El viernes 27 de septiembre, a las 3 de la mañana, un nuevo sismo sacudió la zona de Vaca Muerta, particularmente en las cercanías de Añelo. El Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) confirmó que el temblor tuvo una magnitud de 2,7 en la escala de Richter y se originó a 8 kilómetros de profundidad, con su epicentro localizado a 26 kilómetros al noreste de la localidad.

Este evento sísmico fue asociado con las operaciones de fractura hidráulica, conocidas como fracking, que se llevan a cabo en el área de Bajada del Palo Oeste, situada a solo 2 kilómetros del epicentro del sismo. Desde el Observatorio de Sismicidad Inducida se enfatizó la importancia de un monitoreo continuo de estos fenómenos, dado que los sismos inducidos pueden representar un riesgo para las comunidades cercanas y la infraestructura local.

Pese a que la magnitud del sismo fue relativamente baja, la preocupación aumentó debido a la demora en la publicación de los datos sísmicos. INPRES emitió el informe tres días después del temblor, lo que genera inquietud entre los habitantes de la región. Esta situación no es aislada, ya que el Observatorio indicó que la agencia oficial frecuentemente retrasa la difusión de registros sísmicos, especialmente aquellos vinculados a la actividad en Vaca Muerta.

Durante el año 2024, Neuquén registró un total de 58 sismos, de los cuales 45 están relacionados con actividades de fracking y solo 13 tienen un origen natural. Este alarmante balance ha intensificado las preocupaciones sobre el impacto ambiental de estas actividades y la falta de información en tiempo real, que podría complicar la implementación de estrategias preventivas en caso de un sismo de mayor magnitud.

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