Séptimo hijo: ¿lobizón o ahijado del Presidente?
Una leyenda campera que se mezcla con tradiciones europeas y una ley nacional que instituyó el Padrinazgo Presidencial hace 44 años.
COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - El reciente bautismo de un nuevo ahijado presidencial -séptimo hijo varón de una familia de Lomas de Zamora- nos remonta a los orígenes de esta costumbre que mezcla sus raices con leyendas europeas, pero que le da un toque de argentinidad campera volviendo una maldición lo que en otros países fue considerado como un don.
Como ocurre con las cosas que se naturalizan, nos dejamos de preguntar cual es el motivo de algunas de las cosas que suceden a nuestro alrededor. En este caso, una ley del año 1974 (la Nº 20843) consagra el "Padrinazgo Presidencial" para el séptimo hijo del mismo sexo (varón o mujer) y otorga al ahijado un aporte económico anual que se ejecuta a través del Banco de la Nación.
Pero ¿que es lo que motivó una ley de éstas características? Y debemos responder que uno de los componentes fue la superstición: la arraigada creencia -principalmente en los sectores rurales- de que el séptimo hijo varón se convertirá en lobizón en las noches de luna llena. El otro componente está vinculado a las costumbres traídas por los inmigrantes.
Fue allá por 1907 cuando una familia inmigrante del Volga le pidió al presidente que apadrine a su séptimo hijo varón, tal como era costumbre que el zar hiciera en Rusia. José Figueroa Alcorta, mandatario nacional en ese momento, aceptó el padrinazgo, y con esto comenzó la tradición en nuestro país de que sea el presidente quien apadrine el séptimo hijo varón, que con el tiempo se extendería también a la séptima hija mujer.
Días atrás, a raíz del bautizo del pequeño Ramiro Laureano Malfatti en Lomas de Zamora, se conoció que el presidente Mauricio Macri tiene ya 138 ahijados. Claro que él no estuvo presente físicamente en ninguna de las ceremonias religiosas, sino que envió representantes, tal como lo hiciera Figueroa Alcorta hace 111 años atrás.
¿De donde viene la leyenda del lobizón?
En realidad, la leyenda señala al séptimo infante del mismo sexo de una familia como poseedor de poderes especiales que lo diferenciarían del resto de los niños de ese mismo hogar.
En Europa, durante el siglo XIX, era común la creencia de que los séptimos hijos o hijas de un matrimonio nacían con un intelecto superior y misteriosos dones, como curar o predecir el futuro.
En las pinturas y dibujos se los representaba acompañados por perros u otros animales domésticos, que representaban a espíritus o seres de otros mundos, simbilizando las conexiones que creían que tenían con distintos planos de la existencia.
El origen de la superstición está asociado al número siete, considerado sagrado desde tiempos muy antiguos y diferentes civilizaciones.
En Argentina, sobre todo en las sociedades rurales- esta leyenda se adaptó, y tener un séptimo hijo varón pasó a una maldición: en las noches de luna llena este hijo se convertiría en una mezcla de lobo y hombre, con fuerza sobrehumana, sentidos más agudos, y una sed insaciable sangre y muerte, tanto de animales como de personas.
Esta creencia caló profundo en la gente y se mezcló con la costumbre del padrinazgo presidencial, de manera que la única forma de borrar el estigma que pesaba sobre el niño fuera siendo bautizado como ahijado del Presidente de turno.