15 de agosto de 1972: la tragedia que impactó a la familia Valenzuela para siempre
En un diálogo con ADNSUR, Juan Carlos Valenzuela recordó en detalle cómo vivió el día en que su padre fue abatido en la huida de los presos políticos de la Unidad 6, describió el reconocimiento del cuerpo y la continuidad de la vida de la familia después de la tragedia. "Mi madre nunca lo pudo superar", "lo único que pido es que se cuente la verdad" y "quiero paz para mi país" fueron sus principales definiciones. Una tragedia dolorosa pero con el aprendizaje para la Nación sobre proyectarnos al futuro con las bases sólidas de un enfoque integral y respetuoso con la historia argentina reciente.
El 15 de agosto de 1972, un grupo de presos políticos (de primera línea de las conducciones de las organizaciones) logró escaparse de la cárcel de la Unidad 6 de Rawson, abordar un vehículo Ford Falcon y llegar hasta el aeropuerto viejo de Trelew donde lograron tomar un avión y desviarlo hasta Chile donde recibieron 'asilo político' durante 1 semana.
En su escape, se encontraron con los guardias de control quienes los reconocieron y se produjo un enfrentamiento donde fue abatido el agente penitenciario Juan Gregorio Valenzuela y otros 2 efectivos resultaron heridos.
Una segunda tanda de 19 militantes egresó de la cárcel, demoró el viaje hasta el aeropuerto porque se confundieron en el camino, tomaron el aeropuerto pero luego lo rindieron -ante la presencia de un juez federal y los medios de comunicación locales de la época- pero fueron trasladados hacia la Base aeronaval 'Almirante Zar' donde -1 semana después- serían ejecutados en un trágico hecho que se denomina 'La Masacre de Trelew'. Hubo 3 sobrevivientes que -tiempo después- contaron la historia pero también fueron detenidos desaparecidos durante la dictadura militar argentina en el período 1976-1983.
En diálogo con ADNSUR, Juan Carlos Valenzuela recordó que “en 1972, nuestra familia estaba compuesta por mi padre Juan Gregorio Valenzuela, mi madre, mis hermanos Enrique y José y mis 2 hermanas, Mirtha y Mónica. Yo tenía 13 años y era el mayor. Yo tenía una buena relación con mi padre que tenía sus valores estrictos”.
“Mi padre y mi madre nacieron en Monte Caseros de la provincia de Corrientes. Yo nací allá, también. Luego vinieron de pase en el Servicio Penitenciario Federal hacia esta zona. Mis 2 hermanas ya nacieron en Chubut”, precisó.
¿Cómo se enteró de la noticia de su padre?
“Nosotros alquilábamos una casa en Alejandro Maíz y Quintana, a pocas cuadras de la Unidad 6. Ese día ya intuíamos algo malo porque mi padre ingresaba a las 07 hs y tenía que salir a las 19 hs. Se cumplía el horario y no llegaba. Como vivíamos cerca, ya se empezó a correr el comentario que algo había pasado. Un momento después, nos avisaron que habían tomado la Unidad 6. Luego se empezó a decir que un grupo se había escapado y que había gente herida del ‘Puesto de Control’. Ahí nos entró la preocupación porque mi padre trabajaba en ese sector y no estaba adentro del penal”, evocó.
“De inmediato, nos vinieron a avisar que mi padre estaba herido. Lo trasladaron al hospital de Rawson pero –lamentablemente- falleció en el momento del ataque cuando un grupo de presos políticos se escapó de la cárcel”, indicó.
“Con 13 años, me tocó la tarea de reconocer el cuerpo de mi padre en la morgue”
“A mí con 13 años, me tocó la tarea de reconocer el cuerpo de mi padre en la morgue del hospital. Mi madre entró en un estado de shock. Entonces, yo entré y vi a mi padre. Dentro de mi inocencia, veía los 'parchecitos' en el cuerpo que eran los orificios de las balas. Yo estuve ahí y eso lo tengo presente hasta el día de hoy”, reveló.
¿Hubo un enfrentamiento o fue una ejecución?
“Pudimos reconstruir que hubo colaboración del guardia-cárcel en la fuga de los presos políticos. Sin colaboración interna, es imposible fugarse de la Unidad 6. Una vez que tomaron el control interno del penal y llegaron hasta el puesto de control donde estaban mi padre, Galarraga y Montenegro; los presos tenían ropas de médicos y supuestos jefes pero mi padre advirtió el hecho porque los médicos ya se habían retirado y los jefes no podían ser”, relató.
“Cuando estaban cerca, quiso dar la voz de alto, atinó a tomar su arma pero no le dieron tiempo a nada y –directamente- lo acribillaron a balazos. A Galarraga lo alcanzaron con 3 impactos y estuvo enfermo muchos años por esas heridas. Montenegro se salvó porque se tiró al piso y lo dieron por muerto”, detalló.
“Tengo odio que estoy tratando de elaborar pero es difícil. A mi padre, una mujer lo remató con un disparo en la cabeza cuando estaba malherido, fuera del combate y ya no representaba un riesgo para los presos que huían. Eso lo contó el compañero que estaba vivo. Con la cantidad de disparos que tenía el cuerpo de mi padre, no era una amenaza para quienes pretendían fugarse. Estaba agonizando. Cuando reconocí el cuerpo, le observé la cabeza vendada”, puntualizó.
¿La familia Valenzuela tuvo un acompañamiento del Estado?
“Seguir adelante fue muy difícil. Mi madre nunca pudo superar lo de mi padre, ni hacer el duelo. Se encerró en su dolor. Ella falleció en el 2005 pero yo creo que nunca lo aceptó ni se recuperó. La pude llevar a su pueblo natal de Corrientes luego de muchos años porque nunca habían podido regresar”, destacó.
“Mi madre siguió cobrando la pensión por mi padre, el Estado nos compró una casa sobre la Av. Sarmiento que era más amplia, tenía más comodidades y la puso a nombre de la familia. Siempre el Servicio Penitenciario se portó muy bien con nosotros”, subrayó.
“Mi hermana Mirtha Valenzuela hizo su carrera en la Unidad 6 pero ya se retiró. En el tiempo que se incorporó, se sabía que era familiar directa de Juan Gregorio Valenzuela. En los últimos años, una de mis hijas –Jessica Valenzuela- comenzó a trabajar en la cárcel porque es licenciada en Trabajo Social e interactúa con los internos. Pero ella concursó el cargo con otros postulantes y no hizo valer la influencia de ser la nieta de alguien que perdió la vida en un acto del servicio. Nadie la conocía ni lo asociaban. Ganó su lugar por mérito propio”, aclaró.
“Lo único que pido es que se cuente la verdad”
“Con el tiempo, elaboro y tomo de otra manera lo que nos tocó vivir. Hace varios años atrás, me encerraba en mi rencor y mi odio. Veía enemigos en todos lados. Hoy en día, asumí que el rencor no me lleva a nada y el odio me hace mal a mí. El tiempo me fue aplacando un poco”, reconoció.
“Lo único que pido es que se cuente la verdad. Muchas veces sólo se habla del 22 de agosto y está bien. No estoy en contra de eso porque estoy en contra de la masacre. A nadie se le puede quitar la vida de esa manera. Si eran culpables, se los hubiese juzgado como tendría que ser. No está bien quitarle la vida a nadie pero tampoco fue justo lo que pasó con mi padre”, expresó.
“Yo lucho por la verdad. Quiero que se cuente cómo arrancó la historia para llegar al 22 de agosto. Fue una muerte injusta de alguien que no tenía nada que ver. Mi padre estaba cumpliendo con su trabajo. No tenía nada que ver con eso y perdió la vida. Para mí, mi padre fue un héroe. Le tocó estar ahí. Quiero que se lo recuerde como un hombre de bien”, remarcó.
“Una de mis hermanas está con los trámites para acceder a la indemnización. En otros lados, se abrieron rápido las puertas y a nosotros nos está costando mucho. Nuestra familia no logró una indemnización como sucedió para otros familiares que también fueron víctimas”, lamentó.
“Quiero paz”
“Yo me pongo en el dolor de los hijos de desaparecidos. En Rawson, soy amigo de Mario Cugura que perdió a sus padres en la dictadura militar. Nos entendemos porque vivimos el dolor de cerca en diferentes circunstancias”, manifestó.
“Ya no tengo odio, quiero paz para mi país. Cuando escucho sobre las peleas actuales, no nos va a llevar a nada. Pasaron 50 años pero -por las ideologías- seguimos tirando para un lado y para el otro. Siempre va a haber ideologías pero nos tenemos que respetar así podemos convivir”, completó Juan Carlos Valenzuela.
La comprensión global del pasado y el respeto a las víctimas también define a una Nación madura
Hay muchos desafíos pendientes para la Nación en los próximos años. Argentina siempre dio muestras de estar a la vanguardia de los grandes procesos globales por la inteligencia, perseverancia, cultura del trabajo, calidad humana y empatía de nuestro pueblo. En el 2023, se van a cumplir los 40 años de Democracia ininterrumpida en el país, un sistema que siempre es perfectible, por supuesto. Pero la madurez y la proyección futura de una Nación -que la hacen respetable en la escena internacional- incluye una mirada integral, abierta, pacífica y desprejuiciada sobre su historia reciente.
Resulta necesario comprender y respetar -con profundidad- a quienes todavía viven el dolor en primera persona. No hubo una teoría de los 2 demonios porque es toda la República Argentina la que tiene que enfocarse en ese proceso. A lo largo de nuestra historia, dimos cuenta de otros situaciones de resiliencia. Los familiares afectados y atravesados por el dolor nos muestran el camino. Todo el país tiene que caminar en esa dirección para encarar -seriamente- las metas de una convivencia democrática pacífica, un sano debate político, capitalizar la fortaleza de nuestra producción de alimentos y energía, concebirnos como una Nación marítima, oceánica, bicontinental y soberana en el Atlántico Sur con una escala de valores que amalgamen nuestras diversidades para proyectarnos con la fuerza imparable y la intensidad que siempre nos caracterizó a los argentinos pero con las bases sólidas de un pasado elaborado -colectivamente- con el respeto que nos merecemos.