La última entrega de los premios Oscar, donde los ganadores casi pasaron desapercibidos ante el cachetazo más famoso de la historia, hizo eco en diferentes puntos del mundo. En todos lados se habló del golpe que Will Smith le propinó al humorista Chris Rock, y la posible justicia o injusticia del acto. Sin embargo, en Rada Tilly, al sur de Chubut, donde los zorros son parte del paisaje y el mar el escenario natural que da vida, el golpe tuvo un efecto más profundo: significó la liberación de una mujer que hace años sufre alopecia, y ahora decidió gritarlo al mundo para concientizar sobre esta enfermedad. 

Ángeles Amat (44), la protagonista de esta historia, aún no puede creer que se haya animado a realizar el video que dos días después del cachetazo de Smith publicó en sus redes sociales. La repercusión fue inmediata y los mensajes también. Sin embargo, tal como confiesa, no era algo de lo que ella hable habitualmente.

Ángeles es conocida en la zona por su profesión de psicóloga, carrera que estudió en la Universidad de Buenos Aires, en su ciudad natal, donde vivió hasta hace siete años. 

El martes confesó ante todos que sufre alopecia, toda una liberación que ahora se anima a compartir.

Por supuesto, todavía es difícil hablar del tema, por eso cuando lo cuenta no puede evitar quebrarse y liberarse. “Es un tema sensible. Yo me hago la fuerte, pero fue un tema muy impactante, dudé mucho en hacer ese video. Nunca hablo de esto, lo tengo re superado, porque yo no sería la psicóloga que soy, ni la persona si no hubiera vivido esto, pero es algo fuerte, algo que tengo pero de lo que no hablo”, dice.

Al ser consultada por la razón por la cuál hizo el video, Ángeles lo explica en forma sencilla. “Tenía la necesidad de que la gente sepa más del tema. Vi en eso que pasó una oportunidad, de que cuando una persona vea a una mujer sin pelo no solamente piense en cáncer, sino en otra cosa; pero también decir ‘sí, ya está, yo también lo tengo’. Que deje de ser un tema porque para mí hace mucho dejó de serlo”, explica.

Ángeles es natural. Durante la entrevista llora de emoción y estalla de risa. Recuerda algunas anécdotas y bromea constantemente. Asegura que la gente sabe que tiene algo, pero que de eso no se va a morir, “porque me vienen viendo, me vienen viendo y sigo estando”, dice y vuelve a reír. También recuerda aquellos viajes a Buenos Aires donde alguna vez le dieron estampitas y la consolaron diciendo  ‘yo también lo viví’, creyendo que tenía cáncer.

Es que como cuenta, uno de los principales problemas de la alopecia es que está directamente relacionada a la oncología, aunque esto no siempre es así. Pero vamos al principio.

EL PRINCIPIO DE TODO

Ángeles hace siete años comenzó a sufrir alopecia con intensidad. Sin embargo, asegura que los primeros síntomas comenzaron cuando era niña, en momentos turbulentos de su infancia, por la separación de sus padres y una situación traumática; algo habitual en este tipo de enfermedades, según dice. 

“Las personas que tenemos esta enfermedad autoinmune tenemos episodios en diferentes etapas de la vida. En mi caso clínico empezó como aureolas. Se te caen pedazos de pelo, pero a los síntomas siempre hay que preguntarle: cómo, cuándo y dónde. En mi caso siempre tuve esa tendencia de cuidar a los demás. Entonces para que se queden tranquilos aplaqué mis emociones y ahí empezó un modus operandi. Cuando fue poco era aguantable, pero cuando fue mucho empezó a ser más complicado”.

Ángeles recuerda que en la adolescencia, en un momento de cambio de colegio y crisis económica, otra vez la caída del pelo apareció. Sin embargo, como sucedió cuando era chica, se detuvo de un momento a otro y la vida continuó.

Así, terminó de estudiar psicología en Buenos Aires, comenzó a trabajar, se casó y tuvo hijos, pero un día, el problema volvió a aparecer.

“Estaba trabajando en la clínica. Era una mujer de 32 años, dos hijos chicos, mi marido que iba todos los días cómo de acá a Caleta, y mi desborde fue querer ser buena en todo cuando estaba aprendiendo. Quería ser brillante como psicóloga y estaba aprendiendo; quería ser brillante como madre y estaba aprendiendo a ser madre; quería ser brillante esposa y estaba aprendiendo. Y de alguna manera saturó”.

Como cuenta Ángeles al principio fueron pequeñas aureolas, pero luego llegó un momento en que en que se hizo imposible ocultarlo, y esa fue la etapa más difícil.

Ángeles asegura que intentó de todo, pero un día se cansó y todo cambió. “Llegó un momento que me cansé porque hice de todo; en su momento me di inyecciones, que eran cada dos días en el cuero cabelludo. Cuando era poquito me la bancaba, pero después me preguntaba si valía la pena. Me acuerdo que en un momento fui a una farmacia y me mató, y ahí dije basta, no es por acá. Así empecé con las terapias alternativas que hoy las pienso como complementarias”.

Para Ángeles asistir a una ayuda no tradicional significó romper barreras. Como psicóloga formaba en la UBA, con familia de psicólogos, tuvo que animarse a buscar terapias que no iban por el lado científico. Asegura que fue difícil, pero se animó y poco a poco todo comenzó a cambiar.

El primer paso fue animarse a usar peluca, una aventura que recuerda con alegría, gracia. “Fue inevitable y hubo un punto en que no había opción. No pensaba en el pañuelo y me metí en el mundo de las pelucas en Paraguay y Corrientes. El dilema era que me pongo: ‘¿una peluca que parezca mi pelo o me pongo algo que jamás hubiera tenido y siempre quise'. Me acuerdo que fui con una amiga, Gisela, que era peluquera. Entré a un local y en la vidriera veo a Mary, me la probé y me enamoré de mi de vuelta. Pero tenía que salir con eso a la calle”.

Esa tarde, Ángeles fue a buscar a sus hijos al colegio. Por supuesto, antes les advirtió que iba a llegar con una peluca. Así, desde entonces, convivió con Mary. 

La protagonista de esta historia asegura que la peluca fue un personaje más de la casa, pero un día tuvo que dejarla. Es que como dice, la clave de usarla “es que nadie lo sepa”, y fue imposible, ya que el paso del viento para Mary, su reemplazo y las ganas de cambiar, hicieron que poco a poco fuese usando pañuelo.

El cambio tampoco fue sencillo, y otra vez una amiga fue contención. “Esta vez me ayudó Raquel. Hace cuatro años atrás. Me pasaba que llegaba un momento en que la peluca me resultaba poco práctica, entonces empecé a usar pañuelos. Además tuve que cambiar a Mary porque no daba más y no fue lo mismo. Y esta amiga me dijo empezá a usar pañuelos, te quedan divinos. Entonces fue una manera de ir cambiando; además fue más práctico y más cómodo”.

Por supuesto, usarlo no fue tan sencillo como suena. La peluca ocultaba cosas, como dice Ángeles, pero el pañuelo despertaba interrogantes.

En su afán de encontrar respuestas, ella se apoyó en el stand up y en un concepto particular que dice: “uno no puede decir lo que es obvio que parece que es”.

Así, sabiendo que tenía que manejar la información que daba su propio cuerpo, encontró la frase perfecta para romper el hielo con los pacientes. Y cada vez que entraba alguien nuevo en terapia le decía: “por suerte no tengo cáncer, ni soy gitana, simplemente se me cayó el pelo... Empecemos a hablar”

Para Ángeles usar pañuelo fue la construcción de un personaje, la posibilidad de cambiar de look y afrontar lo que le sucedía. Sin embargo, a veces era incomodo el calor y le molestaba estar expuesta constantemente. Así, comenzó a sentir que era momento de quitarse el pañuelo, y finalmente este verano mostró su realidad, entendiendo qué era lo qué le sucedía. 

“Es muy distinto el lugar en que uno se saca el pañuelo, porque una cosa es la enfermedad y otra cosa el calor. Me acuerdo que un domingo en un partido de mi hijo, le pregunté si le molestaba que me sacará el pañuelo, y me dijo que haga lo que quiera. Entonces me lo saqué”.

Desde entonces, Ángeles cada vez vive más libre. Entiende que está en un momento de aprendizaje, y eso también influyó en la publicación del video que eliminó de una vez por todas los disfraces y los personajes. 

“Estoy en un momento en que creo que puedo enseñarles a otros a partir del camino que yo viví, que es un camino de autoconocimiento. Todo implica un esfuerzo, una perseverancia, pero bueno esto fue bárbaro porque sentí que lo iba a hacer más natural, entonces no me iban a mirar; sentí que era la oportunidad de soltar, que deje de ser un tema, porque me transformó totalmente como psicóloga”.

La entrevista va llegando al final. Ella lloró, río y sin saberlo se abrió a otra etapa; el contarle a otro lo que le sucedía. Y todo gracias a un cachetazo que un actor dio al otro lado del mundo y que en ella tuvo un efecto único.

Es que como dice, sin disfraces ni personajes, “fue una liberación y una comprensión que yo no puedo explicar, porque yo no puedo explicar la psicóloga que soy, ni lo que hago, ni lo que pienso, sino cuento mi historia. Esa es mi verdad”, dijo, la psicóloga que sufre alopecia y se animó a contarlo gracias a al cachetazo de Will Smith.

ADNSUR está certificado por CMD Certification para la norma CWA 17493 de JTI, octubre 2024-2026. Ver más
¿Querés mantenerte informado?
¡Suscribite a nuestros Newsletters!
¡Sumate acá 👇🔗!
Recibí alertas y la info más importante en tu celular

El boletín diario de noticias y la data urgente que tenés que conocer