Armando Andrade  fue  parte esencial de la historia gráfica y publicitaria  en Comodoro Rivadavia durante más de 50 años. Hizo de su trabajo un arte, y así se convirtió en un referente para comerciantes, diarios, pero también para los escritores, aquellos hombres que le pusieron palabras a los inicios del viejo pueblo de viento y petróleo.

El pasado 26 de agosto había celebrado su cumpleaños número91. ADNSUR pudo conocer la triste noticia de su fallecimiento en las últimas horas del reconocido “imprentero”.

“Se fue en paz, acompañado por su hijo Miguel en el lugar elegido para pasar sus últimos días. En la tierra donde nacieron sus padres.  Un bello lugar,  el paraíso en la tierra le decíamos  llamado Pocoihuen, al sur del lago Llanquihue, Chile”, precisaron sus allegados a este medio.

UNA VIDA MARCADA POR EL OFICIO

Nació el 26 de agosto de 1934 en Chile, en la región Aysén, adonde llegó su padre desde Puerto Montt. Con solo tres años, en el 37, sus padres lo trajeron a Comodoro Rivadavia en un camión y se instalaron en una pieza de alquiler de la calle España.

Por ese entonces estaba la escuela 24, y dos negocios: un sastre portugués y un quiosco. Allí la familia estuvo unos meses hasta que se mudó; primero a la calle San Martín y luego a Francia 930, el lugar desde donde Armando cada día salía para la Escuela 24 (hoy conocida como 83), y luego al Colegio Dean Funes. 

 En el viejo Centro, Armando se crió junto a Mario José Bladilo, el creador de Bladilo y asociados. Con él no solo compartió escuela, sino también fue quien lo insertó en el oficio que hizo durante más de 50 años: la gráfica y la publicidad.

"Cuando dejé de estudiar me dijo ‘venite a trabajar conmigo’ y fui a Excélsior Publicidad con Jorge Canel.. Ahí empezamos a trabajar juntos y seguimos hasta su muerte”, contó en su momento, Andrade en diálogo con ADNSUR,con la simpleza de saber que muchos de los suyos ya no están.

“Yo no era diseñador gráfico ni nada de eso. Lo que pasa que antes no estaba la carrera de Artes gráficas, pero uno hacía carteles, vidrieras, lo que venga. Hacia escenarios de teatro, me las ingeniaba”, recuerda a la distancia. 

Así a Armando le llegó la posibilidad de hacer el primer logo a El Patagónico, y luego a Crónica. Pero un día tuvo un ofrecimiento que lo hizo cambiar de rubro: la zapatería. “Yo por ese tiempo hacía vidrieras y stands, conocí mucha gente, y un día vino Calcaterra de Tonsa, y me dijo yo quiero que me hagas la vidriera, pero que trabajes conmigo”.

Una vida llena de historia e impronta en la gráfica y la publicidad en Comodoro. Foto: archivo

En un momento, ya con proyectos concluidos en la ciudad petrolera, decidió irse a Río Gallegos. En busca de sus sueños, Armando armó las valijas y se fue para el sur. Sin embargo, cuando quiso crear su propia imprenta, comenzaron los cuestionamientos. Sin tiempo para complicaciones, él decidió volver a casa. 

En su regreso a Comodoro creó “Publicidad Americana”, su propia empresa de publicidad. Estuvo un año con la firma hasta que le ofrecieron comprar una imprenta que estaba casi abandonada. Cuenta que la compró y la pagó en un año. Y así comenzó su gran historia, en San Martín 437, un conventillo donde había una serie de locales.

 “Llegó a ser una de las mejores imprentas", gracias a su gusto por la tecnología. "Todo lo que salía nuevo yo quería comprarlo. Empecé con dos Minerva, pero conocí el offset, conocí máquinas heidelberg, y quería tener esas máquinas y las compre. Tenía tres. Y así siempre fue: compraba una, las pagaba y después compraba otra. Pero llegué a hacer cosas que no se hacían en Comodoro”, recordó con emoción este hombre que hizo de la gráfica un nombre y acompañó toda una época, tiempos que ya no existen para ese rubro. 

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