Maestra hará trabajo comunitario por tener plantas de marihuana
Le descubrieron 35 plantas y deberá completar 150 horas de tareas.
EL HOYO – Una maestra de primaria fue condenada por tenencia ilegal de estupefacientes, a un año y seis meses de prisión en suspenso y multa de $ 225. Para no ir a la cárcel, deberá realizar 150 horas de trabajos no remunerados a favor del Estado o de una institución de bien público.
Paula Alejandra Bettiga, una vecina de El Hoyo, poseía dos invernáculos en los que además de tomate, zapallo y lechuga, cultivó 35 plantas de cannabis sativa. Aunque el juicio no pudo probar que la mujer se dedicara al narcotráfico, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia consideró que esa cantidad de marihuana, que era más de un kilo, excedía el consumo personal.
El hallazgo se produjo en enero de 2013 durante un recorrido preventivo de personal de la Comisaría El Hoyo, que observó los invernáculos de grandes dimensiones tipo iglú y detrás del nylon transparente las plantas de casi dos metros, hasta el techo, con sus hojas aserradas pegadas al plástico. Era en el barrio El Sauzal, cerca del paraje El Desemboque.
En la calle sin nombre y la casa de ladrillo a la vista sin número, ubicada en el barrio El Sauzal, cerca del paraje El Desemboque, vivían la mujer y varios hijos menores. El lugar se veía desde la ruta. Tenía un Citroën 3 CV negro, sin patente, y un cartel casero de cartón y letras azules: “Lavo ropa”. Estaba ubicado A 50 metos del centro recreativo El Sauzal y a unos 1.5 kilómetros del Camping Las Pitras.
Para pedir el allanamiento, los policías argumentaron que era necesario hacerlo porque los ocupantes podían darse cuenta de la vigilancia y les sería fácil deshacerse de las plantas. Manifestaron que como la marihuana estaba cerca de la ruta y a la vista de transeúntes, generaba un “potencial peligro para terceros”.
Sin embargo, la fuerza admitió que la vigilancia no detectó venta de plantas. “La intensa vegetación, la gran cantidad de vehículos que transitan por la calle de tierra generando polvillo en suspensión y máxime teniendo en cuenta que no se pudo contar con un buen lugar de vigilancia, se hizo dificultoso observar los movimientos de las personas de la vivienda y el arribo de terceros”, declararon.
La Policía insistió con el procedimiento dado que la gran cantidad de vegetación que rodea el lugar “es propicia para que se generen focos ígneos, los cuales serían totalmente tóxicos y nocivos para la salud de los vecinos, turistas y transeúntes”. “Es una zona de alto riesgo de incendios”, insistieron.
En el allanamiento, de modo espontáneo, Bettiga manifestó que suministraba gratis las plantas para uso medicinal a personas de la zona. Y que se amparaba en el artículo 19 de la Constitución Nacional, que protege los actos privados de las personas. Ante el TOF, aseguró que cuando se mudó los invernáculos ya estaban construidos. Acusó a la Policía de un allanamiento “sorpresivo y brutal”.
Por consejo de su abogado, la mujer contó que se dedicaba a la herboristería con plantas de la zona que crecen naturalmente, a modo medicinal. Las trituraba o las hacía té. “Hace texturas y preparados como plantas medicinales de uso doméstico”, contaron.
Era la primera vez que sembraba semillas de marihuana para una investigación personal. “Cada vez que prepara o estudia una planta va probando el crecimiento según abono y condiciones de luz. La marihuana quería probarla en su persona. Lleva tiempo investigar con plantas de manera clínica. El resto son plantas medicinales, no estupefacientes”, explicaron al sitio. Bettiga “no previó que la marihuana es estupefaciente, para ella las plantas son plantas e iba a actuar igual que con otras”.
Aseguró que no sabía que todo lo que iba “a tirar al voleo iba a crecer”. Pero no comercializó: era para experimentación personal. Contó que con 8 hijos trabajaba en escuelas rurales y se definió como “maestra en metafísica herboristería, una ciencia que se transmite en generaciones”.
Tiene estudios de arte, latín e inglés. En ese momento vivía de lavar ropa en su casa y es masajista. Atendía chicos con dificultades de aprendizaje, y criaba chanchos y un caballo para equinoterapia.
Según explicó Bettiga: “La mayoría de las plantas mezcladas con valeriana tiene efectos sedantes”. Quería experimentar con la marihuana probando y variando las combinaciones.
“Tiene una visión social de la vida, primero iba a experimentar ella, no sabe qué hubiera ocurrido más adelante. Era una prueba y no está entre sus plantas favoritas. No tuvo conciencia del riesgo que asumía, fue muy ignorante. Las tareas botánicas las aprendió de libros y años de campo en el delta de Paraná, en una familia de productores de manzana”, explica la sentencia.
Fuente: Diario Jornada