Recorrió la Ruta 40 para enseñarle geografía a sus alumnos
Una "seño" cordobesa viajó desde La Quiaca hasta Cabo Vírgenes para llevarles a sus alumnos imágenes del país que no encontraban en Google.
CORDOBA (ADNSUR) - Cuando Mariana López tenía 14 vio pasar por la puerta de la iglesia de Villa Dolores, Córdoba, a un grupo de hombres y mujeres con camperas de cuero montados en motos choperas y algo empezó a hacer ruido adentro de su cuerpo. No lo sabía aún, pero esa vibración iría retumbando cada vez más fuerte, como un motor que se acelera, hasta transformarse en el deseo de recorrer el país en dos ruedas.
Hoy, a los 39, acaba de volver a su tierra después de 53 días sobre la calzada de 5.121 kilómetros de la Ruta Nacional 40, esa que como una columna vertebral une el Norte y la Patagonia de la Argentina. Esa que ofrece paisajes tan diversos y ricos como hostiles: montañas de colores, suelos quebradizos, valles de cuento y sinuosos caminos de ripio con vientos que hacen perder el equilibrio.
Mariana, que es docente en el sistema municipal de Córdoba —trabaja como maestra suplente en distintas escuelas primarias públicas— se encontró el año pasado con una situación que la animó a darle rienda suelta a su espíritu inquieto. Nunca había hecho más de 1.000 kilómetros en moto.
“Durante un ejercicio con alumnos de 5° grado me di cuenta de que los libros de geografía tienen pocas imágenes de nuestro territorio, y cuando les pedí que buscaran más ejemplos en Google me trajeron fotos de cualquier lado”, cuenta Mariana a Clarín.
“Les enseñé a seleccionar material de sitios oficiales, pero muchas veces pareciera que lo único que existe en el norte es Humahuaca y en el sur, Bariloche. Y no es así”, dice.
Mariana unió cables. Se le había presentado un pretexto altruista para lanzarse a la ruta. “Decidí que yo me iba a encargar de conseguir las imágenes para compilarlas en un diario de viaje que les sirva a mis alumnos”, explica.
Un año antes había empezado a frecuentar los motoencuentros. En ese entonces tenía una Brava Alpina 125 (la primera “de verdad”, dice, la anterior “era como un scooter”) que después de una visita a una exposición de motos en Oncativo, donde vio varias “tuneadas”, pintó de rosa, le puso un manubrio chopero y un guardabarros “tipo pollera”.
“Vamos en caravana, hacemos asados, escuchamos música, en verano nos tiramos al río y en invierno hacemos fogones. Es un mundo en el que hay mucho respeto por las mujeres”, señala. “La gente cree todo lo contrario, pero las reuniones son muy familiares: van parejas y nenes chiquitos. Yo ahí encontré a mis mejores amigos”, sostiene.
Antes de encarar la 40, había viajado sola en ruta sólo una vez. “En invierno de 2017 quise hacer Córdoba - Cataratas, pero llegué a Yapeyú, en Corrientes, porque se me rompió el carro que llevaba atado atrás”, cuenta.
Hizo 860 kilómetros y le faltaron casi 600 para llegar a destino. “Iba muy cargada: ¡llevé latas de conservas, galletas, tuppers y hasta un mantel!”, recuerda ahora y se ríe. La experiencia fue una prueba piloto.
Seis meses después se trasladaría a La Quiaca, en Jujuy, para salir hacia Cabo Vírgenes, en Santa Cruz, donde está el kilómetro cero de la 40.
La gente que más sabía de rutas la advirtió. Sus “amistades moteras” ─como ella las llama─ le dijeron que estaba loca, que no podía ir sola en semejante viaje.
Su padre, ex camionero, le ordenó que no lo hiciera. Su madre, en cambio, la apoyó. En la escuela no sabían si hablaba en serio.
“Mi hijo (17) me dijo que tenía que ir detrás de mis sueños”, cuenta. Fue desencadenante.
Partió el 27 de diciembre y el último 28 de enero apoyó los pies en Cabo Vírgenes. El viaje lo hizo en una Avenger Street 220 (también pintada de rosa) que había comprado a principio del año pasado. La Brava se le rompió una semana antes de salir.
Durmió en carpa, en casas de familia y en hosteles. “La gente me abrió la puerta de su casa, algunos me dejaron acampar en su jardín. Las veces que me agarró la noche armé la carpa al costado de la ruta”, explica.
Llevó 4 dispositivos para fotografiar el paisaje. Un celular, una cámara digital, una profesional y otra “tipo GoPro” sujeta al casco.
Le cuesta decir qué lugar le gustó más. Tal vez por eso elige la Cuesta de Miranda, en La Rioja, un lugar que define como "todos los paisajes en uno". "Los colores, la vegetación, el río que cruza. El sol poniéndose sobre los tonos rojizos genera una fuerza mágica", asegura.
“Me moví a un promedio de 60 kilómetros por hora, aunque en ripio no iba a más de 40, no se puede”, explica. Y agrega: “Traté de no hacer más de 250 por día, para estar fresca, pero por ejemplo en Paicone (Jujuy) siendo prudente avancé de a 50”.
Hubo varios momentos difíciles. Mariana recuerda sobre todo el tramo entre Gobernador Gregores y Tres Lagos, en Santa Cruz. Unos 80 kilómetros de ripio. “Había precipicio y me agarró viento cruzado, a veces de la derecha, otras de la izquierda. La moto iba inclinada y yo haciendo contrapeso. Si me caía, me iba para abajo”, recuerda. “Me bajé de la moto y me puse a llorar, respiré hondo, pensé en que me faltaba menos de una semana de viaje, tomé coraje y seguí”.
Cinco días después llegó al kilómetro cero. “¿Qué hice? Me bajé de la moto, y me sentí superpoderosa. Estaba tan fuerte que pensé en seguir hasta Ushuaia, pero al mismo tiempo me sentí en paz, me permití decir basta”, cuenta.
La vuelta
Esa noche durmió en Rio Gallegos, a unas 3 horas. Al otro día tomó la Ruta Nacional 3 rumbo a Buenos Aires para luego volver a Córdoba. Poco antes de Puerto Madryn, en Chubut, a la moto le falló el embrague. Desde ahí continuó en grúa hasta la Capital. Una vez reparada volvió a subirse para llegar a casa arriba de la máquina.
En total fueron más de 8.500 kilómetros y 53 días en moto. Llegó a su casa el domingo pasado.
Mariana asegura que recién promediando la mitad del recorrido, en el sur de Mendoza, se relajó y empezó a escuchar música. “Primero aprendí a escuchar el motor, después solo cuarteto: como buena cordobesa me llevé una playlist con 139 temas de mi ídolo Jean Carlos”, dice.
“Cuando voy sola por la ruta me siento independiente, pienso en lo poco que requiere ser feliz. ¿Cómo puede ser que viajé más de un mes y que todo lo material que necesito cabe arriba de una moto?”, señala.
Aunque recién regresó, Mariana tiene en mente por lo menos 3 excursiones más. En Pascua piensa visitar el Valle de la Luna y el Parque Nacional de Talampaya; en las vacaciones de invierno las Cataratas del Iguazú y en diciembre, la bahía Lapataia, en Tierra del Fuego.
Hasta el inicio del calendario escolar piensa descansar. "Me duele un poco el dedo gordo de la mano derecha", dice.
Diario de viaje
Mariana piensa publicar su libro "Los diarios de ruta de la seño Mariana: Ruta 40" a principios de abril y de manera independiente. Dice que estará disponible en versión digital y el acceso a las fotos será libre.
Equipaje "motero"
En su Avenger Street 220 llevó:
- 1 par de zapatillas
- 1 par de ojotas
- 1 campera
- 9 remeras (de verano y de invierno)
- 1 jogging
- Carpa
- Bolsa de dormir
- Colchoneta inflable
- 1 manta
- Elementos de higiene
- Bolsa de agua
- Equipo de mate
- Aceite para el motor
- Lubricante para la cadena
- "Repara pinchazo"
- Tarugos para las cubiertas sin cámara
- Caja de herramientas
- 1 bidón de nafta de 8 litros
- Equipo de cordura para andar en la moto
Kilometraje de la 40
La Ruta Nacional 40 atraviesa 11 provincias (Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz).
Según explica Sonia Renison, coautora junto Alejandro Guyot del libro "Ruta 40. Cinco mil doscientos kilómetros desde la Patagonia hasta el Norte argentino", es correcto hablar actualmente de "una extensión de más de 5.200 kilómetros". Esto es así, porque desde hace años la traza original sufre modificaciones y aún podrían incorporarse pequeños tramos de distintas provincias que enriquecerían aún más esta ruta escénica.
Fuente: Clarín