Joaquín tiene 13 años, va al 1° año del secundario de la Escuela 720 de Trelew, y fue diagnosticado con trastorno del espectro autista. 

Como todo el mundo, juega al fútbol, pasa al pizarrón, estudia en biblioteca y pasa el tiempo con sus compañeros. Pero, a diferencia del resto, tiene una mayor sensibilidad y menor tolerancia a los ruidos molestos.

El auxiliar de apoyo, Matías Torres, tuvo la ocurrente idea de silenciar con pelotas de tenis los bancos y la sillas que a menudo arrastran en el suelo y rechinan todo el tiempo.

“Joaquín copia de la pizarra, realiza las actividades, juega al fútbol en le recreo, va a la biblioteca; uno le marca más o menos el camino y continua solo; tiene buena relación con los compañeros”, dijo el docente que lo acompaña en el aula.

Los alumnos modificaron sus costumbres y ahora hacen silencio en el aula. Foto: ADNSUR

Los padres y los alumnos enseguida pusieron manos a la obra y se dedicaron a buscar pelotas de tenis por los clubes, los barrios y las canchas.

“Me puse a juntar pelotitas en canchas de tenis y padel, y todo el mundo se sumó a la iniciativa; la gente es solidaria y se pone en el lugar del otro. Los compañeros y todo el ambiente educativo tienen un compromiso muy grande con respecto a la inclusión”, contó el docente a ADNSUR.

La imagen de un aula silenciosa en la escuela secundaria. Foto: ADNSUR

El silencio de las pelotas de tenis hizo que los propios alumnos modificaran las costumbres y se dieran cuenta de que era más sano para todos levantar los bancos.

Un detalle que parece insignificante, pero que de a poco empezó a mejorarles la calidad de vida y les permitió reconocerse en el otro.

“Los chicos entienden que hay que levantar los bancos. Son un grupo excelente y entendieron absolutamente todo, se encargaron de decirle a la directora del turno tarde. Cuidaron el proyecto, que viene muy bien y ojalá que se propague por muchas escuelas”, dijo Torres.

UNA FORMA DE VIDA

En el aula hay unos 30 bancos con sillas, lo que vuelve una tarea titánica juntar las pelotitas de tenis para colocar en todas las patas.

Lo asombroso de este experimento, comentó el docente, es que se generó el hábito de estar en silencio, por lo que ahora la nueva normalidad es escucharse los unos a los otros.

Torres, quien destacó el trabajo mancomunado que hacen los docentes de la escuela, confió en que esta experiencia única se pueda repetir en otras instituciones de la provincia.

También  -¿por qué no?-  el docente no pierde las esperanzas de que la “hora del silencio” se haga costumbre en otros espacios de nuestra sociedad como, por ejemplo, en algún momento se implementó en los supermercados.

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