Un nuevo descubrimiento paleontológico en la localidad de Aguada de Tuco, en el norte de Neuquén, revela que hace aproximadamente 100 millones de años, pterosaurios, los famosos reptiles voladores del Cretácico, dejaron sus huellas en lo que hoy es la Formación Candeleros. Las impresiones encontradas en rocas de la Cuenca Neuquina fueron analizadas por un equipo de científicos del CONICET, quienes confirmaron la presencia de estos animales que dominaron los cielos en la era de los dinosaurios.

Las huellas, encontradas por primera vez por el investigador Pablo Pazos, pertenecen a pterosaurios de diversas edades, según indicó Arturo Heredia, paleontólogo del CONICET. Este hallazgo es uno de los pocos registros fósiles de huellas de pterosaurios en Sudamérica, y aporta valiosa información sobre los modos de vida de estos reptiles que, aunque no eran dinosaurios, convivieron estrechamente con ellos.

El equipo de investigación, liderado por Heredia junto a los expertos Ignacio Díaz Martínez y Silvina de Valais, logró identificar veintiuna impresiones de manos y cuatro de pies. Las huellas de las manos muestran una clara asimetría y tres dedos, mientras que las huellas de los pies presentan una forma entre rectangular y triangular. “Estos detalles sugieren una morfología única, no registrada en otros hallazgos fósiles similares a nivel mundial”, explicó Heredia.

Los pterosaurios de la época eran cuadrúpedos cuando se desplazaban por tierra, utilizando sus alas como apoyo. En estas huellas, el cuarto dedo de sus manos —el que sostenía la membrana alar— dejó marcas significativas, permitiendo a los científicos estimar el comportamiento de los pterosaurios cuando se encontraban en tierra firme, probablemente acercándose a cuerpos de agua en un ambiente semiárido con ocasionales lluvias.

La conservación de estas huellas se dio en un ambiente de planicie aluvial semiárida, donde las lluvias ocasionales formaban pequeños cuerpos de agua. Según Heredia, “la humedad del sustrato en el momento de formación de las huellas fue clave para su preservación en este suelo de grietas de desecación”. Esto permite a los científicos conocer con mayor exactitud el ecosistema en el que vivieron estos pterosaurios en el continente de Gondwana, del cual hoy forman parte América del Sur, África y otras regiones del hemisferio sur.

A diferencia de los huesos que pueden desplazarse tras la muerte de los animales, las huellas se preservan in situ, aportando información precisa sobre el ambiente en que estos pterosaurios vivieron y se movieron. El registro fósil de huesos de pterosaurios es conocido en Argentina y en el supercontinente Gondwana, pero este hallazgo de huellas ofrece una evidencia mucho más precisa del entorno original. Las características del sustrato y el clima permitieron que se conserven de una manera única, haciendo de este descubrimiento un tesoro invaluable para la paleontología.

Con información del Conicet, bajo supervisión y edición de un periodista de ADNSUR.

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