La ansiedad es una respuesta natural del cerebro ante situaciones que percibe como amenazantes, aunque esa amenaza no sea real. Cuando la amígdala, la región cerebral encargada de detectar el peligro, se activa, desencadena una reacción de lucha o huida que puede manifestarse en síntomas físicos y cambios de comportamiento en los niños.

Si bien la ansiedad es una emoción común en la infancia, es importante que los padres aprendan a identificar las señales y a intervenir de manera adecuada. Según los aportes de la neurociencia, existen estrategias concretas que pueden ayudar a los niños a regular esta respuesta emocional.

Una de las claves es crear rutinas estructuradas y predecibles. "El cerebro de los niños se siente más seguro cuando sabe qué esperar", explica el experto. Establecer rutinas consistentes, especialmente en la mañana y antes de dormir, ayuda a disminuir la activación de la amígdala y proporciona una sensación de control.

Otra herramienta efectiva es promover la respiración profunda y la relajación. "La respiración profunda activa el sistema nervioso parasimpático, que contrarresta el estrés", señala el especialista. Enseñar a los niños técnicas sencillas como respirar durante 4 segundos, mantener la respiración por otros 4 y exhalar durante 4 más puede calmar su sistema nervioso cuando comiencen a sentirse ansiosos.

Los niños no siempre pueden expresar verbalmente lo que les preocupa, por lo que es fundamental que los padres estén atentos a las señales físicas y comportamentales.
Manuel Cassinello

Validar las emociones de los niños también es fundamental. "El cerebro de un niño necesita sentirse comprendido para regularse emocionalmente", afirma el experto. Evitar minimizar sus preocupaciones y, en cambio, reconocer lo que sienten, activa áreas del cerebro relacionadas con la regulación emocional.

Además, el movimiento físico y el juego estructurado pueden ser herramientas poderosas. "El ejercicio ayuda a liberar neurotransmisores como las endorfinas y la dopamina, que mejoran el estado de ánimo", explica el especialista. Y el juego que involucre expresión emocional o representación de situaciones permite a los niños procesar su ansiedad en un entorno seguro.

Finalmente, la práctica de la atención plena o mindfulness también ha demostrado, según estudios neurocientíficos, reducir la ansiedad al fortalecer la corteza prefrontal, la parte del cerebro responsable de la regulación emocional.

Si bien los padres pueden implementar muchas de estas estrategias en casa, es importante estar atentos a signos que indiquen la necesidad de buscar ayuda profesional, como cuando la ansiedad interfiere de manera significativa en la vida diaria del niño o persiste a pesar de los esfuerzos por gestionarla.

Manejar la ansiedad infantil requiere paciencia, comprensión y herramientas concretas basadas en cómo funciona el cerebro. Al implementar estas estrategias, los padres pueden ayudar a sus hijos a enfrentar la ansiedad de manera saludable.

Columna de Claudio Waisburg (M.N. 98.128), neurocientífico para TN, redactado y editado por un periodista de ADNSUR. 

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