Uno de los compromisos asumidos en el acuerdo con el FMI por el gobierno nacional contempla la actualización periódica de tasas de interés, tratando de que el ‘premio’ que pagan los bancos sobre el dinero de los ahorristas se acerque lo más posible, o incluso supere, a la inflación. Ese objetivo, que en paralelo debería desincentivar la demanda de dólares, que el país no tiene, presenta también un costado de alto riesgo al otro lado del mostrador: el encarecimiento del crédito y la posibilidad de financiar el consumo con tarjetas de crédito, frente a una inflación que no da tregua. 

Lucas Atucha es licenciado en Economía y se desempeña actualmente como secretario de Posgrado, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNPSJB, sede Trelew y se refirió a las posibles consecuencias del acuerdo, además de los objetivos que se apunta a alcanzar.

“En el marco del acuerdo con el FMI y en busca de normalizar las variables económicas, y fundamentalmente calmar las presiones cambiarias e inflacionarias, el Banco Central está en el camino de restablecer tasas reales positivas, es decir una tasa que descontando la pérdida de poder adquisitivo permanezca por arriba de la inflación”, dijo el economista, ante la consulta para este informe de ADNSUR.

“Con una inflación que corre al 52,3 por ciento anual (57,3 por ciento al anualizar el último dato mensual), las tasas de política monetaria se ubican en torno al 42 por ciento, lo que deja un camino de alzas de tasas”, añadió, en referencia a la renta que ofrecen los bancos sobre los depósitos en pesos, ya sea de pequeños ahorristas particulares o empresas.

Ante la consulta puntual de si esto podría encarecer el financiamiento con tarjetas de crédito, el economista precisó el refinanciamiento con tarjetas de crédito ya habían subido en enero de este año, al 49 por ciento, “por lo que un alza de tasas debería ser marginal "en este tipo de instrumentos. 

Del mismo modo, Atucha registró que durante la pandemia, las tasas de las tarjetas de crédito permanecieron con intereses por debajo de la inflación. 

El objetivo de favorecer el ahorro en pesos es desalentar la compra de dólares.

“Hay que hacer resaltar también en la conducta de los consumidores, en cuanto al uso de las tarjetas. El mal uso, como el pago del mínimo del resumen, lleva a prácticas financieras que terminan en una explosiva deuda para los usuarios (además de inhabilitar la tarjeta y perder historial crediticio)”. 

El impacto en el credito productivo

Atucha también fue consultado por el impacto que podría tener la suba de la tasa de interés a la hora de que los bancos deban atender a los sectores de la producción o el comercio, que requieren de financiamiento para sostener sus actividades.

“En cuento a la producción, el aumento del fondeo de los bancos, es decir las tasas que pagan por los depósitos (41,5 por ciento), también va a llevar a un incremento de tasas en los créditos”, advirtió el secretario de Posgrado.

De todos modos, recordó que hay una gran variedad de líneas de créditos con tasa subsidiada que ofrecen los bancos, tanto públicos como privados. 

“Cabe destacar que la dificultad de la producción en el acceso al crédito, muchas veces no sólo es por la tasa de interés vigente, sino por la falta de formalización de sus estados financieros que refleja la actividad de la empresa (informalidad, subfacturación, etc. ) –describió el economista-. Es un problema sistémico de nuestra economía que alienta dichas prácticas, pero que luego tiene su correlato en la dificultad de acceder al crédito”.

Para Atucha, el círculo podría resultar virtuoso si los incentivos para captar ahorros en pesos dan los resultados esperados.
“Recordemos que para que exista crédito, la contrapartida son los depósitos y el ahorro de las familias y empresas –explicó-. Sin incentivos para el ahorro (en cuanto a tasas de interés y que signifiquen una protección, frente a la devaluación e inflación), el crédito permanecerá restringido. El ejemplo más claro, son las dificultades de sostener el crédito hipotecario para la compra o construcción de viviendas, hoy inexistente para una gran parte de la población”.

Objetivos contrapuestos: “lo que favorece el ahorro, puede encarecer la financiación de compras en cuotas” 

Por otra parte, el economista Marco Simoes también se refirió al compromiso adoptado por el gobierno en el acuerdo con el Fondo, para sostener las tasas por encima de la inflación. Al evaluar el impacto que podría deparar esta medida sobre los circuitos productivos, evaluó:

“El objetivo de incrementar la producción y los préstamos accesibles para sectores productivos se contrapone con la meta de acumular ahorro en moneda nacional. Cuando tenés una suba de tasas, a lo que apuntás es a enfriar un poco el circuito económico, a costa de una mayor estabilidad, que es lo que plantea el compromiso con el Fondo”.

Como consecuencia, el economista comodorense anticipó: “Podemos esperar que no se fomenten tanto los créditos accesibles al comercio o al sector privado, o incluso a los consumidores finales, que suelen financiar muchas compras en 12 cuotas o más, con planes de pago a largo plazo”.

De ese modo, Simoes detectará con mayor claridad la contraposición entre las dos consecuencias de una misma medida: 
“Una familia tiene que adoptar tanto decisiones de ahorro como de consumo. Esta política, derivada del acuerdo con el Fondo, mejora las posibilidades de ahorro, pero encarece las opciones de consumo. Por eso puede generarse un crecimiento menos acelerado al que se produciría si la tasa bajara por debajo de la inflación”. 

¿Qué pasará con los Planes 'Ahora 12' ó 'Ahora 18'?

Además del circuito productivo, Simoes fue consultado por sistemas de créditos que favorecen la compra de electrodomésticos o de dispositivos electrónicos, como computadoras o celulares, que en muchos casos se adquirieron a través de financiación con tarjetas de crédito, en 12 ó 18 cuotas.

¿Seguirá la financiación en 12 cuotas sin interés?

 “No van a desaparecer, pero es posible que como consecuencia de esta situación vayan encareciéndose, al punto que tal vez convenga más afrontar el costo en efectivo, o un solo pago, porque en 12 cuotas probablemente te cueste más que antes. Es probable que un programa 'Ahora 12' ya no vaya por debajo de la inflación, sino todo lo contrario”.

En cualquier caso, el economista dejó una recomendación final a la hora de resolver una compra: “Cuando ves la oferta, hay que evaluar el costo financiero total, porque muchos planes de pago tienen, además de la tasa de interés, otros cargos como pueden ser costo de seguros y otros componentes. Hay que corroborar el CFT y verificar si ese costo está por debajo o por arriba de las expectativas que tiene uno sobre la inflación del próximo año”.

La inflación ya se proyecta en el 60 por ciento

El telón de fondo de lo descripto hasta aquí es la evolución inflacionaria, que en febrero arrojó casi un 5 por ciento para la Patagonia y que a decir del economista César Herrera, “se pierde la posibilidad del ahorro futuro, por eso se busca el dólar o las criptomonedas como alternativa. La otra consecuencia es que se nos pierde la noción de los precios relativos. No sabemos qué es caro y qué es barato”.

Por eso, Herrera aludió a la necesidad de reactivar un trabajo realizado tiempo atrás en el ámbito universitario, en el que se pudieron establecer precios promedio, sobre determinados productos comestibles, tratando de apuntalar la relación calidad-precio.

Con dicho instrumento, “uno puede decir estoy comprando un poco más caro o más barato, pero cuidando que si el paquete de arroz tiene un precio más bajo, no se quede pegado en la olla, entonces apuntamos a un producto un poquito más caro pero de mejor calidad”.

Herrera, que calculó la canasta básica comodorense en algo más de 90.000 pesos para el mes de enero, estimó que las proyecciones a partir de los primeros meses ya arrojan un 60 por ciento de inflación para todo el año, "lo que provoca una gran tensión en todos los ámbitos laborales, a la hora de discutir las paritarias salariales".

En ese escenario, otra incógnita a despejar en el corto plazo es si la política de suba de tasas, que apunta a “secar” la plaza sacando de circulación una parte de los billetes que retroalimentan el crecimiento de precios, tiene alguna incidencia para disminuir la escalada en las góndolas.
 

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