La historia del agua y su condena a un presente imperfecto
Corrían los primeros años del pueblo fundado un 23 de febrero de 1901, cuando el descubrimiento de una extraña surgencia llamada por entonces “kerosén” no alteró el ritmo ni las expectativas de los primeros pobladores: la muerte de chicos y adultos a causa de la mala calidad del agua, cuando era posible conseguirla, planteaba un drama ligado a la supervivencia misma de las personas. No imaginaban que 120 años después, el pueblo convertido en ciudad seguiría sufriendo la falta del líquido vital, pese a la riqueza petrolera explotada a lo largo de su productiva y generosa historia.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Una breve mirada a la historia de la ciudad permite repasar de modo rápido para recordar que en 1913, la entonces Administración Nacional de la Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia (precedente de lo que sería Y.P.F, creada en 1922) firmó un convenio con Francisco Behr, de cuyas tierras –unas 2.500 hectáreas cedidas a cada colono boer que llegaba a poblar la región-, 30 km al norte, se podría aprovechar el agua de manantial. Llegaba así el primer tendido de caños hacia el pueblo.
No eran tiempos sencillos y ya por entonces el problema de las tarifas se hacía sentir. La empresa cobraba 50 centavos por cada 100 litros de agua y la protesta llegó en una oportunidad a romper los tanques de reserva de la misma empresa… el agua corriendo por la calle San Martín, de tierra, reflejó ese enojo.
En 1920, el entonces presidente Hipólito Yrigoyen decretó la expropiación de las tierras de Behr, por lo que se consolidó el primer acueducto, que abastecería a la ciudad hasta mediados de la década del 50, cuando los problemas de crecimiento volverían a evidenciar la necesidad de más agua.
El acueducto “viejo”
Corría el año 1963 cuando la ciudad, tras el “boom” petrolero, bullía ante la creación de nuevos barrios y la demanda de más servicios, el agua entre los principales. Ese año se inician las obras para lo que será el primer acueducto desde el lago Musters, que se inauguraría 3 años después. No era la solución definitiva, pese a las décadas esperadas: es que no había suficientes redes de agua para distribuir. “Las dos terceras partes de la ciudad no tienen redes y Obra Sanitarias de la Nación no está dispuesta a invertir. Tras 59 años, ni la mitad de la población podrá gozar cómodamente del agua”, dice un editorial del diario Crónica, el 16 de mayo del ’66, al día siguiente de la inauguración. Cualquier parecido con la actualidad, es mera coincidencia (se sabe, por ejemplo, que Obras Sanitarias ya no existe).
No era el único problema. Apenas meses después de la inauguración, en pleno verano del 67, el flamante acueducto (cuya vida útil se estimaba para 50 años, ya cumplidos, aunque sigue en funcionamiento a duras penas), comenzaría a romperse, debido a problemas de diseño: falta de protección exterior de los caños de hormigón, que, parece, empiezan a deteriorarse por acción de los suelos que, parece también, en la Patagonia tienen un alto nivel de salinidad. Y así seguirá, hasta tornarse en un problema insoportable, que en la década del 80 provocará marchas y reclamos (no muchos, ya se sabe que la ciudad no suele movilizarse tanto por el agua), hasta confluir en “el nuevo acueducto”.
El “acueducto nuevo”, que ya es viejo
Fue en 1999, luego de años de anuncios y gestiones, comisiones y reuniones que habían empezado más de una década antes, que el segundo acueducto de Comodoro Rivadavia se pudo inaugurar. Ya por entonces se advertía que, en algunos años (no más de 10) debería contarse con una obra complementaria, que pasaría a la historia con el pomposo nombre de “repotenciación”, un proyecto que aportó ganancias y facturaciones varias, pero cuya terminación –tras empezar en el año 2013- es hoy un misterio.
En estos años se acumularon algunas dudas: tiempo atrás se habló sobre la falta de adecuada protección catódica (para evitar la corrosión) de los caños del “nuevo” acueducto que en realidad tiene ya más de 20 años de vida. Si esas cañerías tendrán la resistencia suficiente una vez que se cuente con mayor potencia de bombeo es un interrogante al que hoy, al menos seriamente, no se puede responder con certeza.
Licitada inicialmente en 350 millones de pesos, la obra estuvo varios años paralizada por los litigios judiciales de la empresa CPC, por lo que recientemente se anunció que se firmó el acta de reinicio de obra, con nuevos plazos para su finalización. ¿Será esta vez la vencida? La triste historia del agua en esta ciudad impide albergar muchas ilusiones.