Lo sabemos bien, las malas noticias siempre llegan. Podremos estar un tiempo esquivándolas pero tarde o temprano, deberemos conocerlas. Es parte de la vida. Nadie recibe o da buenas noticias toda la vida, no importa lo que se hago o lo que se tenga. ¿Resignación? Quizás.

La cuestión, entonces, aceptado ese hecho insoslayable, pasa por cómo se prefiere recibir una mala noticia. Para la ciencia, la forma “ideal” es decirlo directamente. Pero con pre aviso, el célebre “tenemos que hablar”. Así lo determinó un estudio de los profesores de lingüística Alan Manning, de la Universidad Brigham Young, en Utah, y Nicole Amare, de la Universidad del Sur de Alabama, ambas en Estados Unidos.

“A la hora de recibir una mala noticia como el fin de una relación los seres humanos preferimos el estilo directo y al grano, sin medias tintas, rodeos ni paliativos que pretendan endulzarnos la realidad”, sintetiza el trabajo.

Para el estudio, las profesoras realizaron un experimento que consistió en bombardear a los participantes con una serie de informaciones no gratas presentadas de formas variadas visuales, textuales y verbales. A la hora de transmitir un mensaje negativo respecto a una relación social (por ejemplo, “quiero dejar de salir contigo” o “estás despedido”), Manning y Amare constataron que la gente valoraba que se lo dijeran con franqueza y de forma directa, sin intentar endulzarlo a base de fórmulas educadas.

“No hace falta empezar por “voy a romper contigo”, sería demasiado duro, pero con un simple “tenemos que hablar” le das al receptor del mensaje unos cuantos segundos para empezar a procesar que le van a dar una mala noticia”, detalla.

La negación no sirve

El informe sostiene que esa manera también es la preferida para recibir las “peores” malas noticias, como problemas de salud serios, “tienes cáncer, te quedan dos meses de vida”. “La mayoría de los individuos prefieren que se lo digan sin rodeos y lo más ajustado a la verdad. Negar los hechos no sirve de nada. Si tu casa está ardiendo, tú quieres saberlo para poder salir. Y si tienes cáncer,

lo mismo. Quieres saber la verdad y no escuchar al médico haciendo circunloquios”

Durante el estudio, los 145 voluntarios que participaron recibieron una panoplia de malas noticias y situaciones negativas, contadas de varias formas posibles. Luego tuvieron que valorar cada mensaje que recibieron en función de su percepción al respecto: si era claro, considerado, directo, eficaz, sincero, específico y razonado. También puntuaban cuál de estas características valoraban más.

La mayoría de ellos prefirió la claridad y el estilo directo por encima de las otras características. Según Manning, investigaciones previas sobre el tema y los consejos que se daban a la hora de dar malas noticias no eran tan concluyentes, en parte porque estaban planteadas en función del que da la mala noticia, para hacérselo más fácil. Pero eso crea incertidumbre en el receptor de la información.

Fuente: Muy interesante y IFLscience.com

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