COMODORO RIVADAVIA (ADNSUR) – Marcela tenía 40 años cuando decidió vencer el miedo que le tenía a las alturas. Hacía poco tiempo se había mudado a Neuquén, luego de toda una vida en Comodoro Rivadavia, y  un regalo de su hija mayor la motivó a vencer el miedo, sin saber que su primer salto en paracaídas se convertiría en una pasión, al punto de sumar 360 saltos en diferentes partes del mundo.

Pasaron seis años de ese primer salto, Marcela es abuela, sus hijas son grandes – tienen 14, 25 y 28 - y se siente orgullosa de haber podido vencer al miedo, toda una inspiración para mujeres y hombres que piensan que algunas cosas no son posibles.

“Yo iba a cumplir 40 años, mi marido estaba en el exterior por motivos laborales y comencé a replantearme algunas cosas y llegue a la conclusión de que no podía ser que a mis 40 años no conozca más allá de donde me podían llevar un par de ruedas. Conocía Argentina, conocía Chile, pero era a todo lo que podía llegar por ruta, así que dije ‘me voy a subir a un avión y me voy a tirar’. Lo dije al pasar, pero mi hija me escuchó, lo tomó en serio y me regaló una estadía en un spa en Bariloche”.

El regalo de su hija venía con una motivación extra: la invitación a vencer el miedo de toda su vida.

Cuenta Marcela que primero no quería tirarse. Sin embargo, sabía que el ejemplo es el mejor legado que se le da a un hijo, y fue por todo.

“Me di cuenta que para mis hijas no era menor que no pueda viajar y el miedo que yo tenía, entonces nos fuimos. Me costó horrores, lo padecí, lo llore, no fue fácil salir, pero lo hice”, rememora con emoción.

EL PRIMER SALTO A LA VIDA

Marcela recuerda como si fuese hoy aquel vuelvo tándem en un avión súper chiquito; la sensación del carreteo, la preparación previa, la llegada a los 10 mil pies de altura y la apertura de la puerta de la aeronave, lo que cambió todo.

“Yo siempre digo que uno para lo único que tiene que estar preparado es para cuando se abre la puerta del avión porque es la situación en que en la cabeza te hace un click. Cuando llegamos a ese punto, tres veces tuvimos que dar una vuelta, calmarme y volver a intentarlo. Hasta que en la última apertura de puerta el instructor dijo ‘emprendemos descenso’. Yo dije ‘no puedo bajar en el avión, mis hijas están mirando’, así que le dije al instructor ‘dale, vamos’”.

Marcela asegura que no abrió los ojos hasta que la vela se abrió. Sentía terror y no podía contener las lágrimas. Admite que no disfrutó el salto, pero esa misma razón la motivó a realizar el curso para poder disfrutar de esa experiencia, y en 2015 se recibió de paracaidista.

El último vuelo, previo a la pandemia, Marcela lo hizo en Vedia, un pueblo de Buenos Aires, ideal para este tipo de prácticas que también tienen epicentro en Córdoba y otras localidades de la provincia homónima a Capital Federal.

Ese fin de semana hizo seis saltos y uno de ellos con un tiburón inflable. Es que en su caso, se inclinó por el Funjump, es decir la práctica de saltos divertidos. Ese video fue visto por su fansnúmero 1, su nieta de 5 años, quien celebró la ocurrencia.

Sin duda a esta mujer que decidió tomar el toro por las astas el paracaidismo le cambió la vida, tal como dice ella. “Gracias al paracaidismo pude empezar a viajar y conocer otros países como Brasil, Estados Unidos, Europa. Vas conociendo gente y me súper llena. Mi familia me acompaña y está muy contenta de cada uno de mis logros. Al principio pude haber sido cuestionada, pero la adrenalina que te genera hace que vuelvas a tu casa con una sonrisa y súper realizada. Yo entendí que para que mis hijos se sientan felices y se sientan realizados, tienen que tener una mamá que se sienta realizada y con esto lo pude lograr”, sentenció esta mujer que desafió al miedo volando.

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