El estudiante de quinto año de medicina en Comodoro que sobrevivió a la leucemia y maneja un remís para pagarse los estudios
Estudiar de día y trabajar de noche. Así es la vida de Brian Torres, un estudiante de medicina de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco que todos los días conduce un remis para bancarse los estudios. Esta es la historia de este joven que cuando era chico superó un cuadro de leucemia y decidió abocarse a la salud para ayudar a otros.
Nació en Comodoro, creció en Rawson y en 2015 volvió a la capital del viento para estudiar Medicina, aquella carrera que eligió cuando era chico pero no pudo continuar en Córdoba por las dificultades económicas que sufrió su familia producto de un accidente laboral. Brian Leonel Torres tiene 28 años y se encuentra en quinto año de la carrera que dicta la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB).
Por estos días realiza sus últimas cursadas, sabiendo que luego quedarán pendientes varios finales para entrar la recta final que significa la Práctica Final Obligatorio (PFO).
Pero el tiempo es lo de menos. En estos 7 años, Brian ha hecho un gran esfuerzo para poder estudiar lejos de casa, e incluso hoy su vida pasa entre libros y el volante de un remis, aquel que maneja de noche para poder bancarse los estudios.
SUPERAR LA ADVERSIDAD
La historia de Brian comienza en estas latitudes. El joven nació en Comodoro, pero de chico se fue a vivir a Rawson, donde creció. En Playa Unión hizo la primaria y la secundaria y una vez que egresó decidió estudiar medicina, como una forma de devolver toda la ayuda que recibió. Es que a los 10, a Brian le detectaron una dura enfermedad.
“Fui diagnosticado con leucemia y fui derivado a Buenos Aires”, cuenta a ADNSUR al repasar esa etapa de su vida. “Durante 10 meses estuve en el Hospital Italiano y luego continué dos años y medio con quimioterapia oral viajando de Rawson a Buenos Aires”.
Por ese entonces Brian estaba en quinto grado y tuvo que someterse a un duro tratamiento. Como pudo continuó la escuela en Capital Federal y cuando volvió trató de readaptarse nuevamente a su clase, pero fue difícil.
“Si bien uno dice, ‘podes hacer una vida normal’, la verdad es que nunca es una vida normal, porque yo tenía que viajar todos los meses. Entonces me iba una semana y estaba dos o tres en la escuela. Pero además no podía hacer actividad física, y prohibirle a un niño que no corra, decirle que no se puede divertir, que no tenga mascota, no es normal”.
A pesar de las adversidades, Brian superó con éxito su enfermedad y continuó su tratamiento en control. Como quería tener una vida normal, pidió en la escuela que no se sepa su historia, para que sus compañeros lo traten como un alumno más.
Fue en esta etapa de su vida cuando decidió que iba a ser médico, y por una sencilla razón.
“Mis médicos influyeron mucho en mi decisión en ese momento. Yo dije ‘que lindo debe ser decirle a un paciente te curaste’. Y pensé: ‘bueno, esto me gusta, quiero hacer esta carrera y está especialidad para retribuir un poco lo que me ayudaron a mi’.
Finalmente, a los 18 años Brian fue dado de alta, y decidió irse a Córdoba a estudiar aquella carrera que soñaba. Sin embargo, no todo iba a salir como esperaba.
“Me estaba yendo bien pero mi viejo tuvo un accidente. Él era marinero y se accidentó, perdió cuatro dedos de la mano hábil y por lo tanto estuvo tres años sin trabajar. Intenté aguantar lo máximo posible en Córdoba. Busqué laburo, pero allá hay mucha demanda, y sin experiencia, siendo estudiante, tenía todas en contra y el trabajo que conseguí no me alcanzaba ni para el alquiler”.
Durante su vida en Córdoba, Brian trabajó en atención al público, como delivery y también haciendo entrevistas en eventos, pero nunca consiguió un trabajo con el que diga “puedo mantenerme solo”.
Como cuenta, lo intentó, pero el día que falleció su abuela, decidió bajar los brazos. “Ellos siempre fueron mis pilares, y cuando ella falleció me golpeó mucho y decidí volverme a Rawson”.
En su regreso a la capital de la provincia, Brian renunció a su sueño. No se perdonaba haberse ido tan lejos y no haber podido disfrutar de su abuela en sus últimos años. Así, decidió comenzar otra etapa de su vida, y comenzó a buscar trabajo en Rawson. Pero la vida le iba otra oportunidad.
UNA OPORTUNIDAD EN CASA
En enero de 2015, la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco abrió las inscripciones para la carrera de Medicina. Se inscribieron 570 aspirantes. Sin embargo, solo 330 estudiantes quedaron habilitados para realizar la cursada, entre ellos Brian.
Al enterarse de que se abría la carrera a pocos kilómetros de su casa, el joven decidió intentar probar suerte en Comodoro, le preguntó a unos tíos si lo podían aguantar unos meses y armó los bolsos con toda la ilusión a cuestas.
Como venía con una experiencia previa pensaba pensaba que le iba a ir bien. Sin embargo, como toda la cursada, a excepción de un alumno, desaprobó el primer parcial y se encontró frente a un duro panorama.
“Yo dije ‘no me puede estar pasando esto. Yo tenía la experiencia de Córdoba y pensaba ‘es mi única chance de seguir con la carrera, la pasé mal, pero al final fui uno de los que pasó al segundo cuatrimestre”.
Su vida en Comodoro tampoco iba a estar exenta de complicaciones. En el segundo cuatrimestre el estudiante tuvo que salir a buscar trabajo y un lugar donde vivir. Fueron tiempos difíciles, donde a veces no tenía ni para el colectivo. Sin embargo, iba a salir adelante.
“El primer año fue difícil, me costó mucho adaptarme. Yo no sabía que había existían becas universitarias que hacían todo más sencillo, y Medicina es una carrera que es muy exigente porque te demanda mucho tiempo. Entonces el hecho de trabajar y estudiar para mi siempre fue un reto pero con mucho esfuerzo fui avanzando”.
Brian hizo de todo. Trabajó como bachero en Ele, luego ascendió a barman, y también trabajó como masajista y como asistente en un geriátrico. Sin embargo, la pandemia lo dejó fuera del mercado laboral, y junto a su pareja decidieron reinventarse.
Primero compraron helado para revender como delivery, y luego, aprovechando los conocimientos de ella en costura, compraron una impresora y comenzaron a hacer sublimados, abocándose a la fabricación de barbijos personalizados.
El emprendimiento fue un éxito, pero una vez que se flexibilizó la pandemia, las ventas comenzaron a caer y tuvieron que pensar nuevas opciones, aunque esta vez iba a ser cada uno por su lado ya que luego de mucho tiempo decidieron separarse.
Durante el tiempo que duró su distancia, Brian vivió con un amigo. Fue en ese momento que decidió trabajar como remisero y comenzó a tramitar el carnet profesional.
En la actualidad, el estudiante de medicina trabaja en la Agencia de Remis Austral. Todos los días a las 6 de la tarde está frente al volante para iniciar su jornada laboral que se extiende hasta el otro día a las 7.
El joven admite que el trabajo es sacrificado en términos de horario y descanso, mucho más cuando al otro día debe levantarse para cursar o bien no dormirse. Por supuesto, le gustaría encontrar otro trabajo, pero está agradecido por esta posibilidad que le da hoy el remis, “porque si bien trabajo de noche, me sirve para pagar un alquiler y para ahorrar un poco, para cuando comience la práctica final”.
AYUDAR A OTROS
Como su objetivo siempre fue ayudar, hace un tiempo Brian se sumó al programa de tutorías que tiene la carrera de Medicina, donde le transmite a los alumnos su experiencia, tanto en la parte teórica como en la vida misma.
“Yo les digo a los ingresantes que aprovechen la oportunidades que tienen, si sus padres los ayudan o son de Comodoro; cuando dicen ‘no me alcanza el tiempo’ que sepan que si se puede, que uno tiene que priorizar y saber administrar el tiempo, rearmar las prioridades, porque sino quiere lograr algo lo puede lograr".
"La realidad es que todos tenemos virtudes y suerte diferentes. En mi caso yo cometí muchos errores y de esos errores aprendí. La pasé muy mal por mi inexperiencia. Entonces hoy lo que hago es apoyar a los estudiantes tanto desde lo académico como psicológicamente, porque sé lo que es estar en esa situación”.
Como dice Brian, las pasó todas, sin embargo nunca bajó los brazos, a pesar que más de una vez quiso hacerlo. “Un montón de veces se me ha cruzado dejar, porque no es fácil seguir el ritmo que estoy llevando. Pero siempre sigo porque es lo que me tocó”, dice este joven, que sueña con ser hemato oncólogo, y ayudar a otros, tal como lo hicieron con él.