San Cayetano es el santo más popular en nuestro país, y todos lo conocen como el “patrono del trabajo”. Sin embargo, en ningún otro lugar del mundo se lo venera de esta manera. En Comodoro, se programaron distintas actividades con transmisiones en vivo que pueden seguirse a través de internet.

Sus orígenes fueron similares a los de Jesús: nació en un establo y sobre fardos de paja porque su madre quiso imitar a la Virgen María y entregarle su tercer hijo pariendo como lo hizo Ella. Lo llamo Gaetano. Pero sus orígenes no son tan humildes ya que sus padres eran condes y en esa tardecita de 1480 varios sirvientes acudieron a contener a la madre, cuyo nombre era María Da Porto, condesa de Thiene. El pequeño creció entre lujos inimaginables, mármoles venecianos y vajilla de plata. Por esta razón no tuvieron inconvenientes en enviarlo a la Universidad de Padua, una de las más prestigiosas del mundo y en aquel entonces, la mejor. Allí Gaetano estudió abogacía, con el sueño de seguir el mismo oficio que su papá Gaspar, que murió cuando el joven tenía dos años. Se recibió en 1504 con notas impecables y nunca ejerció: durante sus estudios había descubierto una vocación sacerdotal férrea y una vocación por brindarse a los pobres. Y optó por ese camino, renunciando a todas sus riquezas y convirtiéndose en sacerdote. Luego de trabajar en el Vaticano como uno de los favoritos del Papa Julio II, volvió a abandonar su ostentosa oficina para seguir el camino de su corazón, y creó el primer hospital de enfermedades infecciosas de la historia, peleando con algunos sectores que consideraba que los infectados estaban embrujados, reseña La Nación.

“Quiero honrar a Cristo hasta transformarme en Él, como decía San Pablo”, explicaba en sus cartas. Vivía entre sus pares, los Hermanos del Divino Amor, y ya había perdido a ambos hermanos y a su madre. Quedaba él solito, conde de Thiene si no hubiera renunciado a todo a temprana edad, y asistía a los enfermos del Hospital de Incurables noche y día. Fue entonces cuando un anhelo irrumpió en su vida: quería fundar su propia orden religiosa. Así se lo expresó al Pontífice, proponiéndole claridad entre tanta oscuridad de la Iglesia de aquel entonces, consumida por la corrupción, detractores, y la Inquisición misma. Proponía vivir en comunidad con voto de absoluta pobreza bajo el lema “Nada poseer, nada pedir”. Y nació la orden de los Teatinos. Eran sacerdotes que además de servir al prójimo pasaban hambre, tenían prohibido pedir ayuda y mayormente se cuestionaban la regla de Gaetano. Pero cuando parecía que iban a desfallecer, una canasta con comida aparecía frente al edificio sin que nadie hubiera visto quién la acercaba.

El sacerdote se acercaba a los setenta años -algo insólito para la época- cuando comenzó con dolores de articulaciones, pecho, picos febriles y otras dolencias. El final estaba cerca y él lo sabía. Murió en 1547 en Nápoles, dormido sobre fardos de paja como aquellos que lo vieron nacer. Pobre entre los pobres y rico entre los ricos. Y, luego, en 1671, santo.

COMO LLEGÓ A CONVERTIRSE EN EL PATRON DEL TRABAJO EN ARGENTINA

Luego de la canonización de Gaetano, algunos inmigrantes italianos se lo trajeron consigo a nuestro país y así un muy buen día un campesino de principios del siglo XIX pasó frente a una imagen del santo camino a su casa y en medio del campo. No sabía quién era, pero el paisano venía de tener un pésimo día, de esos a los que a cualquier santo se le reza. Venía de sus campos de trigo, donde no había podido cosechar nada debido a una sequía que lo abrasaba todo desde hacía meses. El hombre se bajó de su carreta y le rezó a aquella imagen, pidiéndole que salvara sus trigales y dejándole como ofrenda unas pocas espigas que había logrado recolectar. Le prometió a Gaetano que si recordaba su pedido difundiría su ayuda y daría a conocer quién era. Antes de que llegara a su casa se desató una tormenta pocas veces vista desde el diluvio universal, y el anónimo se dejó empapar por aquella bendición y por su promesa, apunta La Nación

Cosas del idioma argentino, Gaetano pasó a llamarse Cayetano. San Cayetano. Y la difusión del milagro de los trigales fue tan grande que sus fieles comenzaron a ofrecerle el origen del pan para pedirle que con él pusiera el nuestro de cada día en nuestras mesas. La devoción creció y pasó a ser conocido como ‘el santo de la espiga’ y el patrono del pan y el trabajo, sólo aquí, en Argentina, ya que el santo del trabajo en el resto del mundo es San José (por tratarse del carpintero más famoso, a excepción de su Hijo, claro).

Cada 7 de agosto, fecha en que murió, Argentina celebra a Cayetano, pidiéndole pan y trabajo o agradeciéndoselos.

Fuente: La Nación / Rocío Sueiro

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