CAPITAL FEDERAL - Celeste Becerra volvió a la casa de su madre luego de dejar la que compartía con su ex pareja, un hombre que era violento física y verbalmente. Cansada de vivir esa situación, lo denunció y se animó a abandonar ese infierno que no quería que su pequeña hija conociera. Casi con lo puesto se fue de la casa.

La joven volvió a la casa de su madre, en Villa Jofré, un humilde barrio del Departamento de Santa Lucía, ubicado a 6 kilómetros de la capital provincial.

“Mi mamá me recibió con mucho amor, pero el lugar es muy pequeño. Dormimos las tres juntas en una cama, porque ella no tiene otra", contó a al Diario de Cuyo, y añadió que su ex pareja tiene una orden de restricción porque “cada que me cruzaba en la calle, o donde fuera, me golpeaba”.

A Celeste le diagnosticaron Lupus, a mediados de 2018, una enfermedad crónica autoinmune que le afecta en sus articulaciones y músculos, generándole dolores intolerables que la hacen depender de medicación constante. Por ese motivo, la joven no puede trabajar y espera el certificado de discapacidad que la habilite a tener su pensión. “A veces me duelen tanto los brazos que no puedo cargar a mi hija”, lamentó.

Al conocerse en el barrio su conmovedora historia, un grupo de vecinos se conmovió y decidieron ayudarla, construyéndole una habitación para ella y su hija. Entre todos, llevaron ladrillos y materiales, para construir el lugar en el fondo de la casa de la mamá de Celeste. “Apenas nos enteramos de su triste situación no dudamos en ayudarla. Celeste tiene un corazón enorme y necesitaba un hogar urgente, aunque sea pequeño, para comenzar una nueva vida junto a su hijita”, dijo Karina Pereyra a Infobae. 

“A veces puede apenas caminar y hasta hay días en los que le cuesta alzar a su bebita”, agregó y contó que en pocas horas los vecinos se agruparon y comenzaron la cadena de solidaridad que en dos días terminó en una nueva habitación para Celeste y Acsa. La joven lloró al ingresar por primera vez a ese pequeño cuarto, su cuarto. “Por primera vez en años mis lágrimas fueron de felicidad”.

Karina Pereyra es voluntaria de la Asociación Civil Emprender San Juan que desde hace 10 años ayuda a personas en situaciones de riesgo bajo el lema “la solidaridad es el primer paso”.

“Nuestra intención es que la gente se contagie y se sume. Queremos que vean que muchas veces no necesitan de la ayuda del gobierno para hacer algo sino que es suficiente que un grupo se organice solidariamente para hacer las cosas”, dijo. 

“Apuntamos al emprendimiento para que la gente no se conforme solo con lo que se le da sino que descubra qué le gusta o qué sabe hacer para que con eso pueda salir adelante. Tratamos de conseguir las herramientas y los materiales para que comiencen a trabajar en sus casas cuando, por ejemplo, tienen un hijo enfermo o internado o en caso de que tengan alguna incapacidad. Se les enseña a emprender con el objetivo de ganar su propio sustento”.

En relación a Celeste, detalló: “Fui con un vecino para conocerla y saber sobre su caso. Al interiorizarnos sobre lo que estaba viviendo él decidió que había que construir una habitación de manera urgente porque estaba durmiendo en un cuarto muy pequeño con la madre, su beba y a veces un hermanito menor. Necesitaba rápido una habitación para ellas porque no tenían espacio”, recordó los detalles de la visita que realizó durante la primera semana de este año.

Roberto Lara es un comerciante que en pocas horas organizó a un grupo de conocidos y entendidos en albañilería para poner manos a la obra. “Él sacó plata de su bolsillo para la construcción. Luego se sumó otro vecino que llamó a un albañil para que viera qué materiales necesitaban para levantar la habitación, quien al enterarse de la situación de la chica decidió donar la mano de obra. Este hombre llevó a tres chicos que trabajan con él y a ellos se sumaron tres adolescentes más... En dos días, entre todos, pudieron construir una habitación muy amplia que terminó siendo un regalo inesperado”, recordó feliz.

Celeste también recibió como ayuda varias bolsas de comida para que a su beba no le falten alimentos y pañales. Además, "empezamos a tramitarle la pensión porque no puede trabajar por la discapacidad que tiene. Hay días en los que apenas camina y hay otros en los que ni siquiera se puede levantar de la cama. Si bien está medicada, cada vez necesita dosis más alta para paliar su dolor”, añadió. 

Los vecinos de la joven que sufría violencia de género le construyeron una habitación con sus propias manos

A los 26 años, Celeste pudo cumplir un sueño que ni se había atrevido a soñar: tener un lugar donde poder criar a su hija, una casita propia. Cuando los vecinos la llamaron para que viera la nueva habitación, la joven los abrazó y no paró de llorar. “Sueño con tener un trabajo y poder darle a mi bebé una mejor vida", expresó emocionada. 

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