angostura, su sueño cumplido.

Son las 5 de la tarde del martes y Carina está terminando su rutina diaria de Crossfit en el gimnasio que tiene su entrenador, el ultramaratonista Mario Oyola. Atrás quedó una larga jornada de trabajo y una hora intensa de ejercicio, y Carina se prepara para su otra tarea: ser madre de dos varones de 12 y 14 años.

La mujer de 43 años le pone una pausa a su rutina, y en el escalón de la puerta de ingreso charla con ADNSur y cuenta parte de su historia, aquella que ahora la llevará a guiar a otros pacientes oncológicos por el camino del deporte, a través del Grupo Caminantes para pacientes oncológicos en control.

Pero para poder comprender en magnitud lo que representa esta mujer de tan solo 1,50 metros y 54 kilos, hay que volver ochos años en el tiempo.

EL MOMENTO MÁS DURO

En febrero de 2013 Carina ya trabajaba en la Municipalidad como secretaria del responsable de Desarrollo Humano. Hacia dos meses que se había separado y un día como cualquier otro notó que tenía un bulto en su mama izquierda.

Ella decidió ir a control médico y al realizarle los estudios descubrieron un tumor de 7 x 3 centímetros. Para Carina comenzó el calvario, la pelea más dura que le tocó afrontar. “Yo había tenido mis controles ginecológicos anuales y había estado todo perfecto. Mi médico se sorprendió que se disparó todo tan rápido y para mí fue un susto tremendo, porque hace 10 años atrás tener cáncer era una sentencia de muerte”, recordó sobre ese duro momento.

Carina tuvo que someterse a un duro tratamiento que incluyó quimioterapia, previo a una mastectomía radical donde le sacaron todo, tres cirugías reconstructivas, quimioterapia y 50 sesiones de rayos.

“Fue todo en un año y dos meses. Durísimo. Yo soy mamá soltera, no tengo familia acá en Comodoro y hacia el tratamiento en Buenos Aires. Una vez por mes tenía que ir a hacerme el tratamiento y mis nenes quedaban acá. Eran chiquitos y se quedaban con su abuela paterna que me ayudó mucho en esa época. Era ir un lunes, hacerme los estudios, el miércoles me hacia la quimio, el viernes me hacia el control y a la noche pegaba la vuelta para volver a trabajar el lunes”, recuerda.

Cuenta Carina que durante todo el tratamiento nunca dejó de trabajar pese a que la ley la amparaba. No quería que su vida gire en torno al cáncer.

A la distancia cree que fue la mejor decisión, gracias también a su jefe, Martín Batista, quien le permitió seguir trabajando. “No lo hubiera soportado de otra manera. Tenés que ser muy fuerte, estar muy preparado para quedarte en tu casa y hacer el proceso solo, porque además era eso”, asegura.

Carina junto a sus hijos.

LA VIDA EN EL DEPORTE

El deporte siempre fue parte de la vida de Carina. En su vida practicó de todo, desde King boxing, hasta vóley y hándbol, y cuando fue madre y los tiempos se acotaron decidió aprovechar el poco descanso que tenía para correr.

Por eso cuando enfermó lo único que quería era volver a las calles. “Cuando estaba recién operada no me podía levantar de la cama. Yo decía ‘tengo que levantarme de acá’ y decía ‘mi sueño es hacer Crónica, ese va a ser mi objetivo’: levantarme de la cama, poder empezar a caminar de vuelta y empezar a correr. Y cuando pude hacerlo me busque un entrenador para hacerlo a conciencia”.

Carina se sumó al equipo de Kasike Team, aprovechando que también tenía actividades para niños. Así toda la familia se iba a correr.

A la distancia ella recuerda que su primera carrera fue la carrera de Crónica y desde entonces no paró. Sin embargo, lo que le cambió la vida fue correr una carrera de montaña, de 10 kilómetros, en San Martín de los Andes.

Dije esto es lo mío, nunca más piso la calle, y me acerque a Mario y le dije que quería entrenar para el Cruce. Le pregunte si creía que iba a poner y me dijo 'el cuerpo da para todo. Vos querés hacerlo, lo podes hacer’ y estuve un año y medio entrenando para hacer los 100 kilómetros en tres días por etapa”.

Carina luego de su primera carrera de montaña, la prueba que lo cambió todo.

Luego de esa primera prueba, el gran objetivo de Carina era correr la Misión de Villa La Angostura. “Para mí era impensado correr 160 kilómetros sin parar. No sabía si a mi cuerpo le iba a dar, pero evidentemente al cuerpo le da para lo que a uno le prepare, como dice Mario. Mi motor eran mis hijos, era clave llegar a un lugar y avisarle estoy en tal lugar. Se me pasaba el cansancio, el dolor, todo. Mi hijo mayor me enviaba mensajes diciéndome ‘vos podés’, ‘dale, te preparaste para esto’, y así. Para mí fue terrible poder hacerlo porque yo estaba tirada en una cama rogando para hacer la corrida de Crónica y pase a correr 160 kilómetros. Nunca me lo había imaginado”, recuerda a la distancia. 

AYUDAR A AYUDARSE

Carina ahora quiero prepararse para correr de nuevo Comechingones. Mientras se pone a punto para esa carrera, afronta un nuevo desafío: la creación del Grupo Caminantes para pacientes oncológicos en control.

“La idea surgió de ir procesando la enfermedad, porque a uno le cuesta todo después, desde hacerse los controles hasta revivir todo devuelta. Entonces es buscarle otra vuelta a la conexión con el Cabin y una necesidad mía de decir ‘¿qué hago?’ porque primero fui a los grupos de ayuda y me relacione con la gente de ahí y luego Leti Espinoza, la encargada de los talleres, tuvo la idea de que haga el grupo para que los pacientes vuelvan a reconectar con el cuerpo”.

El grupo dará su primer paso el 1 de febrero a las 10 de la mañana en el Colegio Dean Funes. Por el momento “hay mucha gente interesada” en sumarse. 

La idea de Carina es empezar con caminantes y transmitir lo que ella siente cuando corre: la tensión de los músculos, la aceleración del corazón y “el conectar con la vida”, tal como ella hizo, para demostrar que el cáncer ya no es una sentencia de muerte, sino otra posibilidad para la vida.

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