Llegando a Trelew desde el norte, a la vera de la Ruta Nacional 3, se levanta el dinosaurio más grande del mundo del que se tiene registro hasta ahora. El Patagotitan mayorum es el “cacique de la tribu” de los dinosaurios saurópodos que habitaron Sudamérica hace más de 100 millones de años en el Cretácico.

Lo llaman el “cacique” porque pertenece a la especie de los loncosaurios –en mapuche el lonco es el jefe-, los dinosaurios más grandes que jamás habitaron la Tierra. La réplica fue transportada en barco desde Alemania.

El Patagotitan, de 70 toneladas y más de 30 metros de largo, es el último de los gigantes que habitó un mundo extinguido hace millones de años. La Antártida entonces estaba cubierta de vegetación, el clima era cálido, el hielo era agua, no se había levantado la cordillera y un estrecho mar separaba estas tierras de África.

La representación gráfica del Patagotitan mayorum de Trelew.

El titán entre los titanes posicionó al Museo Paleontológico Egidio Feruglio de Trelew como un lugar de paso obligado para los científicos de todo el mundo que vienen a la Argentina a estudiar los dinosaurios de Sudamérica.  

Si hasta hace una década el circuito de los paleontólogos que visitan nuestro país comprendía los museos de Buenos Aires, La Plata y llegaba hasta Neuquén en la Patagonia, con el descubrimiento del Patagotitan mayorum el centro se desplazó a Trelew.

La réplica del Titanosaurio de Trelew que se encuentra en el Museo de Historia Natural de Nueva York.

En todos estos años, llegaron a Trelew científicos de los Estados Unidos, Alemania, Bélgica, España, Inglaterra, China y Australia atraídos por la curiosidad de conocer al dinosaurio más grande de todos y que le permitió a la ciencia avanzar 40 años en un solo día.

LA FLECHA DEL TIEMPO

Hasta que se descubrió el Patagotitan, en un campo al sur de Las Plumas, en la meseta chubutense, se sabía que el Argetinosaurus de Neuquén, y el Puertasaurus de Santa Cruz, eran los titanes más grandes de los que solo se conocen algunas vértebras. La información que había de esos titanosaurios era bastante incompleta: faltaban piezas.

Lo asombroso del Patagotitan no es su tamaño comparado con la magnitud de los otros dinosaurios gigantes; lo extraordinario de este hallazgo es que permitió reconstruir un esqueleto completo con el 70 por ciento de las piezas que fueron encontradas en el yacimiento.

Las piezas originales del Patagotitan se conservan en el Museo Egidio Feruglio y pertenecen a la provincia de Chubut. El impacto internacional de este descubrimiento fue de tal magnitud que el Museo de Historia Natural de Nueva York, instaló una réplica de este dinosaurio que concentra las miradas de todo el mundo.

“El mayor aporte del Patagotitan no es el tamaño, sino que encontramos un montón de huesos de la región torácica dorsal, la cola, las patas, y es la primera vez que pasa con un dinosaurio de esta clase. Patagotitan nos trajo información de cuánto pesaban, cuánto medían y en qué lugar evolutivo estaban”, explica José Luis Carballido, investigador del MEF que intervino desde los comienzos.

El yacimiento de La Flecha en Las Plumas, donde los científicos encontraron el fémur que los llevó a descubrir al gigante.

EL ÚLTIMO DE LOS GIGANTES

Se cree que el Patagotitan mayorum es el último de los gigantes que dejó en suelo chubutense un legado de un mundo que ya no existe; los loncosaurios de su especie vivieron en el Cretácico, el último período en el que los dinosaurios habitaron la Tierra hace 66 millones de años.

Podemos imaginarnos que este gigante se quedó dormido en una planicie de agua, rodeado de árboles gigantes, cerca de un río, con flores que daban frutos que los alcanzaba con su cuello largo, y despertó del sueño en un mundo nuevo, millones de años después.

Ahora sabemos que el gigante tenía incrustados dientes de dinosaurios carnívoros que eran diez veces más chicos que él y posiblemente ni siquiera lo asustaron.

El Patagotitan mayorum, herbívoro -pacífico al fin- era tan inmenso que los predadores no podían cazarlo. Es probable incluso que los dinosaurios carroñeros tuvieran que conformarse con devorar sus restos.

En el yacimiento del Patagotitan mayorum se encontró, además, el registro más antiguo que se conoce de una planta con flores que dan frutos, y es posible que el gigantismo de estos dinosaurios se relacione con la aparición de esa vegetación de la que se alimentaban.

El final del mundo que habitó el Patagotitan marcó el comienzo del nuevo mundo como lo conocemos del que aún nos quedan los cocodrilos.

La excavación arqueológica en el yacimiento "La Flecha" duró desde el 2013 hasta finales del 2015 en varias etapas.

100 (MILLONES) DE AÑOS DE SOLEDAD

Aurelio Hernández, un peón de la estancia La Flecha de la familia Mayo, en Las Plumas, sabía que tenía que prestar atención a cualquier cosa rara que viera en el suelo. Los hermanos Mayo habían tenido contacto con paleontólogos de niños y estaban familiarizados con los fósiles.

“Si llegás a ver un hueso, avísame”, siempre le decían los Mayo a los peones que trabajaban en la estancia. Aurelio no miraba si había OVNIS o estrellas en el cielo. 

Entre el 2009 y 2010, Aurelio Hernández vio unos huesos desparramados por el campo y cumplió en avisarle al patrón. Las excavaciones en el yacimento La Flecha, cerca de Las Plumas, duraron entre 2013 y finales del 2015.

El primer indicio de que había enterrado algo grande fue un fósil de un fémur de 2,40 metros de largo, que era evidente que pertenecía a un dinosaurio gigante. Al cabo de tres años de trabajo encontraron 150 huesos que completaron el cuadro del Patagotitan mayorum, “el titán patagónico de la familia Mayo”.

Según el informe de los científicos a cargo del proyecto, José Luis Carballido y Diego Pol, entre los huesos del Patagotitan se encontraron más de 80 dientes de dinosaurios carnívoros, que eran diez veces más pequeños que ese gigante.

Los huesos encontrados en La Flecha pertenecieron al menos a seis especímenes muertos en tres momentos distintos; sus restos quedaron cubiertos por aguas que se movían con lentitud en una planificie de inundación cerca de un río que fluye como el tiempo, millones de años después.

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