COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) - Nació en el barrio Pietrobelli, pero se crio en el Quirno Costa. Oscar Vivar, el protagonista de esta historia, creció entre calles de tierra y ripio, y a los 8 años tuvo que salir a trabajar. 

Su viejo era carpintero y su mamá limpiaba casas. El mango alcanzaba justo y él se animó a pedir trabajo en una verdulería. Ese fue su primer empleo de una larga lista que incluye diferentes rubros, y que lo llevó a ser propietario de un gran complejo deportivo, donde muchas cosas las hace él con sus propias manos. Pero vamos al principio.

UNA INFANCIA ENTRE VERDURAS Y CAJONES

Cuenta Oscar que tenía solo 8 años cuando comenzó a trabajar barriendo puertas en negocios hasta que entró a una verdulería. “A esa edad tuve que salir a trabajar. Iba a barrer puertas de negocios, lo que sea para poder agarrar un mango y poder comer algo durante el día. Eran tiempos complicados, en cierta escala como lo que vivimos hoy. Hay familias que tienen que salir a trabajar mamá, papá, hijo, pero era la única forma de llegar a fin de mes”.

Oscar recuerda que su primer trabajo fue en una verdulería de Colonos Galeses y Calle 29, donde laburaba a la mañana y a la tarde. En el medio estudiaba. Aunque la primaria recién la terminó en la Escuela Nocturna. 

“Era el único momento en que podía ir un rato, pero era distinto. En aquellos años vos trabajabas en un supermercado y no había ningún problema, no estaba mal visto. Entonces trabajé en supermercados como Promay, que estaba donde está la Ford, y Laussen que estaba en la Polonia, donde después fue una estación de servicio y hoy es una concesionaria”, recuerda.

Oscar cuenta que también trabajó en el bowling como parapalos, en el salón Lusso, La Barra, hasta que a los 20 años entró a Casa Tía, un supermercado nacional que funcionaba sobre calle Pellegrini y fue escenario de uno de los incendios trágicos que tuvo Comodoro Rivadavia.

Dos años antes de entrar a esa empresa, Oscar se comprometió con su esposa, la madre de sus tres hijos. Tenía solo 17 años y prometieron casarse una vez que tengan dinero para comprar “la casa”. 

Una prefabricada fue el primer olor del hogar, cuando tenía entre 21 y 22 años. Ella por entonces trabajaba en el sanatorio Cruz Azul, que funcionaba donde actualmente está el anexo de la Asociación Española.

EL PROGRESO

Casa Tía fue el primer trabajo grande de Óscar, tenía 20 años e ingresó al hipermercado, el primero de afuera de la ciudad de una larga lista que vino después. “Yo manejaba mucha gente ahí, era jefe de Ventas, pero de un día para otro me fui porque estaba muy saturado. Tenía 22 años y no podía dormir. El médico me dijo ‘no te voy a dar tranquilizante, nada. Vos tenés que salir a hacer deporte’. Entonces a los 27 años me fui de ahí y me pasó que me encontré que me sentía la persona más inútil que podía haber. Yo pensaba trabajando en un supermercado que aprendí para defenderme. Gracias a Dios tuve un amigo que después fue mi compadre que me llevó a trabajar en el campo con los montajes de los balancines. Trabajamos por nuestra cuenta y le hacíamos servicio a Otero”.

Su ingreso al petróleo fue la puerta al progreso, tanto económico como laboral. Otero absorbió a los tres operarios de la pequeña pymes de montajes y Oscar comenzó a trabajar en el yacimiento más grande de Argentina: Cerro Dragón.

Ahí aprendió a trabajar con fierros, soldar, también manejar camiones y cuadrillas. Fueron 17 años y cuando se fue tenía 200 personas a cargo, asegura. “Manejaba toda la parte de Otero en Pan American Energy, desde las cuadrillas de soldadores y albañiles, hasta los supervisores, compañeros míos ingenieros. Estuve muchos años, pero llegó un punto que dije ‘me tengo que ir porque no podía hablar con la gente’, me molestaba todo. Pero en realidad era que estaba superado, había perdido las ganas de hablar con la gente y dije ‘me tengo que ir’’”.

Hace cinco años Oscar decidió dejar el petróleo. Por ese entonces ya había iniciado su propio proyecto en Kilómetro 12: un complejo deportivo que tiene una cancha de fútbol cerrada que se convierte en un salón para 500 personas; dos salones para 80 personas; otro para 50, y proyecta un pub.

“La gente que viene se vuelve loca. Un orgullo mío es que en la ciudad no hay instalaciones de este tipo. Esto es familiar, entonces uno le pone más cariño. Ya está habilitado hace dos años y sigo trabajando, ampliando. La idea a futuro es terminarlo bien completo como quiero, me llevará dos años, y probablemente después encare otro proyecto parecido”.

Por la pandemia toda la actividad estuvo parada en el complejo. Recién el último mes pudo volver a tener gente, pero en el medio Oscar no paró; estuvo pintando, arreglando y hasta hizo una pelota de fútbol con sus propias manos, gajo por gajo.

EN BUSCA DE LA FELICIDAD

Para Óscar el secreto del éxito está en buscar la felicidad. “Uno siempre le puso esfuerzo y voluntad para salir adelante, pero esto es muy sencillo: uno tiene que plantearse objetivos, no hay nada que sea imposible, uno tiene que planificar. Pero eso no significa todos los días pegar un ladrillo, hay gente que se pone por objetivo irse de vacaciones, pero tenés que caminar por algo, tener una mirada hacia adelante. No hay una receta para la felicidad. Yo me pongo a trabajar en el patio parquizado y para mi es una locura, pero es el lugar donde estoy cómodo. Entonces mi felicidad es poder llegar un fin de semana y decir qué lindo día, voy a hacer un asado, pero no es el asado en sí, sino el momento en que te pusiste hacer algo pasarla bien”, dice Oscar, este hombre que a fuerza de trabajo y dedicación supo construir su camino.

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