Fabio, el hombre que trabaja en un supermercado y fue pionero en la inclusión laboral de Comodoro
Fabio Berardi tiene 40 años y es el segundo de tres hermanos. Vive en el barrio Pueyrredón y nació con Síndrome de Down, una condición con la que ha sabido convivir toda su vida, rompiendo barreras que antes había que sortear. Historia de un pionero en la inclusión laboral.
Faltan solo unos minutos para las 10 de la mañana, Fabio Berardi acomoda verduras, mientras sus compañeros limpian maquinaria y preparan los productos que venderán durante el día. Cuando el fotógrafo entra, la cajera lo llama, le hace un chiste y él se acerca, sonriendo con timidez. Fabio posa, sonríe y luego vuelve a su puesto para seguir con la rutina en el supermercado.
El hombre, vecino de Comodoro, convive con Síndrome de Down y es pionero en la inclusión laboral para quienes conviven con alguna discapacidad en esta ciudad. Hace 20 años comenzó a trabajar en Supermercado Total, en una época donde todo era distinto si hablamos de inclusión.
Pero su camino no fue fácil para poder insertarse en una sociedad que ha evolucionado con el paso de los años. Es que para quienes viven con alguna discapacidad estar adentro no es sencillo. Hay varios obstáculos que sortear; desde la educación hasta la inclusión laboral y social.
Fabio pudo hacerlo. Por eso, Ángeles, su madre, se enorgullece de la decisión que tomó el primer día de clases de Fabio, cuando hizo tripa y corazón y le dio ese pequeño empujón para que se quedará con su maestra.
“Ese primer día no se quería quedar. Se pegó a mí y dijo ‘no me quedo’. Yo le dije ‘sí te quedas’ y le dije a mi marido ‘andate con Franco que yo de acá no me voy’ porque veía que era la única oportunidad. Me acuerdo que todos los chicos se fueron al aula con su maestra y yo me planté. Salió la maestra María Antonia Cavatini, que le agradezco infinitamente, y me dice ‘¿Qué hacemos? y le digo ‘esto’ y lo empuje para dentro y que fuera lo que dios quería. Después de 15 minutos salió sin problema”.
Para Fabio ese fue el gran paso en su vida. Por entonces, ya había asistido al Jardín Pluto donde hizo salita de 3, 4 y 5. Y ya lo habían rebotado de la Escuela 154, donde le habían dicho que tenía banco, pero luego lo rechazaron, justo en marzo, cuando había pocas opciones para elegir.
Ángeles admite que fue duro ese momento, por eso decidió que Fabio continúe su formación con una maestra particular. Así, Pupe Picasso se convirtió en su primera docente, previo a ingresar a la Primaria, algo que Ángeles valora. “Ella le enseñó a leer y a escribir, en la casa eran carteles, mucho supermercado, mucha estimulación, porque ahora hay estimulación temprana, ayudante terapéutico, te cubre la obra social, pero todo eso no existía antes; era todo imaginación, ingenio de madre y padre y para adelante”.
Con la experiencia de Madre, Ángeles asegura que “la sobreprotección es dañina a largo plazo” y se pregunta qué hubiese pasado si ese primer día se lo hubiese llevado a su casa.
Es que como cuenta, junto a Enzo lo crecieron como un hijo más, sin distinciones y excepciones. “Yo lo crié como un hijo más. Gracias a Dios mi hijo más grande fue a la 143 y este fue el punto de encuentro de sus amigos. Cruzaban la calle y estaba la casa de Franc, y yo lo dejaba ir con ellos. Se colgaba de la bicicleta y si se caía se caía y así fue. Por suerte jamás tuvo problemas de integración, siempre fue uno más”.
Cuando terminó Noveno año en la Escuela 52, Fabio tenía que definir su futuro, y gracias a un grupo dedicado a la inclusión laboral tuvo la oportunidad de su vida.
Cuenta Ángeles que su hermano José al saber de esa propuesta ofreció probarlo en el supermercado para ver si se adaptaba y así inició una pasantía. El único requisito era que se manejara en colectivo. Así, todos los días se tomaba la línea 3 para llegar hasta el supermercado de la calle Sarmiento.
“Nunca le pedí nada, pero un día me dijo ‘querés que probemos’. Yo no quería que entré a trabajar ni por lastima ni por acomodo. Así que Perezlindo fue a hablar con todos los empleados, el jefe y comenzó, primero haciendo una pasantía de un año y luego como empleado”.
En Total Fabio es uno más. Todos los días llega antes de las 9 de la mañana para la apertura del mercado. Su primera tarea es embolsar el pan y luego barrer la vereda, algo que no le gusta mucho. Su trabajo es como repositor pero también como repartidor, llevando viandas a comercios y empresas.
A la hora de elegir lo que más le gusta lo tiene claro: charlar con la gente. Pero esto no es todo, porque una vez que termina su horario laboral, su vida continúa. Así ha realizado cocina y repostería en el Centro de Formación Profesional 652, teatro y en la actualidad practica ritmos urbanos.
Pero su verdadera pasión es el club de sus amores, Boca Juniors, equipo del cual es hincha desde chiquito y al que fue a ver en una oportunidad.
Por supuesto, en Comodoro, su corazón también tiene dueño, Huracán, club que desplazó a la CAI, gracias a la invitación de Adrián, un ex compañero de trabajo que lo llevó a la cancha en más de una oportunidad.
A Fabio todo esto lo hace feliz, pero también a Ángeles y Enzo, quienes ven como su hijo se integra a una sociedad donde todavía cuesta hacerlo, algo que les gustaría que cambie.
“Vemos un avance, todavía cuesta, pero para lo que nosotros vivimos es como que hoy estamos a años luz. Es verdad que todavía falta muchísimo, principalmente en el tema laboral, en la inclusión, porque gracias a dios él está incluido pero hay muchos chicos que a los 20 o 30 ya no lo podés mandar al colegio y no tienen un espacio donde tengan una posibilidad. Los papás no piden que ganen el sueldo, sino que sientan incluidos, se sientan bien, porque sino qué haces con un chico de 20, 30 o 40 años en la casa, pero estamos contentos y vemos que él lo está, le hace bien trabajar”, dice su madre, agradecida a quienes lo hacen posible, pero también por aquella decisión que alguna vez tomó, a fin de cuentas fue el primero para su inclusión.