Quizás el temporal de viento más grande de la historia hizo que Jorge Rosenthal termine en Comodoro Rivadavia, o quizás fue el destino. Pero lo cierto es que en tiempos en los que no se hablaba de emprendurismo, vino a probar suerte a esta ciudad del sur de la Patagonia con un innovador proyecto de música por suscripción y terminó haciendo historia. 

Rosenthal hoy tiene 83 años y una década atrás, junto a su socio, Eduardo Silva, cerró Fono Musa, el Spotify del Siglo XX que marcó una época en Comodoro. Desde entonces se dedica a la familia, a descansar y aprovechar el tiempo libre. Pero vamos a la historia.

Fono Musa, el Spotify del Siglo XX que marcó una época en Comodoro

UN INNOVADOR SERVICIO

Fono Musa comenzó a funcionar en 1968, cuando Rosenthal llegó a la ciudad gracias a una propuesta de un amigo con el que había hecho el Servicio Militar obligatorio en Entre Ríos. La invitación consistía en instalar un sistema de música por suscripción y venderlo a comercios e instituciones que iban a poder escuchar canciones sin pausas y sin publicidad, muy similar a lo que hoy ofrece Spotify.

La idea inicial era instalarlo en Luján, Buenos Aires, de donde Rosenthal era oriundo. Sin embargo, un hombre ya estaba trabajando la zona y quien los asesoraba les propuso una segunda alternativa: Comodoro Rivadavia, el lugar al que había venido, pero que no le gustó por el viento. Y vaya que tenía sus motivos. El año 1968, cuando vino Rosenthal, quedó marcado en la historia como el año en que el viento sopló como nunca. 

Así, vino a la ciudad y comenzó a vender Audio Musa, tal como llamó al servicio en un principio. Sin embargo, los inicios no fueron fáciles. La gente no conocía la idea y estaba espantada por una mala experiencia, tal como recuerda Rosenthal en una entrevista con ADNSUR.

“Acá la gente no lo conocía. Es más, cuando empezamos a hacer la promoción nos rechazaban enseguida porque ya los habían defraudado otros que habían venido con el tema de la televisión. Te arreglaban los equipos valvulares y te cobraban una cuota, pero juntaron unos cuantos y se fueron. Entonces cuando yo caí con esto la gente no quería, me decían ‘que gastaba corriente’, ‘que era un gasto’, pero con el tiempo se dieron cuenta que no era así”.

Rosenthal cuenta que los primeros tiempos fue patear las calles de tierra en busca de algún cliente. Fue difícil, duro, pero consiguieron la mejor propaganda que pudieron tener. 

Por ese entonces, Aerolíneas Argentinas era una de las empresas más importantes de la zona, y fue la primera en apostar por el servicio. Así, cada vez que Rosenthal ofrecía el servicio se jactaba de decir que Aerolíneas ya lo tenía. “Eso fue muy bueno, porque cuando iba a promocionarla, decían: ‘Ya lo tiene Aerolíneas’ y ya creían”.

El funcionamiento del sistema era sencillo. Rosenthal instalaba un equipo en el lugar donde quería que se escuchara el servicio y a través de toda una línea de cableado lo conectaba a un sistema que funcionaba desde Sarmiento 485, donde Fono Musa tenía su oficina; una especie de especie de estudio de radio, de donde se difundían las canciones que eran grabadas en Buenos Aires. Así, quienes tenían el sistema podían escuchar música sin propaganda y sin corte de lunes a lunes en un horario restringido. Es que en la semana, Fono Musa funcionaba de 8:00h a la medianoche. Mientras que los sábados ampliaba su horario a la madrugada y el domingo comenzaba a las 9h, hasta la medianoche.

Fono Musa, el Spotify del Siglo XX que marcó una época en Comodoro

El servicio era contratado por comercios, consultorios médicos y oficinas administrativas, pero también instituciones; algunas que pagaban y otras que no. En su afán de prestar un servicio a la comunidad, Rosenthal y su socio, le daban la prestación gratuita a la comisaría, al Correo y al Hospital Regional, donde Fono Musa llegó a escucharse hasta en el quirófano, tal como sucedía en la Clínica Santa Lucía de Buenos Aires. 

Él asegura que la empresa llegó a tener más de 600 clientes y fue muy popular entre la gente. Sin embargo, nunca tuvo el reconocimiento mediático que merecía. Quizás porque de alguna forma fue competencia para las nuevas FM que aparecían.

Para Rosenthal el éxito del servicio tiene explicación y se debe a un combo de cosas. “En esa época solo estaban Radio Nacional y LU4 y Fono Musa era algo distinto. Además cuando la gente lo empezaba a usar les gustaba. Pero también les convenía, porque había lugares en los que por tener la radio encendida venía Conart y te cobraba un porcentaje, una tarifa inventada. Después venía Sadaic que te cobraba otra y cuando apareció la televisión, apareció Argentores. Entonces le salía más caro”.

Según cuenta Rosenthal, otras empresas intentaron replicar el servicio en la zona, pero no pudieron consolidarse. Así tuvieron que dejar de prestar el servicio o venderlo a Fono Musa, como sucedió con Difusión 70. Por supuesto, Rosenthal, que previo a llegar a Comodoro fue guardavida en Mar del Plata, se siente orgulloso de eso y dice: “No es por ego, pero siempre anduvimos mejor técnicamente, pero también por gusto, la intuición que teníamos para poner música fue una de las cosas que nos hizo sobresalir. Pasábamos de todo, todo por intuición. A veces se elegía por horario, día, fecha, el tiempo”.

El servicio cubrió una gran parte de la ciudad en una época en que estaba todo por hacerse. Así, la misma música que sonaba en Kilómetro 3, se escuchaba en simultáneo en el barrio Industrial y un sinnúmero de comercios y empresas. Y gustaba tanto, que incluso llegaban pedidos de distintos barrios, pero no era redituable extenderse a todos lados.

“En algunos lugares no nos convenía, pero por cumplir, el interés que tenía la gente, o saber que eran simpatizantes nuestros, lo llevábamos. Imaginate que era tirar mucho cable y no era mucho lo que redituaba. Me acuerdo que a uno en kilómetro 3 le llevamos 600 metros de cable para él solo, y no era sólo eso, porque también había que mantenerlo por el viento o cualquier cosa que pudiera pasar”, recuerda Jorge.

A más de una década del cierre de Fono Musa, Rosenthal recuerda la empresa con cariño. Asegura que fue como un hijo, y que le dio muchas satisfacciones; entre ellas, trabajar de lo que le gustaba y conocer mucha gente, aquella que acompañó en cada tarde en un consultorio, una oficina o una sala de espera, siendo parte de la historia de la ciudad.
 

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