La despedida de "Coté", uno de los canillitas más queridos de barrio La Loma
Jose Orlando Dos Reis, conocido popularmente como "Coté", dejó el pasado lunes de visitar a sus clientes de calle Alem. Muchos se habrán sorprendido de que no golpeara la puerta y con una sonrisa dijera "buen día, les dejo el diario". Más de 30 años con el periódico bajo el brazo, una caminata cansada y el saludo infaltable de aquellos que lo cruzaban por el Pietro y La Loma. Se fue un grande.
A comienzos de semana, llegaba la triste noticia del fallecimiento de José Orlando Dos Reis, una persona muy querida por los vecinos del Pietrobelli y La Loma, dos barrios que eran su casa. A "Coté" lo encontró sin vida el pasado domingo por la tarde un gran amigo, "el Mono", otro canillita del barrio, y compañero de siempre . Ya no estaba entre nosotros. Y a partir de ese momento, el dolor de muchos. Ya no lo cruzaríamos más con su enorme sonrisa bajando calle Alem.
A veces se lo veía descansando sobre el boulevard de avenida Rivadavia, cargando pilas para continuar el recorrido, visitando clientes, locales, y los esperados mates con sus amigos de la gomería de calle Dorrego.
Un año atrás, fue nuestra última charla, lo habíamos cruzado entre Rivadavia y Alem, aún con el barbijo puesto por el contexto de pandemia, y por esos tiempos pedía amablemente ropa de abrigo y pantalones. Era un martes 24 de agosto, y el invierno hacía de las suyas.
Allí nos contó que sus inicios como vendedor de diarios fue en la década de los 90', cuando fue despedido de YPF, donde trabajaba como contratado. "Me echaron cuando estaba Menem", dijo, un momento histórico y personal que tenía muy en claro.
Muchos quizás coincidirán en una particularidad de su vestimenta, que de niños nos causaba simpatía. Coté tenía muchas camisetas de fútbol, de distintos clubes. Pero lo más curioso, equipos que eran un clásico entre sí. Boca, River, Racing, Independiente. A la distancia se pueden hacer distintas interpretaciones, comprender más a fondo su realidad social. Entonces se puede pensar, "quizás era la ropa que tenía", elijo creer que él no entendía de rivalidades, porque su trato con la gente rebalsaba de bondad.
Cuidó de su tía hasta que se fue a los 94 años, en su casa de calle Sarmiento entre Viamonte y Alem. Y siempre mantuvo trato con su mamá y sus hermanos, a quienes solía frecuentar los fines de semana. La dicha no quiso que pudiera cobrar su jubilación, algo que merecía y venía con demoras burocráticas. Pero el destino no entiende de tiempos.
Este martes 26 de julio cumplía 59 años. Uno de sus hermanos contó a ADNSUR, que la pérdida de su tía, la mujer que lo crió, lo deprimió y "durante un año a cada persona que cruzaba le comentaba que se le había ido su compañera y lloraba".
El recuerdo de Victor "El Chino" Díaz, salesiano patagónico y el saludo afectuoso a su amigo "Coté"
"Para mí ha sido alguien importante, todos en la vida tenemos momentos, personas, circunstancias, que van construyendo nuestras vidas, porque nosotros somos hijos de un lugar y de una historia. En este lugar que me tocó vivir, y en esta historia que construí en la comunidad de Comodoro, del colegio Domingo Savio, uno de ellos fue José, el "Coté". Para mí él fue un compañero de la parroquia, fue muchas veces, y mientras yo hacía mis cosas, él me cebaba mate. Nos hacíamos compañía, venía cerca de las 5, 6 de la tarde.
Sin desmerecerlo, sin compararlo y sin decir que es "un perro", pero fíjense estos animalitos que son tan nobles, fieles y cariñosos, José era así. Una persona buena, a la mano, él iba donde le daban cariño, y era fiel. Si te decía 'vengo a la tarde Vito, nos tomamos unos vedes', venía.
Era un tipo agradecido, para trabajar era un animal porque tenía una fuerza, y cuando uno le recompensaba, siempre agradecía. Y con esa característica que tenía, de ser una persona inocente, buena, por su personalidad, yo no le veía maldad. De creer en lo que uno le decía y en lo que él iba viendo confiado.
Tenía esa nobleza sencilla, cosa que nosotros a veces la disimulamos un poco, pero él era así. No tenía dobleces.
Colaborador, porque cuando habían cosas importantes que hacer y yo lo llamaba, él estaba siempre, desde un lugar de silencio, desde un rincón, era importante aunque no lucía, porque aparecían otras personas, pero él también había estado.
Las charlas que teníamos eran sobre la vida, quizás no eran tan profundas ni teológicas, ni cosas extraordinarias, pero tenían la profundidad y la sencillez de la vida misma.
Compartía su mundo, pequeño o grande para él, con el mundo de la institución, de lo sagrado, me parecía tan bueno poder sentirme que estaba caminando de a pie con él, en las cosas sencillas de la vida y no con tanta cuestión litúrgica que se le ocurren a uno.
Para mí fue un regalo del Tata Dios, en ese tiempo que compartimos. Yo creo, desde el evangelio, que Jesús estaría caminando y vendiendo diarios con él, no estaría en la parroquia seguro, estaría con los que el sistema dejaba afuera, el político o el sistema religioso, que se habían olvidado de los pobres.
Una última imagen que quiero dejarles, que para mí fue muy desgarradora, cuando yo me vine de Comodoro, el último día, eran las 8 y cuarto de la mañana, estaban todos los chicos del turno mañana del primario en formación, ya me había despedido de ellos el día anterior, me fui a la camioneta que estaba justo en frente de la puerta de entrada del Savio, y miro para atrás y todos los chicos con las maestras salieron a la esquilinata a saludarme, fue muy fuerte, pero esta imagen la remató José, porque yo estaba subiendo a la camioneta y él vino corriendo, tiró los diarios que tenía sobre el capó y me vino a saludar, me dijo llorando 'no te vayas Vito'. Me llegó al alma. Ese fue el último abrazo que recibí de él, un abrazo de verdad, desde lo más profundo.
Que esas personas te dejen huella, y que uno pueda dejar huella, eso es lo que importa. José ha dejado huella, ese perfume de una persona inocente, en mi vida y en la de muchos".