Relato de un sobreviviente: a 70 años de la tragedia del "trencito" que volcó en la playa 99 de Comodoro
Hubo un total de 26 muertos y una gran cantidad de heridos. Enrique Papaiani, por entonces de 17 años, iba con la cabeza fuera de la ventanilla y pudo ver cuando el coche se inclinaba, para aferrarse con todas sus fuerzas.
El 15 de febrero de 1953 hubo un hito que quedó grabado en letras trágicas para la historia de Comodoro Rivadavia. Ese día, un domingo de carnaval muy caluroso, había concitado la presencia de muchos comodorenses en la playa de ‘Punta Piedras’, al sur, cerca del desemboque del arroyo La Mata. Cuando el autovía partió de regreso hacia la estación, en el centro, nadie imaginó la catástrofe que estaba a punto de ocurrir.
Enrique Papaiani tiene hoy 87 años de edad y tenía 17, hace exactamente 70 años, cuando fue uno de los afortunados sobrevivientes del accidente del tren, en el que viajaban alrededor de 60 personas de las cuales murieron 24 en el mismo lugar del accidente, sumándose otras 2 víctimas fatales en los días posteriores, de entre las decenas de heridos.
Preocupado por “los errores de Wikipedia” sobre este hecho del que fue protagonista directo, don Enrique acepta gustoso la propuesta de entrevista con ADNSUR para dejar en claro algunos alcances de este luctuoso hecho, inscripto entre los peores que le tocó sufrir a Comodoro Rivadavia.
Aquellos bailes de carnaval en el Luso, con la orquesta Marmo
Nacido en Comodoro, “prácticamente en Diadema”, también reconocido por su trayectoria en el comercio de la ciudad, Papaiani guarda en su memoria los detalles de aquella jornada.
“Habíamos ido con un amigo al baile de carnaval en el salón Luso, el sábado por la noche. En ese tiempo, el maestro Marmo dejaba de tocar a las 4 de la mañana y a las 4 y cinco minutos, todo el mundo a sus casas, no era como hoy que termina a cualquier hora”, evocó el vecino, homenajeando al recordado músico local, que con su orquesta animaba los bailes típicos del carnaval.
“Pernoctamos con un amigo en Comodoro y a la mañana siguiente decidimos ir a la playa. Era un domingo de carnaval, de mucho calor y el día estaba ideal para eso –siguió relatando-. Tomamos el autovía que iba para la playa de Punta Piedras”.
Una primera aclaración es que no se trata de ‘la chanchita’, el recordado tren que circulaba entre Comodoro Rivadavia y Sarmiento, ya que “éste era un autovía de trocha angosta, de 70 ó 75 centímetros, que había sido refaccionado en Puerto Madryn. La ‘chanchita’ era un tren de trocha normal”.
Otro tema que suele mover a confusión en los relatos históricos es el hecho de que esa vía no llegaba hasta Rada Tilly, ya que no había forma de atravesar el arroyo La Mata, sino que precisamente llegaba hasta ese paraje, cercano a la desembocadura, conocido como ‘Punta Piedras’.
“Le llamaban así porque era una vía que hizo el ferrocarril hasta esa zona, para sacar las piedras que usaron para el puerto de Comodoro”, explicó el vecino.
Papaiani recuerda que el autovía era de estructura muy precaria, “de madera terciada, muy débil”, con capacidad para unas 50 personas. Tal vez el exceso de pasajeros, combinado con la liviandad de la estructura y la alta velocidad, explicarían lo que estaba a punto de suceder ese día.
“Habíamos llegado a la playa, adonde bajábamos por una escalera natural, porque era un canal sobre la misma loma. A la tarde decidimos volver con mi amigo, porque queríamos tomar la combinación que partía desde el centro hacia Astra, a las 17 horas. Fuimos los primeros en hacer la fila, alrededor de las 16, porque no lo queríamos perder”.
El servicio no contaba con una frecuencia fija, sino que se manejaba de acuerdo a la demanda del momento, por lo que a veces se esperaba sin saber exactamente hasta que hora, por lo que a veces se esperaba sin saber exactamente durante cuánto tiempo.
El vuelco fatal
El tema fue así. Al subir la totalidad de pasajeros, distribuidos en dos filas, una de un solo asiento y la restante de a dos, similar a un ómnibus, el coche comenzó a llenarse, con muchas personas paradas.
“Le dijeron al ‘loco’ Ruch, que era el maquinista, que vaya y vuelva porque había gente para más coches. Lo llamaban así porque le gustaba la velocidad, siempre iba al mango, como decimos ahora”, rememoró Papaiani, en referencia al apodo del conductor. “Nosotros hacíamos todos los días el trayecto Astra hasta el colegio Deán Funes, por lo que nos conocíamos con los guardas y maquinistas”, recordó.
Eran alrededor de las 16:15 ó 16:30 hs cuando la marcha del autovía, en una curva cercana a la playa del 99 (a la altura de la ex planta de verificación de automotores), en dirección al centro de Comodoro, volcó sobre uno de sus laterales, cayendo del terraplén sobre el que se extendía la vía.
“Yo iba con la cabeza afuera (de la ventanilla) y el autovía iba a alta velocidad, me di cuenta que volcábamos porque lo hizo en forma muy lenta, comenzó a ladearse y yo me agarré con las dos manos del asiento delantero. Cuando me desperté, eran todos gritos, lamentos de dolor y pedidos de ayuda”.
El exceso de peso, la velocidad y el peso desigualmente distribuido sobre el coche motor fueron factores más que suficientes para provocar el vuelco.
“Venía gente caminando también por la playa y corrieron para ayudar, a mí pudieron sacarme porque pese a todo estaba bien y alguien me dio la mano para salir. Sólo tenía un fuerte golpe en la cintura, que me impedía erguirme correctamente –siguió relatando-. Después llegó el otro autovía y pude llegar hasta el centro”.
El barranco del que cayó el tren no tendría más de 3 ó 4 metros, recuerda el sobreviviente, a diferencia de algunos relatos que hablan de 30 metros de altura. La frágil estructura del vehículo hizo que los efectos se multiplicaran.
“Nos conocíamos todos”
Las crónicas de la época, registradas por diario El Rivadavia, relatan también que al momento en que se pretendió levantar el coche con un guinche, cuando aún había personas en su interior o habían quedado debajo, el gancho se rompió y el coche volvió a caer, provocando nuevos heridos o incluso muertes en ese segundo golpe.
“En total fueron 24 personas fallecidas en el accidente y que yo recuerde, hubo otras dos personas fallecidas en los días posteriores –afirmó Papiani, quien guarda el listado de víctimas fatales publicado por diario El Rivadavia-. Los hospitales no daban abasto, había que distribuir a los heridos entre Astra, Diadema y el hospital Municipal, que estaba sobre la calle Urquiza”.
La ciudad de ese entonces era todavía un ámbito en el que casi todos los vecinos se conocían entre sí, tratándose de una pequeña comunidad, por lo que el impacto de la tragedia fue aún mayor. La Gobernación Militar decretó 3 días de duelo y obviamente se suspendieron las celebraciones del carnaval, que quedó marcado por aquel sino trágico.
“En el año 63 ó 64 hubo otra tragedia, con un avión que venía hacia Comodoro (un DC6) y cayó en Azul. Había 60 víctimas fatales pero sólo 3 ó 4 eran de Comodoro, la mayoría era gente que venía a trabajar en el petróleo y entonces no tuvo un impacto tan grande como lo del tren”, rememoró el vecino, quien se prepara a celebrar, en mayo próximo sus 88 años de vida:
“Ese día me salvé, por la suerte o porque no tenía que tocarme y acá estoy, todavía disfrutando de la vida”, sonrió finalmente don Enrique, preocupado, sobre todo, para dejar establecido su testimonio como testigo directo de aquellos trágicos sucesos.