La Patagonia argentina alberga numerosos destinos turísticos de gran belleza natural, pero uno de los más fascinantes y menos conocidos es la Meseta de Somuncurá, ubicada en el sur de la provincia de Río Negro. Esta inmensa área de 25.000 kilómetros cuadrados, a una altitud de 1.600 metros sobre el nivel del mar, se destaca por su singular paisaje, su invaluable patrimonio geológico y una rica historia arqueológica que data de más de 10.000 años.

El origen de este impresionante altiplano se remonta a la actividad volcánica que tuvo lugar hace millones de años, dando lugar a un terreno irregular con mesetas escalonadas, cerros testigos y capas de roca basáltica que cautivan a los geólogos de todo el mundo. Pero la Meseta de Somuncurá no solo es un tesoro para la ciencia, sino también un santuario de biodiversidad, con una flora y fauna únicas adaptadas a las duras condiciones climáticas.

Además de su riqueza natural, esta región alberga un valioso patrimonio cultural. Los primeros habitantes de la zona, que se establecieron hace más de 10 milenios, dejaron huellas imborrables de su paso, como pinturas rupestres, sitios funerarios y artefactos líticos que revelan detalles sobre sus técnicas de caza y actividades cotidianas. Uno de los hallazgos más notables son las "piedras tacitas", rocas con cavidades cóncavas que se cree fueron utilizadas por los pueblos originarios para moler semillas o realizar rituales.

El valioso patrimonio cultural de la Meseta Somuncurá.
TN

El aislamiento geográfico de la Meseta de Somuncurá ha permitido que muchas de estas reliquias se conserven en buen estado, ofreciendo a los arqueólogos una oportunidad única para estudiar las antiguas culturas que habitaron la Patagonia. Algunos investigadores incluso sugieren que la meseta pudo haber sido un lugar de refugio para los pueblos indígenas durante los conflictos con los colonizadores europeos.

A pesar de su aparente aridez, la Meseta de Somuncurá alberga una notable biodiversidad, con especies endémicas como el cíclido somuncura, guanacos, zorros y el majestuoso cóndor andino. Esta región es un verdadero tesoro natural y cultural que espera ser descubierto por exploradores y amantes de la naturaleza.

QUÉ HACER EN LA MESETA 

Diferentes excursiones y travesías permiten a los visitantes acercarse a los misterios que, entre grietas, cráteres y cañadones, se ocultan en este mundo de basalto. La RN23, al norte, y la RN3 por el este, son las principales vías de acceso para llegar a las localidades y parajes cercanos a la meseta desde donde se realizan las salidas, entre ellas Sierra Grande, Los Menucos, Maquinchao, Valcheta, El Caín, Cona Niyeu y Prahuaniyeu.

El acceso a la meseta es difícil por las propias características de la geografía y el clima (que  en algunas épocas del año suele ser extremo) y solo puede hacerse en vehículos 4x4 y con la ayuda de guías especializados o baqueanos que viven en la zona.

Travesías de varios días o excursiones de varias horas.
smonetti.rnonline.com.ar

Las propuestas para conocer la meseta van desde excursiones que duran varias horas hasta travesías de varios días. Cualquier acercamiento a la meseta se convierte en una experiencia especial porque combinan actividades de turismo aventura, turismo rural y turismo cultural.

Se pueden realizar caminatas, paseos a caballo, safaris fotográficos y avistaje de aves además de vivir la cultura local. Los visitantes pueden alojarse en estancias y casas de familia, y disfrutar de la hospitalidad y la gastronomía local.

EL ASCENSO 

Además, ascendiendo hasta la planicie que corona la meseta, hay impactantes lagunas temporales nacidas de las lluvias y las nevadas que albergan colonias de flamencos y otras aves.  Este insólito y aislado mundo es habitado, también, por dos singulares especies animales: la mojarra desnuda (pez llamado así porque no tiene escamas) y la pequeña rana de Somuncurá. 

Otros animales que se pueden ver durante las excursiones son águilas, guanacos, lagartijas, zorros, chinchillones, choiques, patos, maras y hasta manadas de caballos salvajes.

En la cima.
Diario Río Negro

También se pueden visitar antiguos cráteres y ver cerros y picos que se elevan casi hasta los 2000 metros, como el cerro Corona. Desde la cima de la meseta, el paisaje que se aprecia es de una belleza sin igual: una superficie infinita tapizada de vegetación en la que predomina el coirón, y un silencio profundo solo cortado por el viento y cielos inmensos que se unen con el horizonte más allá de donde el ojo puede ver.

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