Comodoro Rivadavia, conocida por su rica historia y su crecimiento acelerado en las últimas décadas, alberga en sus calles y edificios lugares que evocan tiempos pasados y marcaron la identidad de la ciudad. Hoy en ADNSUR, recordamos con cariño algunos de estos sitios que han dejado una profunda huella en la comunidad.

TIENDA BRASIL

Tienda Brasil, un clásico de La Loma que funcionó durante 25 años, ubicado en la esquina de Rivadavia y Malvinas, fue fundado por una familia brasileña en 1978 y se convirtió en un referente en indumentaria, marroquinería, zapatería, mercería y lencería. 

Elizabeth Gago, hija de Manuel Orlando Dias Gago, compartió con ADNSUR la trayectoria de este icónico comercio que supo conquistar el corazón de los comodorenses. “Empezamos con nada, pero de a poquito nos fueron conociendo, porque en el local antes había una farmacia, entonces la gente venía a buscar remedios y se encontraba con que era una tienda”.

Por ese entonces la zona era muy diferente a la actualidad. Solo pasaban dos líneas de colectivos y no había tanta población como hoy en día, que “La Paloma” terminó siendo un sector central en la larga y extensa Comodoro Rivadavia. Eran tiempos de mucho trabajo. Todos laburaban para que la tienda crezca. No había feriados, ni horario cortado; solo muchas horas de atención hasta largas horas de la noche. 

La recompensa fue la mejor. Un año después la familia ya había pagado toda la mercadería que le habían vendido y también la casa que Orlando había comprado a su paisano. 

“Vendíamos un montón, la gente tenía plata. Acá en la Rural no existía nada. Creo que la única tienda que estaba acá éramos nosotros. Después estaba La Paloma, que era más almacén, pero esto era como un desierto; no había asfalto, muy poca luz”. 

Elizabeth reconoce que “fueron años muy buenos. La gente de YPF viajaba, volvía y se iba de vuelta. Nadie preguntaba el precio. Había plata por todos lados”. La bonanza continuó hasta mediados de la década del 90. Luego comenzó un bajón en las ventas, que no paró y su papá decidió cerrar, con el deseo de volver a Brasil. Sin embargo, el destino tenía otros planes. 

Elizabeth Gago cuenta con orgullo la historia de la tienda que crearon sus padres.

“Papá en el año 96 veía como que había un decaimiento en las ventas. Me acuerdo que me dijo ‘hasta acá llegamos, quiero vender todo y vivir de alquileres. Quiero volver a Brasil, poner un estacionamiento allá y quedarme tranquilo’. Tenía planeado irse de Argentina el 12 de enero del 97, pero el 4 de enero falleció. Le agarró un ACV. Tenía 60 años, pero no se cuidaba”.

La tragedia obligó a Elizabeth a hacerse cargo de la tienda. El primer año compró mercadería y le fue bien, pero al siguiente comenzaron los problemas. “Se estaban yendo muchas empresas de Comodoro y se notaba en las ventas. La calle Alem era un desierto, todos los locales estaban vacíos, fue un desastre. Nosotros pasamos ese tiempo como pudimos. Si vendíamos 30 pesos, eran 10 para pagar sueldos, 10 para deudas y 10 de ganancia. Fueron tiempos difíciles porque justo mi mamá quedó inválida. Tuve gran ayuda de una chica que trabajaba con nosotros, Mónica Vergara, que trabajó hasta seis meses sin cobrar un peso solo para ayudarme. Pero no íbamos ni para atrás ni para adelante. Por suerte pude vender unas propiedades de mi papá en Brasil y con eso pude pagar todo; ampliar un poco la casa para mi mamá, darle algo de plata a mi hermano y cerrar la tienda”.

Así, la Tienda Brasil llegó a su final luego de 25 años. Desde entonces diferentes rubros pasaron por el local. Hubo una disquería, también rotiserías y hasta algún quiosco, como sucede en la actualidad. 

FERDINANDOS

Por otro lado, Ferdinandos, la emblemática juguetería del centro de Comodoro creada por un inmigrante turco, se erige como un símbolo de la infancia de varias generaciones. Con casi 20 años de funcionamiento, este local marcó un antes y un después en el entretenimiento infantil de la ciudad.

Alexandro y Vasiliki, el matrimonio que vio crecer el lugar,  recuerdan esa época con mucha nostalgia. Cuentan que Ferdinandos también tenía bazar, artículos de bebé, colegial y diferentes marcas de juguetes, entre ellas Duravit, uno de los preferidos de los chicos y que aún perdura en el tiempo.

“Fue una linda época. Los juguetes eran muy distintos a lo que son ahora. Me acuerdo que teníamos Duravit, el fútbol de goma. Dos veces al año íbamos a la feria de juguetes; en marzo para el Día del Niño y en septiembre para comprar las cosas de Navidad”, dice ella. “Siempre nos gustó. Jugábamos con los chicos y siempre buscábamos la forma de tener un mejor precio que la competencia. Pasábamos mucho tiempo, principalmente en la época del Día del Niño y Reyes”, agrega él.

La juguetería funcionó casi por 20 años, hasta que en 1995 decidieron cambiarse de local por el aumento de los alquileres, los cambios en el rubro ante el ingreso de mercadería china y de grandes supermercados que ofrecían mejor precio. 

Así, mudaron otra vez al lado del Concejo, pero esta vez sobre calle Pellegrini, donde Ferdinandos se convirtió en un multirubro en el cual se vendían artículos y prendas regionales. 

La experiencia duró unos años, hasta que La Anónima abrió una sucursal en el Centro de la ciudad y ellos vieron una oportunidad. Cuenta Vasiliki que le ofrecieron al gerente abrir un local de artículos regionales, regalaría y prendas de vestir. La firma aceptó, pero en vez de darles un espacio para un local, decidieron darles lugar en góndola. Así, Alexandro y Vasiliki todos los días iban a reponer artículos. La aceptación fue tan buena, que luego sumaron la sucursal de Caleta Olivia y más tarde la de Río Gallegos. Sin embargo, un día se cansaron y volvieron a la idea original, alquilando un espacio dentro de ese supermercado.

Durante 19 años, el matrimonio tuvo su comercio dentro de ese supermercado. Como siempre, continuaron trabajando junto a sus hijos. Hasta que en julio de 2017, para un Día del Amigo, se dieron cuenta que era el momento de decir adiós a una vida laboral ligada al comercio.  

EL BOWLING DE LA GALERÍA “EL ÁGUILA”

El histórico bowling de la galería “El Águila”, fundado en 1958 y posteriormente conocido como Paseo del Sur, no solo albergó a grandes campeones de Comodoro, sino que se convirtió en un punto de encuentro para la recreación y el esparcimiento de chicos y grandes. 

Lo construyó Francisco “Paco” Cruz, un empresario de la ciudad que ideó la galería “El Águila”, hoy conocida como Paseo del Sur. Allí tenía una agencia de viajes, locales y el bowling que funcionaba en el subsuelo.

Alicia tenía 14 años cuando comenzó a trabajar con Cruz en la agencia de Viajes y recuerda con emoción aquellos primeros tiempos en que además tenía que encargarse de abrir el bowling a los parapalos, en el inicio de cada jornada a las 5 de la tarde.

“Yo tenía 14 años y trabajaba en la agencia de viajes con Paco porque mi papá era muy amigo del suyo. También me encargaba de abrir la puerta a los parapalos, que llegaban a las 5 para limpiar las canchas y la vajilla. Era chica, pero Paco me enseñó cómo tenían que quedar, entonces me encargaba de eso, y después seguía con mis cosas, porque abajo no bajaba”.

Alicia era menor de edad y tenía prohibido bajar al bowling. A la distancia recuerda que recién comenzó a ir más asiduamente cuando su padre, Vicente D’Amario, quedó como encargado del bowling.

Eran tiempos de grandes jugadores, entre ellos Renato Guido “el Tano” Catacci, Jorge Balcón, Pedro Bravo, quienes marcaron una época en la disciplina.  Su padre estuvo un tiempo como encargado del lugar, pero luego el bowling fue vendido y todo cambió. 

Alicia mientras cuenta la historia, reflota recuerdos en su mente y su corazón. Su marido, José Andrés Chicha, fue la máxima referencia de la disciplina, y uno de los responsables del crecimiento del deporte en la ciudad. 

Recuerda que en la década del 70, el Tano Catacci reflotó el bowling, luego que estuvo cerrado un tiempo por inundación. También que luego lo vendió y el bowling pasó una época oscura, de mucha noche, mujeres y otras yerbas.

Pero todo cambió cuando compró el local un hombre de Mendoza, que lo mejoró y le cambió el nombre. El Bowling se pasó a llamar Kaslu en homenaje a su hijo, y otra vez volvió a recibir a la familia.

Cuenta Alicia que en ese momento, José Andrés Chicha volvió al bowling, luego de varios años de estar alejado, por cómo era manejado el local. “Ese chico lo renovó muchísimo. Me acuerdo que José fue a investigar a ver qué onda y empezó a invitar a toda su banda. Vio que el chico lo había renovado, daba gusto ir, y empezaron a ir de nuevo". Por ese entonces, ellos ya estaban juntos. Se habían casado a principios de la década del 70.

Cuenta Alicia que siempre amó el bowling, pero nunca lo jugó porque con José se peleaban mucho. Él quería que aprenda y ella no quería perder y ser corregida, así, desde otro lugar lo acompañó en todo lo que fue el crecimiento de la disciplina.

Es que para José, el bowling era mucho más que un entretenimiento, y en la década del 90, decidió crear la Federación de Bowling de Chubut.

Por ese entonces, el local ya estaba en manos de Eduardo “Pety” García y Nilza Calderón, un matrimonio que lo había comprado en 1997, luego que el local estuvo en manos de Alberto Galindo y de una sociedad integrada por Jorge Caiado, Fernando Quistani y Hugo do Brito.

“Pety” en su caso, era un habitué del bowling, pero a modo recreativo, como quien va al billar o al pool. Sin embargo, cuando se retiró de Telefónica decidió comprar el fondo de comercio y durante varios meses trabajó acondicionándolo.

Finalmente en diciembre de 1997 reabrió Bowling del Sur, y Pety tiró la bola inaugural.

Cuentan Eduardo y Cecilia, sus hijos, que Nilza, su mujer, no quería saber nada. No le gustaba el rubro, ni tampoco la obligación horaria que imponía. Es que en los primeros años, la jornada comenzaba al mediodía y terminaba cerca de las 4 de la madrugada. Sin embargo, con el paso del tiempo, la gente y los amigos, el bowling se convirtió en su hogar, tanto para ellos como para los chicos, que crecieron en esas cuatro líneas. Así, cada mediodía recibían al Ruso Ivancich padre, que iba a jugar al bowling al mediodía, o a Jorge Balcón que iba a tomar el té y se quedaba conversando un rato.

Con el paso de los años, Pety y Nilza redujeron el horario y cada jornada comenzaba a las 17.

En los últimos tiempos, a Eduardo, su hijo, se lo veía seguido atendiendo al público. No solo algún fin  de semana, sino también en algún torneo que organizaba la FeBoCh de la mano de Chica. 

Pety y Nilza tuvieron el bowling hasta el 2011, cuando se lo vendieron a Mario Chicha, el hijo de José Andrés y Alicia. Desde entonces, se dedicaron a cuidarse uno al otro. Es que en ese momento, Nilza ya sufría una enfermedad hepática que le terminó arrebatando la vida el 10 de octubre de 2020 por un cáncer.

El golpe fue duro para la familia y un mes después Pety “falleció de amor”, dice Eduardo, su hijo. Tras una isquemia cayó internado en terapia intensiva, y a los tres días falleció. 

Desde entonces, nada volvió a ser igual para el bowling de Comodoro, atrás quedaba la historia de quienes lo hicieron grande, marcando a varias generaciones que compitieron, pero también encontraron un lugar de esparcimiento, entre bolos, parapalos manuales y líneas inclinadas, por las secuelas que alguna vez dejó una inundación, su propia marca registrada. 

FONO MUSA

Fono Musa, el pionero "Spotify del Siglo XX" que operó desde 1968 hasta los primeros años del 2000, revolucionó la escena musical de Comodoro al ofrecer un servicio de música por suscripción en los principales comercios de la ciudad. Con su programación continua y libre de publicidad, esta empresa supo conquistar el oído de los comodorenses durante décadas.

Fue creada por Jorge Rosenthal, quien llegó a la ciudad gracias a una propuesta de un amigo con el que había hecho el Servicio Militar obligatorio en Entre Ríos. La invitación consistía en instalar un sistema de música por suscripción y venderlo a comercios e instituciones que iban a poder escuchar canciones sin pausas y sin publicidad, muy similar a lo que hoy ofrece Spotify.

Los primeros tiempos fue patear las calles de tierra en busca de algún cliente. Fue difícil, duro, pero hicieron la primera vez la mejor propaganda que pudieron tener. Por ese entonces, Aerolíneas Argentinas era una de las empresas más importantes de la zona y fue la primera en apostar por el servicio.

Así, cada vez que Rosenthal ofrecía el servicio se jactaba de decir que Aerolíneas ya lo tenía. “Eso fue muy bueno, porque cuando iba a promocionarla, decían: ‘Ya lo tiene Aerolíneas’ y ya creían”.

El funcionamiento del sistema era sencillo. Rosenthal instalaba un equipo en el lugar donde quería que se escuchara el servicio y a través de toda una línea de cableado lo conectaba a un sistema que funcionaba desde Sarmiento 485, donde Fono Musa tenía su oficina; una especie de estudio de radio, de donde se difundían las canciones que eran grabadas en Buenos Aires. Así, quienes tenían el sistema podían escuchar música sin propaganda y sin cortes de lunes a lunes en un horario restringido. Es que en la semana, Fono Musa funcionaba de 8:00h a la medianoche. Mientras que los sábados ampliaba su horario a la madrugada y el domingo comenzaba a las 9h, hasta la medianoche.

El servicio era contratado por comercios, consultorios médicos y oficinas administrativas, pero también instituciones; algunas que pagaban y otras que no. En su afán de prestar un servicio a la comunidad, Rosenthal y su socio, le daban la prestación gratuita a la comisaría, al Correo y al Hospital Regional, donde Fono Musa llegó a escucharse hasta en el quirófano, tal como sucedía en la Clínica Santa Lucía de Buenos Aires. 

Él asegura que la empresa llegó a tener más de 600 clientes y fue muy popular entre la gente. Sin embargo, nunca tuvo el reconocimiento mediático que merecía. Quizás porque de alguna forma fue competencia para las nuevas FM que aparecían.

Para Rosenthal el éxito del servicio tiene explicación y se debe a un combo de cosas. “En esa época solo estaban Radio Nacional y LU4 y Fono Musa era algo distinto. Además cuando la gente lo empezaba a usar les gustaba. Pero también les convenía, porque había lugares en los que por tener la radio encendida venía Conart y te cobraba un porcentaje, una tarifa inventada. Después venía Sadaic que te cobraba otra y cuando apareció la televisión, apareció Argentores. Entonces le salía más caro”.

LA PROVEEDURÍA

Finalmente, La Proveeduría, el almacén de barrio que se transformó en una cadena de supermercados histórica de Comodoro, cerró sus puertas, dejando atrás un legado de esfuerzo, trabajo y dedicación. Con 9 sucursales repartidas por toda la ciudad y presencia en localidades aledañas, La Proveeduría se convirtió en un referente de abastecimiento para miles de familias comodorenses.

La Proveeduría nació en el almacén ‘Los Pibes’, en Italia y Ameghino. El comercio fue ideado por Felipe Escribano y era atendido por su esposa, su cuñada y sus hijos. Allí aprendieron el oficio y cuando Eduardo, el tercero de sus hijos, volvió de La Plata, surgió la idea de iniciar una distribuidora mayorista en el barrio Industrial; allí sobre la calle Pedro Pablo Ortega, a dos cuadras de donde se encontraba el depósito histórico de la firma. 

La Proveeduría comenzó como mayorista, pero en una crisis, cuando ya estaba en la avenida Yrigoyen, comenzó a vender al por menor viendo que a la gente se le hacía cada vez más difícil comprar por bulto cerrado.

El éxito fue rotundo y llegó a tener 9 sucursales repartidas por todo Comodoro; desde Kennedy y Patricios, donde abrieron la segunda sucursal, hasta Laprida, donde inauguraron la última. 

Pero más allá de Comodoro, “La Provee” se expandió a las afueras de la ciudad. En Rada Tilly tuvo sucursal y en algún momento también tuvo una en Caleta Olivia. 

En un año donde la nostalgia y la innovación convergen, es importante recordar y valorar estos espacios que contribuyeron a forjar la identidad de Comodoro Rivadavia y que seguirán vivos en la memoria colectiva de sus habitantes. Recordar de dónde venimos nos permite apreciar el camino recorrido y proyectar un futuro enraizado en nuestras raíces.

ADNSUR está certificado por CMD Certification para la norma CWA 17493 de JTI, octubre 2024-2026. Ver más
¿Querés mantenerte informado?
¡Suscribite a nuestros Newsletters!
¡Sumate acá 👇🔗!
Recibí alertas y la info más importante en tu celular

El boletín diario de noticias y la data urgente que tenés que conocer