Nico Oviedo, el director de coro comodorense que vive en Europa y musicalizó una serie que emite Netflix.
“Cuando descubrí a los Beatles me quise dedicar a la música, es así”, dice Nicolás Oviedo, el director de coros de Comodoro Rivadavia que desde 2006 se encuentra radicado en España, donde hizo un doctorado en Musicología. Nicolás, como todos, tuvo que enfrentar el desafío de reconvertir su labor en la pandemia y terminó haciendo trabajo de posproducción para una serie de Telemundo que emite Netflix. Esta es su historia.
Una tarde de dibujos animados y almuerzo con el tío, terminó cambiando el destino de Nicolás Oviedo, el director de coros de Comodoro Rivadavia que desde 2006 se encuentra radicado en España, y que por estos días hace trabajos de posproducción para series y películas.
Nico, hijo de Galo Oviedo y Helena González -dos referentes de las luchas sociales de la ciudad- estaba con su tío Ricardo mirando televisión cuando sonó The Beatles. Su tío se lo indicó, era la gran banda británica que por entonces ya era historia. Para él, en cambio, era la música del show de Patsy, aquel programa donde pasaban dibujos animados y sonaba una canción que estaba buenísima: “Help!”.
Nico recuerda ese día y no es para menos, como dice, en esa mesa comenzó su camino en la música, la pasión que acompaña su vida. “Me acuerdo que en Canal 9 estaban dando el Show de Patsy donde pasaban dibujos animados. Estábamos comiendo con mi tío y cuando sonó la canción que estaba buenísima, los señala como que son los Beatles. Para mi eran los dibujitos animados, no era un grupo de gente grande, pero me hizo descubrir que existían de verdad y tenían discos, me volví loco”.
Nicolás, cuenta que enseguida comenzó a comprar los discos, y una cosa llevó a la otra. “Empecé a tocar la guitarra y empecé a estudiar seriamente”, recuerda. Para él fue el comienzo con la música, el inicio de una aventura que a los 18 años lo llevó a Buenos Aires y a los 32 a España para hacer un doctorado en musicología en la Universidad Autónoma de Madrid.
Pero su formación comenzó mucho antes, primero de la mano de Juan Calo, Alberto Iribarne y José Luis Jara -el primer guitarrista de los 113 Vicios- y luego con sus amigos de la ENET 2, con quienes armó diferentes proyectos hasta que desembarcó en Disgorge, una banda de heavy metal que recuerda como “una experiencia extraordinaria”.
“Tenía 17 y tuve la suerte de que entré. Era un pedazo de banda, yo cada vez que escucho las grabaciones los valoro, porque eran muy buenos músicos, porque por más que era gente que tenían sus trabajos, uno en el petróleo, otro trabaja en Clear, era gente que se lo tomaba muy enserio y sacudían la escena. Con la edad me doy cuenta que fue una experiencia que me marcó mucho”.
En esa banda, Nico tocó hasta que se fue a Buenos Aires a estudiar música clásica en el Conservatorio conocido como la Lusila. Quería ser concertista. Sin embargo, una lesión en la mano se lo impidió y decidió volcarse al mundo coral donde ya se había involucrado.
A los 23 tuvo su primer instrumento, y desde entonces no paró. Durante varios sus años su vida estuvo ligada a diferentes coros. Alguna vez en algún colegio pero también en La Casa del Chubut, donde consiguió una beca a cambio de dirigir el coro del establecimiento de promoción turística y asistencia. Así, combinaba sus actividades corales con clases de guitarra hasta que un día le ‘picó’ el bichito de Europa.
En 2005, Nico viajó por primera vez al otro lado del charco. Su pareja estaba allá, y luego de España se fueron ambos a Escocia. Al regreso, le quedó gustando la idea de viajar para tierras europeas, hasta que un día tomó la decisión.
“Venirme para acá fue muy súbito, de un año para otro. Salió la oportunidad de hacer el doctorado acá y me vine. Fue una experiencia muy linda, porque me involucré muy fuerte en la universidad. Ni bien llegué me dieron una beca para trabajar con el coro como director asistente. Estuve como siete años y fue una experiencia muy bonita. De hecho, ahí conocí a todos mis amigos, mi actual mujer”
Cuenta Nico que su vida “pasó por la universidad durante mucho tiempo”, hasta que en 2016 se terminó la última beca que tuvo. Como los salarios no eran buenos, y la vida académica también impone otras obligaciones tuvo que elegir y decidió seguir haciendo música. Por ese entonces, ya había tenido un paso por la Universidad de Yorke, Inglaterra, donde trabajó su tesis doctoral sobre ‘teoría musical del renacimiento’, indagando sobre tratados de la época y formando su propio concepto.
Desde entonces, Nico se dedicó a la vida coral. Llegó a dirigir hasta cuatro coros hasta que otra vez cambió todo, pero esta vez por la pandemia y lo que conllevó para ese tipo de profesiones, pero también por el nacimiento de sus hijas, que le cambió la perspectiva.
En tiempos de confinamiento, toda la actividad coral quedó pausada, y Nico, como muchos directores, tuvo que acudir a plataformas como Zoom para poder continuar con las actividades.
“Con la pandemia tuve que armarme un estudio en casa. Por suerte pude mantener la actividad online, tratando de que canten todos juntos. Entonces, me armé un estudio y básicamente hacía una maqueta y cada integrante me mandaba su voz armada con el móvil. Así empecé, porque hacía algunas cosas para mi sobrina, pero nunca como ingeniero. Siempre trabajé con alguien que lo hace, pero tenía que seguir con mi trabajo”.
En ese proceso, Nico se lo contó a un medio pariente, que es un premiado editor de cine de España, y un día cuando fue a visitarlo, le hizo una pregunta que lo sumergió en una faceta hasta entonces desconocida. “Me acuerdo que fui a su casa y tenía un problema con un musicalizador. Me dijo que lo podía hacer yo, probamos con esta serie de 100 capítulos, donde yo hice unos 10 y estuvo bien”.
La serie es “Parientes a la fuerza”, producción que Sebastián Ortega realizó para Telemundo y que se emite por Netflix; Nico hizo la posproducción de sonido 10 capítulos y así se sumergió en una faceta que le hace cuestionar cómo continuará su carrera.
Es que sabe que su alma está puesta en el trabajo coral, pero reconoce que se le da bien la posproducción. Como buen músico y fiel a sus convicciones, no quiere trabajar en cualquier proyecto, sino en formatos que sean de su interés, quizás alguna película o por qué no, crear él mismo la música que le da vida y sentido a estos trabajos audiovisuales.
Pero aún no lo decide. “Es algo que ‘tenés que dedicarle tiempo, y yo no quiero resignar mi trabajo como director de coro. Es un trabajo que lo hacés de tu casa, con otros horarios a los que no estoy acostumbrado. Pero habrá que ver porque a nivel laboral tiene su significado. La realidad es que en principio me gustaría tener nuevas experiencias y también hacer mi música para proyectos audiovisuales. Pero me conformo con vivir de la música lo más que pueda. Todas las cosas se me han ido dando, aunque si me gustaría hacer alguna música bonita para algún audiovisual. Eso sí me gustaría”.