Las abuelas que hicieron grande a la Argentina
Casi no tuvieron infancia porque había que criar a los hermanos menores, ayudar en la casa y estudiar cuando se podía. Pero trabajaban a la par de los hombres, tuvieron familias numerosas y desarrollaron una enorme sabiduría con una ternura que atravesó el tiempo. Les tocaron épocas adversas pero se sobrepusieron a todo para dejarnos ejemplos de vida colosales.
Nacieron en tiempos duros, entre las décadas del ‘20, ’30 y '40, cuando el país comenzaba a transitar los vaivenes de una economía que se reconstruía.
Sus infancias no conocieron la comodidad ni los lujos de la niñez que hoy muchos disfrutan. Eran épocas de sacrificio donde cada pequeño aportaba su grano de arena en la familia.
No había tiempo para juegos extensos ni estudios completos. Sin embargo, las abuelas que hoy caminan por nuestras calles (con paso lento) son las verdaderas arquitectas de una Argentina pujante en el desarrollo económico y en la dinámica vivencial de su pueblo.
Desde temprana edad, se les encomendaban tareas que hoy parecerían impensadas para una niña.
Cuidar a los hermanos menores, ayudar en la chacra, atender un negocio familiar o incluso aprender oficios a la par de sus padres eran parte de su rutina diaria.
A menudo, el trabajo se imponía sobre la escuela, y aunque muchos no completaron su educación formal, lo que aprendieron en las calles, talleres y campos los preparó para la vida de una manera más profunda que cualquier libro de texto.
A pesar de que sus manos estaban ocupadas con el trabajo duro nunca dejaron de demostrar una sabiduría innata en las tareas cotidianas.
Sabían de construcción como aquellos que aprendieron observando y practicando sin necesidad de planos complejos.
Conocían los misterios de los motores de los autos con solo escucharlos, y en el hogar, mantenían un orden y una organización que permitían que la vida continuara, incluso en tiempos de escasez.
Criaban a sus hermanos, a sus hijos y, muchas veces, a los hijos de otros familiares.
Forjaron una cultura de solidaridad y sacrificio en la que el bienestar común siempre estaba por encima del individualismo.
Sabían lo que era compartir un plato de comida aunque fuera escaso y convertir la dificultad en ingenio para subsistir.
Esa generación hizo grande a la República Argentina por el trabajo anónimo y constante que realizaban día a día.
Fueron las trabajadoras, técnicas, enfermeras y las amas de casa que mantenían el país en marcha, a pesar de las crisis, de las guerras que resonaban en otros continentes y de las dificultades económicas.
Construyeron no solo las infraestructuras físicas de un país en crecimiento, sino también los valores de la responsabilidad, la honradez y el esfuerzo.
Hoy, son ‘gigantes silenciosos’ merecen ser respetados porque sus historias de vida así lo demandan.
Cada arruga en su rostro, cada paso que les cuesta dar, es el testimonio vivo de una vida dedicada a levantar un país.
Son un legado de sacrificio y trabajo y es gracias a ellas que la Argentina pudo soñar con un futuro próspero.
EL MEJOR HOMENAJE ES GARANTIZARLES SUS DERECHOS
Con el paso del tiempo, afloran las problemáticas de salud que deben ser abordadas de inmediato con el respaldo de sus obras sociales o con respuestas del sistema público de salud a la altura de las circunstancias.
Les tocó enfrentar épocas -extremadamente- complejas de arbitrariedades, injusticias, explotación laboral, cultura machista, temas ‘tabúes’, intentos de silenciamientos entre tantas otras aberraciones.
En algunos casos, ni siquiera les hicieron sus aportes laborales y ahora se sienten las consecuencias.
Pero también, la integración social, los espacios para actividades deportivas y recreativas y un protagonismo efectivo en la vida social a través de ámbitos para diálogos intergeneracionales para capitalizar las experiencias son aspectos que contribuyen a la salud mental de los adultos mayores pero también proyectan a todas las edades.
Una cultura se dinamiza cuando respeta a la generaciones mayores, acumula las experiencias, las organiza y las entronca para hacer frente a estos tiempos en los que también conviven la incertidumbre, el vértigo tecnológico, el afán individualista y la apariencia material.
Nuestra abuelas tienen una percepción en “3D” para ayudarnos a encontrar el rumbo y poner proa a una dirección donde prime la solidaridad, empatía, compromiso mutuo, respeto, valor a la cultura del trabajo e igualdad de condiciones
'LAS PALABRAS CONVENCEN PERO LOS EJEMPLOS ARRASTRAN´
A pesar de todas las adversidades a las que se sobrepusieron con la fortaleza de gente impresionante, nos dejan el ejemplo de sus vidas. Hicieron vívida esa hermosa frase “las palabras convencen pero los ejemplos arrastran”.
Hoy, la generación de sus nietos les reafirmamos que no las recordamos un día como hoy sólo porque queda bien.
Todas ellas viven dentro nuestro, nos ayudan a actuar y son el motor para enfrentar nuestros propios desafíos actuales porque también fueron artífices de nuestras vocaciones actuales.
Una Nación se convierte en potencia mundial cuando honra a sus antepasados, aprende de ellos, les brinda protagonismo social para perfilar un destino común en una misma dirección.