Con apenas 10 años obtuvo su primer cinturón negro en la disciplina, y dos años más tarde, el segundo. Mickaela Caamaño tenía en claro desde temprana edad que quería representar al país en todo el mundo practicando ese deporte, y logró hacerlo de manera tal que se consagró campeona e hizo podio en varias ocasiones. En el camino tuvo tiempo para cumplir otro de sus sueños: integrar el Ejército Argentino. Lo logró egresando siendo reconocida como la mejor soldado de su sección, y llegó a integrar la Infantería Mecanizada. Hoy lleva a la isla Soledad y Malvina en su piel, como otra muestra de su amor a la patria.

La historia de amor de Mickaela Caamaño con el taekwondo comenzó en su niñez. Ni siquiera había terminado el Jardín de infantes cuando dio sus primeros pasos en el arte marcial. Fue a los 4 años cuando comenzó a practicarlo, y ya a los 7 viajaba por el país compitiendo. A los 10 años obtuvo su primer cinturón negro, y un año después hubo un punto de inflexión donde se dijo a sí misma: “me quiero ir, quiero crecer mucho más”, y así fue.

Con mucho sacrificio, la joven del barrio Sismográfica logró adjudicarse un segundo cinturón negro a sus 12 años y luego ser quien representara al país en mundiales de taekwondo y otros eventos de similares características, obteniendo el primer puesto en la modalidad Formas durante el torneo disputado en Alemania en 2019, así como también muchos otros podios en cuatro países diferentes.

Coronarse campeona del mundo en Alemania le valió incluso el homenaje del club de sus amores, Jorge Newbery, que le entregó una placa y una camiseta en plena ‘Madriguera’ con la gente ovacionándola por su excelente participación y dejar bien en alto los colores del Aeronauta, ya que luego de cada torneo posaba con la camiseta del equipo del 9 de Julio.

Cuando viaja por el mundo, compite por dejar bien posicionado al país, pero también a la región y la ciudad. “Argentina va por encima de todo, es mi primera base, pero una vez estando acá adentro del país, mi segunda base pasa a ser la Patagonia. Lo que constantemente busco con mi instructor es demostrar que la Patagonia existe, que tiene aguante, puede crecer, tiene frutos y un lindo semillero. Eso es lo que siempre buscamos, tratar de destacar en Buenos Aires eso”, contó en una entrevista en vivo con ADNSUR para la sección Es de Comodorense.

Para Mickaela, representar a su bandera tiene un gusto único, siempre con el desafío de “mostrar al resto del país que te ganaste ese lugar, y al resto del mundo que Argentina tiene su lugar”, y definió cada experiencia como “una cosa de locos”.

Cada vez que viaja al exterior, dice llevar su bandera a todos lados “dentro y fuera del torneo, estoy caminando y tengo la bandera puesta, que sepan que anda la Argentina por ahí”.

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Del Instagram de adnsur

EJERCITO ARGENTINO, UN SUEÑO CUMPLIDO

Nada tiene más valor en la vida de Mickaela, que el suelo donde nació y vive. Comodoro, Chubut y Argentina son su hogar y los defiende como tal en todas las áreas que le es posible. También por esto, decidió tatuarse las Islas Malvinas en su brazo, sobre el bíceps.

Por eso, desde pequeña tuvo el sueño “imposible” de ingresar al Ejército, pero de tanto desearlo y tomar acciones al respecto, lo logró. Primero fue aceptada para ingresar, luego pasó meses y meses de arduo entrenamiento y pruebas, siempre con el objetivo claro de ser la mejor en lo que haga.

“Una vez que entré pasó una semana hablé con un sargento, que en ese entonces era mi encargado de sección, y le dije ‘tengo que egresarme como la mejor soldado’, me dijo que iba a ser así si en mis ratos libres estudiaba y hacía lo posible con el estado físico y mental”, narra la joven comodorense con una sonrisa de oreja a oreja que la identifica.

Mientras estudiaba, entrenaba y cursaba, incluso se reservaba los fines de semana para ayudar a los demás, puesto que junto a su familia organizaban una olla popular en su barrio con el objetivo de servirles un plato de comida caliente a los que más lo necesitaran, sobre todo en plena pandemia donde el trabajo escaseaba más que nunca.

El 11 de diciembre del 2019, Mickaela egresa con el reconocimiento de haber sido la mejor soldado de su sección. “Éramos 130 egresados y había quedado en un puesto muy bueno”, dice orgullosa.

COMPROMISO, DISCIPLINA Y CONSTANCIA

Micka siempre tuvo claros sus objetivos en el deporte y en la vida. Por eso, contó a ADNSUR que nunca le molestó privarse de salidas a bailar u otros eventos sociales. “Soy la típica que puede estar tres días de joda como así no salir por tres meses por estar entrenando”, confiesa la joven.

Ella cree que “el típico dicho de la ‘mala junta’ no existe”, y si bien ““disfrutar está perfecto, no viene nada mal”,  “cada uno decide como formar el camino que quiera recorrer”. Desde el inicio “dije que quería crecer bastante así que lo fui planeando como pude, como quise. Veía qué quería y qué no, y hasta el día de hoy no me arrepiento de nada. Me he perdido un montón de cosas, pero así como he perdido también gané experiencias”, celebró.

Se refirió al deporte como una herramienta para abrir puertas en la vida, y motivó a que “si uno se lo propone, si pone garras y si tiene el acompañamiento, lo puede lograr”. Aunque no anduvo con vueltas para definir que “si no tenés sacrificio, no vas a llegar ni acá a la vuelta de la esquina”.

Caamaño es una joven centrada y con los pies en la tierra. Su sonrisa no se apaga en ningún momento durante la entrevista, y no deja de insistir con los beneficios de comprometerse con un objetivo y perseguirlo hasta el cansancio. Hoy prefiere tener “trofeos que duran toda la vida, a jodas que duran 5 horas”.

Su compromiso yace también en el trabajo previo a cada viaje, que no solo se basa en el entrenamiento. Es que el dinero no abunda, y menos si se trata de un viaje al exterior, donde todo se maneja en dólares, la impredecible moneda que de un día al otro sus cambios pueden echar abajo cualquier plan.

Para graficar lo dicho, Micka puso como ejemplo el equipamiento utilizado en su deporte: juego de manos, juego de pie, cabezal y traje. Todo esto multiplicado por tres si contamos los entrenamientos y partidos, en los que se puede estar identificado con el color rojo o azul. “Se van por las nubes los precios. Todos los meses suben los precios del equipamiento”, lamenta la campeona de taekwondo.

Costea sus viajes a competencias en distintas partes del país y del globo a través de la venta semanal de empandas o locro.

En ningún momento deja de mostrar su decisión de ir siempre por más, y arengó a que “jamás es tarde para nada” recordando aquel torneo donde compitió una señora de 80 años y también ella misma, que en ese entonces tenía 14.

“Si querés algo entrená, estudiá o lo que vos quieras hacer. Yo competía con 14 años y había una señora de 80. Excusas hay 300.000 pero soluciones hay menos. Creo yo que lo que más quiero hacer es esto. Siempre hay solución para todo, y todo cuesta, pero si no, no había diferencias entre nosotros”, cerró la flamante campeona del mundo comodorense.

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